/ lunes 15 de noviembre de 2021

A Puerta Cerrada | Eduardo Rivera toma todo

La victoria de Augusta Valentina Díaz de Rivera sobre Genoveva Huerta Villegas en la lucha por la dirigencia estatal del PAN tiene lecturas que repasaremos de manera cronológica.

La primera tiene que ver con la aspirante fallida a la reelección y sus condiciones particulares al margen de la contendiente rival.

Genoveva Huerta llegó a la presidencia del Comité Directivo Estatal producto de la imposición de los extintos Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso Hidalgo, hecho suficiente para desacreditarla frente a ese amplio sector del panismo que obedecía en silencio y a regañadientes los dictados del exgobernador, pero que no compartía con él acciones ni objetivos.

La gran mayoría de esos críticos se encontraba dentro del panismo tradicional y confluía en intereses con uno de sus miembros más representativos: Eduardo Rivera Pérez.

Al morir Moreno Valle y Alonso, el morenovallismo se convirtió en una peste de la que todos quisieron huir, incluso aquellos que fueron beneficiados económicos y políticos del régimen.

Los descendientes políticos de Moreno Valle heredaron su mala reputación y fueron defenestrados por quienes se consideraban auténticos militantes del PAN.

El encumbramiento de Morena acabó por mandar el legado del exgobernador al basurero de los recuerdos.

Entre los herederos del poder caídos en desgracia hay que anotar a Genoveva Huerta, que aun en condiciones adversas no quiso ver la necesidad de concretar alianzas con los grupos contrarios a ella, sino todo lo contrario.

En lugar de trabajar en beneficio de su legitimidad y permanencia, se rodeó de afines, minimizó a sus críticos, segregó al partido y peleó con los antiguos enemigos de su jefe, entre ellos, y en primera fila, Eduardo Rivera.

Otro punto que jugó en su contra fue la serie de heridas que generó en el proceso de selección de candidatos a puestos de elección popular para los comicios de este año.

Genoveva Huerta dejó vestidos y alborotados a militantes a los que prometió candidaturas a diputados y presidentes municipales y no realizó la debida operación cicatriz con aquellos aspirantes que fueron hechos a un lado en las contiendas internas.

Así se ganó más enemigos.

Heredó a los odiadores de Moreno Valle y se hizo de los suyos propios.

Todos ellos debieron sumar sus votos a la planilla de Augusta Valentina y Marcos Castro para cobrarle la factura.

Esos fueron los factores internos que la condujeron a la derrota.

Los externos están estrechamente vinculados a Eduardo Rivera y a un enorme equipo de aliados que el presidente municipal de Puebla sumó a su causa para quitarle la dirigencia del partido a su archienemiga.

Pasada la jornada electoral del 6 de junio, Rivera Pérez comentaba, mitad en broma, mitad en serio, que para llegar hasta donde estaba había sido más difícil ganar la candidatura en el PAN, por las zancadillas de Genoveva, que vencer a Claudia Rivera Vivanco en las urnas, lo cual ya anticipaba el nivel de intensidad con que pelearía la dirigencia del partido llegado el momento.

El triunfo de Augusta Valentina y Marcos Castro es en realidad el triunfo de Eduardo Rivera, que con esto se apodera del partido y retira del camino los obstáculos que le impedían trazar el camino libre hacia la sucesión de gobernador del 2024.

Aquí radica la lectura principal de lo ocurrido este fin de semana en el PAN.

Con “Tití” y Marcos Castro al frente del Comité Directivo Estatal, el edil de Puebla tendrá ruta despejada para decidir por cualquiera de las dos posibilidades de competencia electoral que verá en ese año: la reelección en palacio municipal o la contienda de gobernador para despachar en Casa Aguayo.

Aparentemente nada lo detendrá, salvo su propio estilo personal de conducción partidista.

La clave estará en la inclusión.

Si abre las ventanas de oportunidad y participación política a todos los grupos, recibirá adhesiones y apoyos por igual.

Si no lo hace así, repetirá la historia de Genoveva Huerta y se topará con pared.

Por lo pronto, este año Eduardo Rivera ya tomó todo lo que quería y podía.


