/ domingo 20 de enero de 2019

A los pueblos parece encantarles las utopías

“Somos utopistas, tanto que llegamos a creer que la revolución debe y puede garantizar a todos: alojamiento, vestido y pan”.

Piotr Kropotkin


Tema por demás denso, la utopía (en palabras sencillas, es la pretensión de querer algo inalcanzable); concepto que nos recuerda a Platón en su obra la República, donde el tema central es el estado ideal, o visión intelectual del Bien absoluto.

Establece Platón que un recurso para lograr que el ciudadano se sienta satisfecho es necesario que “cada uno haga lo que le compete”, pero también que es preciso crear un mito con que se identifiquen los ciudadanos; y lo justifica diciendo que: “solo a los gobernantes pertenece el poder mentir, a fin de engañar al enemigo o a los ciudadanos en beneficio del Estado”; el Estado es administrado por el poder, y al poderoso (interpreto) le es lícito mentir por el bien social.

Luego entonces, como el Estado regulaba todo, proponía un régimen integral donde no existiera amor por las riquezas, así no habría limitaciones para actuar bien ni habría injusticas, de tal manera sí se podría lograr lo ideal.

Esto lo retoma Tomás Moro, que habla del Bien Común, en su obra Utopía, lugar imaginario donde todo es bueno, una comunidad pacífica y participativa en función de la propiedad común en contraste de la propiedad privada.

Esto viene al caso porque a través de la historia el tema de beneficio y bien común no se ha agotado, por el contrario, no deja de ser punta de lanza en los discursos electorales cada vez que se quiere enrolar a los votantes a que tengan equis preferencia electiva.

Y más allá de la preferencia electoral en cuanto a proyecto, planes, propuestas, dogmas o filosofías, es que sigan a un personaje de carne y hueso, con el que se identifiquen.

No olvidemos que el mismo Jesús fue considerado para ser rey de los judíos con poder formal. Así lo creyeron muchos; que su mensaje de esperanza y beneficios (hablando del reino del Padre) era ese espacio y ese tiempo.

Es desde entonces que, al discurso con soluciones ideales, donde todo indica miel sobre hojuelas, se le dice propuestas mesiánicas y a quienes lo pronuncian se le dice mesías, como se le decía a Jesús, el Mesías, el que traía el reino excelso, perfecto.

Así mientras más dolores sufra un pueblo a causa de la falta de oportunidades y marginaciones, es más propenso a creer lo que se les diga. Ya apabullados con tanta retórica por los políticos, es más posible que le crean a quien le ofrece salidas utópicas porque eso es lo que desean.

La gente quiere escuchar palabras que les generen esperanzas, porque es lo que sienten escaso, mientras en la realidad están viviendo desalientos o desesperaciones. Por lo que, a quien les prometa salidas a sus pesares, pues, le creen.

Sin que sean en un orden cronológico, personajes como Benito Mussolini, prometió recuperar Italia en su grandeza imperial. Hitler prometió un Nuevo Orden en su organización política, social y económica de grandes beneficios para los alemanes y toda Europa. Muamar (Omar) el Gadafi, en su república ideal nacionalizó la industria petrolera, los bancos, la tierra, en la promesa de mejores días.

Más reciente Daniel Ortega, Hugo Chaves, Nicolás Maduro, todos, en su momento, sostenían transformar lo que vivían por algo superior, pero la realidad, sin que sea antojos, derivó en frustraciones -incluso- hasta terminado peor que cuando llegaron al poder.

Todo ello me recuerda que nosotros, en México, estamos transitando por el puente colgante “quizás podrido” que lleva de lo indeseado a lo ideal. Esto quiere decir que estamos siendo empujados a abrazar una utopía que puede descender precipitadamente cuando la cotidianidad sea alcanzada por la realidad.

Nadie quiere enfrentamientos, muertes, desorden; el pueblo está harto de desilusiones, frustraciones, desencantos. Queremos un país en paz, diligente, seguro, productivo, acaudalado, sano.

Nada más recuerdo que una cosa es ser oposición y otra gobernar.

PD. Paz a las almas de los muertos en Hidalgo. Ojalá y sirva de algo.


