/ lunes 2 de mayo de 2022

A Puerta Cerrada | Aliados de nuevo

¿Miguel Barbosa y Eduardo Rivera están peleados de manera irreconciliable?

Esa pregunta empezó a rondar entre los comentadores de la política después de observar la serie de desencuentros que el gobernador y el presidente municipal de Puebla comenzaron a tener sobre asuntos de interés público para los habitantes de la ciudad.

Las diferencias dieron inicio con el frustrado cobro de Derecho por Alumbrado Público.

Siguieron con el anuncio de la instalación de parquímetros y la creación de una (también frustrada) zona de tolerancia para ejercer el sexoservicio en hoteles y casonas del centro histórico.

Continuaron con la pretendida concesión de infraestructura urbana para la contratación de publicidad y terminaron, en el punto más tenso de las relaciones, con la aprobación de la cuenta pública municipal correspondiente al ejercicio fiscal de 2021, que incluyó nueve meses y medio del ayuntamiento de Claudia Rivera.

Colocar a Eduardo Rivera en el papel de cómplice y tapadera de las presuntas fechorías cometidas por Claudia Rivera en la administración municipal, de la misma manera que lo habría hecho esta en beneficio de José Antonio Gali y Luis Banck, fue el colofón que llevó a pensar que no habría retorno a la camaradería previa, esa que el mandatario y el edil se manifestaron en la toma de protesta del segundo en el Centro Expositor.

Al mismo tiempo que los vínculos con el presidente municipal panista de Puebla parecían desgastarse, la relación con los dos legisladores federales de Morena más hiperactivos en la entidad no mejoraba.

Con el senador Alejandro Armenta no avanzaba en buenos términos y con el diputado Ignacio Mier se deterioraba cada vez más, lo que condujo a alimentar una nueva especulación: peleado con el edil y sin (aparentes) posibilidades de aliarse con alguno de los legisladores, el gobernador se ha quedado sin candidato para su propia sucesión.

Así navegó la “comentocracia” unos días, al mismo tiempo que Barbosa desacreditaba la legitimidad de Mier para aspirar a la candidatura al gobierno del estado en Morena.

Hasta el pasado viernes.

Una noche antes, Eduardo Rivera apareció entre los invitados del gobernador a la inauguración de la nueva edición de la feria, allá en los fuertes.

El viernes, no obstante, estuvo sentado junto a él, en la mañanera, para informarle al respetable, pero principalmente a todos esos comentadores, que habían vuelto a ser amigos.

Mucho habrán tenido que ver las palabras expresadas por Eduardo Rivera durante una entrevista banquetera, la mañana del jueves.

El edil dijo que algunas personas querían verlo peleado con el mandatario estatal, pero aseguró que eso no pasaría, que no iba a pelear con él.

La manifestación debió caerle bien a Barbosa, que lo llamó de nueva cuenta para ubicarlo en posición de aliado.

Con esto, ambos gobernantes dieron importantes lecciones de política.

El presidente municipal exhibió humildad, necesaria para conservar la buena relación con un personaje de poder (más que el suyo) que lo puede ayudar a tener un buen desempeño en la ciudad y en una de esas hasta convertirse en gobernador.

El mandatario, por su parte, mostró que las diferencias políticas no deben ser personales, y que, cuando no lo son, pueden resultar salvables.


Twitter: @jorgerdzc

¿Miguel Barbosa y Eduardo Rivera están peleados de manera irreconciliable?

Esa pregunta empezó a rondar entre los comentadores de la política después de observar la serie de desencuentros que el gobernador y el presidente municipal de Puebla comenzaron a tener sobre asuntos de interés público para los habitantes de la ciudad.

Las diferencias dieron inicio con el frustrado cobro de Derecho por Alumbrado Público.

Siguieron con el anuncio de la instalación de parquímetros y la creación de una (también frustrada) zona de tolerancia para ejercer el sexoservicio en hoteles y casonas del centro histórico.

Continuaron con la pretendida concesión de infraestructura urbana para la contratación de publicidad y terminaron, en el punto más tenso de las relaciones, con la aprobación de la cuenta pública municipal correspondiente al ejercicio fiscal de 2021, que incluyó nueve meses y medio del ayuntamiento de Claudia Rivera.

Colocar a Eduardo Rivera en el papel de cómplice y tapadera de las presuntas fechorías cometidas por Claudia Rivera en la administración municipal, de la misma manera que lo habría hecho esta en beneficio de José Antonio Gali y Luis Banck, fue el colofón que llevó a pensar que no habría retorno a la camaradería previa, esa que el mandatario y el edil se manifestaron en la toma de protesta del segundo en el Centro Expositor.

Al mismo tiempo que los vínculos con el presidente municipal panista de Puebla parecían desgastarse, la relación con los dos legisladores federales de Morena más hiperactivos en la entidad no mejoraba.

Con el senador Alejandro Armenta no avanzaba en buenos términos y con el diputado Ignacio Mier se deterioraba cada vez más, lo que condujo a alimentar una nueva especulación: peleado con el edil y sin (aparentes) posibilidades de aliarse con alguno de los legisladores, el gobernador se ha quedado sin candidato para su propia sucesión.

Así navegó la “comentocracia” unos días, al mismo tiempo que Barbosa desacreditaba la legitimidad de Mier para aspirar a la candidatura al gobierno del estado en Morena.

Hasta el pasado viernes.

Una noche antes, Eduardo Rivera apareció entre los invitados del gobernador a la inauguración de la nueva edición de la feria, allá en los fuertes.

El viernes, no obstante, estuvo sentado junto a él, en la mañanera, para informarle al respetable, pero principalmente a todos esos comentadores, que habían vuelto a ser amigos.

Mucho habrán tenido que ver las palabras expresadas por Eduardo Rivera durante una entrevista banquetera, la mañana del jueves.

El edil dijo que algunas personas querían verlo peleado con el mandatario estatal, pero aseguró que eso no pasaría, que no iba a pelear con él.

La manifestación debió caerle bien a Barbosa, que lo llamó de nueva cuenta para ubicarlo en posición de aliado.

Con esto, ambos gobernantes dieron importantes lecciones de política.

El presidente municipal exhibió humildad, necesaria para conservar la buena relación con un personaje de poder (más que el suyo) que lo puede ayudar a tener un buen desempeño en la ciudad y en una de esas hasta convertirse en gobernador.

El mandatario, por su parte, mostró que las diferencias políticas no deben ser personales, y que, cuando no lo son, pueden resultar salvables.


Twitter: @jorgerdzc