Twitter: @jorgerdzc

La victoria de Augusta Valentina Díaz de Rivera sobre Genoveva Huerta Villegas en la lucha por la dirigencia estatal del PAN tiene lecturas que repasaremos de manera cronológica.

La primera tiene que ver con la aspirante fallida a la reelección y sus condiciones particulares al margen de la contendiente rival.

Genoveva Huerta llegó a la presidencia del Comité Directivo Estatal producto de la imposición de los extintos Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso Hidalgo, hecho suficiente para desacreditarla frente a ese amplio sector del panismo que obedecía en silencio y a regañadientes los dictados del exgobernador, pero que no compartía con él acciones ni objetivos.

La gran mayoría de esos críticos se encontraba dentro del panismo tradicional y confluía en intereses con uno de sus miembros más representativos: Eduardo Rivera Pérez.

Al morir Moreno Valle y Alonso, el morenovallismo se convirtió en una peste de la que todos quisieron huir, incluso aquellos que fueron beneficiados económicos y políticos del régimen.

Los descendientes políticos de Moreno Valle heredaron su mala reputación y fueron defenestrados por quienes se consideraban auténticos militantes del PAN.

El encumbramiento de Morena acabó por mandar el legado del exgobernador al basurero de los recuerdos.

Entre los herederos del poder caídos en desgracia hay que anotar a Genoveva Huerta, que aun en condiciones adversas no quiso ver la necesidad de concretar alianzas con los grupos contrarios a ella, sino todo lo contrario.

En lugar de trabajar en beneficio de su legitimidad y permanencia, se rodeó de afines, minimizó a sus críticos, segregó al partido y peleó con los antiguos enemigos de su jefe, entre ellos, y en primera fila, Eduardo Rivera.

Otro punto que jugó en su contra fue la serie de heridas que generó en el proceso de selección de candidatos a puestos de elección popular para los comicios de este año.

Genoveva Huerta dejó vestidos y alborotados a militantes a los que prometió candidaturas a diputados y presidentes municipales y no realizó la debida operación cicatriz con aquellos aspirantes que fueron hechos a un lado en las contiendas internas.

Así se ganó más enemigos.

Heredó a los odiadores de Moreno Valle y se hizo de los suyos propios.

Todos ellos debieron sumar sus votos a la planilla de Augusta Valentina y Marcos Castro para cobrarle la factura.

Esos fueron los factores internos que la condujeron a la derrota.

Los externos están estrechamente vinculados a Eduardo Rivera y a un enorme equipo de aliados que el presidente municipal de Puebla sumó a su causa para quitarle la dirigencia del partido a su archienemiga.

Pasada la jornada electoral del 6 de junio, Rivera Pérez comentaba, mitad en broma, mitad en serio, que para llegar hasta donde estaba había sido más difícil ganar la candidatura en el PAN, por las zancadillas de Genoveva, que vencer a Claudia Rivera Vivanco en las urnas, lo cual ya anticipaba el nivel de intensidad con que pelearía la dirigencia del partido llegado el momento.

El triunfo de Augusta Valentina y Marcos Castro es en realidad el triunfo de Eduardo Rivera, que con esto se apodera del partido y retira del camino los obstáculos que le impedían trazar el camino libre hacia la sucesión de gobernador del 2024.

Aquí radica la lectura principal de lo ocurrido este fin de semana en el PAN.

Con “Tití” y Marcos Castro al frente del Comité Directivo Estatal, el edil de Puebla tendrá ruta despejada para decidir por cualquiera de las dos posibilidades de competencia electoral que verá en ese año: la reelección en palacio municipal o la contienda de gobernador para despachar en Casa Aguayo.

Aparentemente nada lo detendrá, salvo su propio estilo personal de conducción partidista.

La clave estará en la inclusión.

Si abre las ventanas de oportunidad y participación política a todos los grupos, recibirá adhesiones y apoyos por igual.

Si no lo hace así, repetirá la historia de Genoveva Huerta y se topará con pared.

Por lo pronto, este año Eduardo Rivera ya tomó todo lo que quería y podía.


Twitter: @jorgerdzc