*Consultor y Asesor en Comunicación Política y Organizacional; jdelrsf@gmail.com; twiter: @jdelrsf

“Somos utopistas, tanto que llegamos a creer que la revolución debe y puede garantizar a todos: alojamiento, vestido y pan”.

Piotr Kropotkin


Tema por demás denso, la utopía (en palabras sencillas, es la pretensión de querer algo inalcanzable); concepto que nos recuerda a Platón en su obra la República, donde el tema central es el estado ideal, o visión intelectual del Bien absoluto.

Establece Platón que un recurso para lograr que el ciudadano se sienta satisfecho es necesario que “cada uno haga lo que le compete”, pero también que es preciso crear un mito con que se identifiquen los ciudadanos; y lo justifica diciendo que: “solo a los gobernantes pertenece el poder mentir, a fin de engañar al enemigo o a los ciudadanos en beneficio del Estado”; el Estado es administrado por el poder, y al poderoso (interpreto) le es lícito mentir por el bien social.

Luego entonces, como el Estado regulaba todo, proponía un régimen integral donde no existiera amor por las riquezas, así no habría limitaciones para actuar bien ni habría injusticas, de tal manera sí se podría lograr lo ideal.

Esto lo retoma Tomás Moro, que habla del Bien Común, en su obra Utopía, lugar imaginario donde todo es bueno, una comunidad pacífica y participativa en función de la propiedad común en contraste de la propiedad privada.

Esto viene al caso porque a través de la historia el tema de beneficio y bien común no se ha agotado, por el contrario, no deja de ser punta de lanza en los discursos electorales cada vez que se quiere enrolar a los votantes a que tengan equis preferencia electiva.

Y más allá de la preferencia electoral en cuanto a proyecto, planes, propuestas, dogmas o filosofías, es que sigan a un personaje de carne y hueso, con el que se identifiquen.

No olvidemos que el mismo Jesús fue considerado para ser rey de los judíos con poder formal. Así lo creyeron muchos; que su mensaje de esperanza y beneficios (hablando del reino del Padre) era ese espacio y ese tiempo.

Es desde entonces que, al discurso con soluciones ideales, donde todo indica miel sobre hojuelas, se le dice propuestas mesiánicas y a quienes lo pronuncian se le dice mesías, como se le decía a Jesús, el Mesías, el que traía el reino excelso, perfecto.

Así mientras más dolores sufra un pueblo a causa de la falta de oportunidades y marginaciones, es más propenso a creer lo que se les diga. Ya apabullados con tanta retórica por los políticos, es más posible que le crean a quien le ofrece salidas utópicas porque eso es lo que desean.

La gente quiere escuchar palabras que les generen esperanzas, porque es lo que sienten escaso, mientras en la realidad están viviendo desalientos o desesperaciones. Por lo que, a quien les prometa salidas a sus pesares, pues, le creen.

Sin que sean en un orden cronológico, personajes como Benito Mussolini, prometió recuperar Italia en su grandeza imperial. Hitler prometió un Nuevo Orden en su organización política, social y económica de grandes beneficios para los alemanes y toda Europa. Muamar (Omar) el Gadafi, en su república ideal nacionalizó la industria petrolera, los bancos, la tierra, en la promesa de mejores días.

Más reciente Daniel Ortega, Hugo Chaves, Nicolás Maduro, todos, en su momento, sostenían transformar lo que vivían por algo superior, pero la realidad, sin que sea antojos, derivó en frustraciones -incluso- hasta terminado peor que cuando llegaron al poder.

Todo ello me recuerda que nosotros, en México, estamos transitando por el puente colgante “quizás podrido” que lleva de lo indeseado a lo ideal. Esto quiere decir que estamos siendo empujados a abrazar una utopía que puede descender precipitadamente cuando la cotidianidad sea alcanzada por la realidad.

Nadie quiere enfrentamientos, muertes, desorden; el pueblo está harto de desilusiones, frustraciones, desencantos. Queremos un país en paz, diligente, seguro, productivo, acaudalado, sano.

Nada más recuerdo que una cosa es ser oposición y otra gobernar.

PD. Paz a las almas de los muertos en Hidalgo. Ojalá y sirva de algo.


*Consultor y Asesor en Comunicación Política y Organizacional; jdelrsf@gmail.com; twiter: @jdelrsf