/ lunes 25 de octubre de 2021

A Puerta Cerrada | Contradicciones y desmemoria en la interna del PAN

La verdadera guerra discursiva por la presidencia del Comité Directivo Estatal del PAN no es la que se da en los templetes ni en las redes sociales, lo que públicamente expresan las candidatas Genoveva Huerta Villegas y Augusta Valentina Díaz de Rivera, sino lo que sueltan sus colaboradores y aliados, en corto, en cada una de las visitas de campaña que realizan al interior del estado.

De ese modo, en lo que se dice casi en tono de confesión, entre murmullos, es donde se da la verdadera pelea discursiva de los dos grupos que disputan la dirigencia del partido y la posibilidad de aspirar a nuevos cargos de elección popular para los comicios del 2024.

Ahí no se exponen planes de trabajo, sino descalificaciones, algunas veces incluso más poderosas que las propuestas.

Comencemos por el bando de Genoveva Huerta, que busca la reelección al frente de ese partido político.

Los seguidores de la presidenta con licencia defienden en público la idea de tener un partido de pesos y contrapesos, en el que estén representadas todas y todos, sin distinciones, en clara alusión al presumible compromiso de Augusta Valentina de entregarle las riendas de la dirigencia, en caso de que las gane, a Eduardo Rivera Pérez.

El mensaje de por sí es agresivo, pero en privado van más lejos.

Además de hacer explícito el objetivo de ceder el control del partido al presidente municipal de Puebla a través del candidato a secretario general, Marcos Castro Martínez, acusan a Rivera Pérez de contravenir sus propias palabras, cuando en el pasado condenaba al entonces gobernador Rafael Moreno Valle por asumirse con derechos para apoderarse del PAN y actuar en consecuencia.

“Lalo quiere hacer ahora lo que años atrás criticó de Moreno Valle, convertirse en dueño absoluto del partido para usarlo en beneficio de sus intereses”, acusan sus opositores, fuera del discurso oficial.

Esa es el recurso de campaña más empleado por Genoveva Huerta y aliados, entre quienes se encuentra, en primera fila, el exdiputado local Jorge Aguilar Chedraui.

Vayamos ahora al equipo de Augusta Valentina, que aceptó la incursión en la contienda ante la negativa de Ana Teresa Aranda Orozco.

Tanto Díaz de Rivera como Marcos Castro hablan de recuperar, de rescatar al partido, de regresarle al militante la posibilidad de ser escuchado y ser tomado en cuenta para sentirse como en casa otra vez. “Devolvamos la dignidad al PAN”, asientan.

Eso es lo que plantean en público, en un tono nada amigable ni conciliador, pero, de nueva cuenta, en corto sacan las armas reales.

Fuera de micrófonos y de publicaciones en redes sociales, los simpatizantes de este grupo señalan con dedo inquisidor el origen de Huerta Villegas como dirigente de ese partido, a partir de una imposición de Martha Erika Alonso Hidalgo, efectuada en noviembre de 2018.

“Genoveva propone un partido de contrapesos, donde quepan todos los militantes, cuando en el pasado apoyó el control absoluto de la pareja Moreno Valle-Alonso y terminó por beneficiarse de él, al ser nombrada dirigente, sin oposición de por medio”, destacan sus rivales.

Como verá usted, ambos grupos tienen razón en las descalificaciones que utilizan.

Contradicciones y desmemoria parecen enmarcar la guerra por la dirigencia del PAN.

Augusta Díaz de Rivera y Marcos Castro representan a un grupo, liderado por Eduardo Rivera Pérez, que en el pasado se quejó de lo que hoy pretende hacer; mientras que, Genoveva Huerta y Jorge Aguilar ofrecen un partido opuesto al que ellos alimentaron en ese mismo pasado, plural, incluyente y abierto a todos los grupos.

Los panistas con memoria, que los debe haber, tendrán serias dificultades para definir su voto.


Twitter: @jorgedzc

La verdadera guerra discursiva por la presidencia del Comité Directivo Estatal del PAN no es la que se da en los templetes ni en las redes sociales, lo que públicamente expresan las candidatas Genoveva Huerta Villegas y Augusta Valentina Díaz de Rivera, sino lo que sueltan sus colaboradores y aliados, en corto, en cada una de las visitas de campaña que realizan al interior del estado.

De ese modo, en lo que se dice casi en tono de confesión, entre murmullos, es donde se da la verdadera pelea discursiva de los dos grupos que disputan la dirigencia del partido y la posibilidad de aspirar a nuevos cargos de elección popular para los comicios del 2024.

Ahí no se exponen planes de trabajo, sino descalificaciones, algunas veces incluso más poderosas que las propuestas.

Comencemos por el bando de Genoveva Huerta, que busca la reelección al frente de ese partido político.

Los seguidores de la presidenta con licencia defienden en público la idea de tener un partido de pesos y contrapesos, en el que estén representadas todas y todos, sin distinciones, en clara alusión al presumible compromiso de Augusta Valentina de entregarle las riendas de la dirigencia, en caso de que las gane, a Eduardo Rivera Pérez.

El mensaje de por sí es agresivo, pero en privado van más lejos.

Además de hacer explícito el objetivo de ceder el control del partido al presidente municipal de Puebla a través del candidato a secretario general, Marcos Castro Martínez, acusan a Rivera Pérez de contravenir sus propias palabras, cuando en el pasado condenaba al entonces gobernador Rafael Moreno Valle por asumirse con derechos para apoderarse del PAN y actuar en consecuencia.

“Lalo quiere hacer ahora lo que años atrás criticó de Moreno Valle, convertirse en dueño absoluto del partido para usarlo en beneficio de sus intereses”, acusan sus opositores, fuera del discurso oficial.

Esa es el recurso de campaña más empleado por Genoveva Huerta y aliados, entre quienes se encuentra, en primera fila, el exdiputado local Jorge Aguilar Chedraui.

Vayamos ahora al equipo de Augusta Valentina, que aceptó la incursión en la contienda ante la negativa de Ana Teresa Aranda Orozco.

Tanto Díaz de Rivera como Marcos Castro hablan de recuperar, de rescatar al partido, de regresarle al militante la posibilidad de ser escuchado y ser tomado en cuenta para sentirse como en casa otra vez. “Devolvamos la dignidad al PAN”, asientan.

Eso es lo que plantean en público, en un tono nada amigable ni conciliador, pero, de nueva cuenta, en corto sacan las armas reales.

Fuera de micrófonos y de publicaciones en redes sociales, los simpatizantes de este grupo señalan con dedo inquisidor el origen de Huerta Villegas como dirigente de ese partido, a partir de una imposición de Martha Erika Alonso Hidalgo, efectuada en noviembre de 2018.

“Genoveva propone un partido de contrapesos, donde quepan todos los militantes, cuando en el pasado apoyó el control absoluto de la pareja Moreno Valle-Alonso y terminó por beneficiarse de él, al ser nombrada dirigente, sin oposición de por medio”, destacan sus rivales.

Como verá usted, ambos grupos tienen razón en las descalificaciones que utilizan.

Contradicciones y desmemoria parecen enmarcar la guerra por la dirigencia del PAN.

Augusta Díaz de Rivera y Marcos Castro representan a un grupo, liderado por Eduardo Rivera Pérez, que en el pasado se quejó de lo que hoy pretende hacer; mientras que, Genoveva Huerta y Jorge Aguilar ofrecen un partido opuesto al que ellos alimentaron en ese mismo pasado, plural, incluyente y abierto a todos los grupos.

Los panistas con memoria, que los debe haber, tendrán serias dificultades para definir su voto.


Twitter: @jorgedzc