/ lunes 27 de septiembre de 2021

A Puerta Cerrada | Gali queda fuera de la guerra en el PAN y sin aliados

José Antonio Gali Fayad mira con sorpresa y desagrado cómo se le escapan las posibilidades de influir en la designación de candidatos del PAN para los procesos electorales de 2024 y con ello cómo se le cierra también la puerta para conseguir una postulación para sí mismo.

La batalla abiertamente marcada que se da en el partido blanquiazul de cara a la renovación de dirigencia ha dejado al exgobernador fuera de campo, sin pase de entrada para participar en la contienda, lo que ha impedido que pueda amarrar un acuerdo de provecho con alguno de los dos grupos.

Motivos sobran para no haber esperado la celebración de una alianza de Gali Fayad con Eduardo Rivera Pérez en la disputa por el control del partido, pero, en cambio, se anticipaba que mantuviera y hasta incrementara el grado de complicidad que tuvo hasta hace unos meses con la presidente del Comité Directivo Estatal en funciones, Genoveva Huerta Villegas.

Esa lucha fundamentalista, que ha dividido a los panistas en morenovallistas y yunquistas, como si no hubiese espacio para otras corrientes de pensamiento en ese instituto político, ha puesto fuera de lugar al exmandatario, que, aunque no posee militancia formal en el PAN, se asume con los méritos morales necesarios para ser considerado una voz de respeto entre sus filas.

La relevancia que el partido le obsequió durante el pasado proceso electoral, que le llevó a ser tomado en cuenta para una candidatura a diputado federal, sin embargo, se ha desvanecido.

Eduardo Rivera, Marcos Castro Martínez y Ana Teresa Aranda Orozco, entre muchos otros panistas adheridos a este grupo de poder, lo ven como un enemigo natural dentro del partido, y Genoveva Huerta le ha dado la espalda, haciéndole creer que sus opiniones, pero sobre todo, sus intereses, son importantes para ella, cuando en realidad no lo valora como un aliado de relevancia para su proyecto de reelección.

Gali ya veía aproximarse la crisis de poder, que no sería la primera que padece en el panismo, después de que en 2018 protagonizara una serie de desencuentros con los fallecidos Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso que lo condujeron a planear su partida del blanquiazul y posterior incursión en Morena, pero terminó de entender lo que se avecinaba al hacerse pública la alianza de Genoveva Huerta con Jorge Aguilar Chedraui.

Si para Gali el tránsito hacia una buena relación con Eduardo Rivera es complicado, difícil e incluso impensable, con Aguilar Chedraui es prácticamente imposible.

Genoveva Huerta ha decidido encausar su estrategia de reelección en una apuesta explícita por ir de vuelta al morenovallismo, aunque sin Moreno Valle, y no ha dudado en reincorporar a personajes simbólicos de ese periodo político del estado para darle coherencia y consistencia a sus palabras.

Ahí perdió el exgobernador, que nunca fue considerado un morenovallista de a de veras por los puros del grupo.

En la guerra por el PAN ya no hay tiempo ni condiciones para el surgimiento de un tercer bloque, uno con fuerza suficiente para pelearles la presidencia del partido a Genoveva Huerta y Ana Teresa Aranda.

Ese punto también juega en contra de Gali, que ha quedado sin cartas para sentarse a la mesa de las negociaciones en el 2024.

El exgobernador y expresidente municipal de Puebla tiene razones para estar sorprendido y molesto.

Parece haber quedado marginado del partido, sin derechos de privilegio para competir al menos por una postulación al interior del blanquiazul, para los comicios de ese año: la suya.

Twitter: @jorgerdzc

José Antonio Gali Fayad mira con sorpresa y desagrado cómo se le escapan las posibilidades de influir en la designación de candidatos del PAN para los procesos electorales de 2024 y con ello cómo se le cierra también la puerta para conseguir una postulación para sí mismo.

La batalla abiertamente marcada que se da en el partido blanquiazul de cara a la renovación de dirigencia ha dejado al exgobernador fuera de campo, sin pase de entrada para participar en la contienda, lo que ha impedido que pueda amarrar un acuerdo de provecho con alguno de los dos grupos.

Motivos sobran para no haber esperado la celebración de una alianza de Gali Fayad con Eduardo Rivera Pérez en la disputa por el control del partido, pero, en cambio, se anticipaba que mantuviera y hasta incrementara el grado de complicidad que tuvo hasta hace unos meses con la presidente del Comité Directivo Estatal en funciones, Genoveva Huerta Villegas.

Esa lucha fundamentalista, que ha dividido a los panistas en morenovallistas y yunquistas, como si no hubiese espacio para otras corrientes de pensamiento en ese instituto político, ha puesto fuera de lugar al exmandatario, que, aunque no posee militancia formal en el PAN, se asume con los méritos morales necesarios para ser considerado una voz de respeto entre sus filas.

La relevancia que el partido le obsequió durante el pasado proceso electoral, que le llevó a ser tomado en cuenta para una candidatura a diputado federal, sin embargo, se ha desvanecido.

Eduardo Rivera, Marcos Castro Martínez y Ana Teresa Aranda Orozco, entre muchos otros panistas adheridos a este grupo de poder, lo ven como un enemigo natural dentro del partido, y Genoveva Huerta le ha dado la espalda, haciéndole creer que sus opiniones, pero sobre todo, sus intereses, son importantes para ella, cuando en realidad no lo valora como un aliado de relevancia para su proyecto de reelección.

Gali ya veía aproximarse la crisis de poder, que no sería la primera que padece en el panismo, después de que en 2018 protagonizara una serie de desencuentros con los fallecidos Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso que lo condujeron a planear su partida del blanquiazul y posterior incursión en Morena, pero terminó de entender lo que se avecinaba al hacerse pública la alianza de Genoveva Huerta con Jorge Aguilar Chedraui.

Si para Gali el tránsito hacia una buena relación con Eduardo Rivera es complicado, difícil e incluso impensable, con Aguilar Chedraui es prácticamente imposible.

Genoveva Huerta ha decidido encausar su estrategia de reelección en una apuesta explícita por ir de vuelta al morenovallismo, aunque sin Moreno Valle, y no ha dudado en reincorporar a personajes simbólicos de ese periodo político del estado para darle coherencia y consistencia a sus palabras.

Ahí perdió el exgobernador, que nunca fue considerado un morenovallista de a de veras por los puros del grupo.

En la guerra por el PAN ya no hay tiempo ni condiciones para el surgimiento de un tercer bloque, uno con fuerza suficiente para pelearles la presidencia del partido a Genoveva Huerta y Ana Teresa Aranda.

Ese punto también juega en contra de Gali, que ha quedado sin cartas para sentarse a la mesa de las negociaciones en el 2024.

El exgobernador y expresidente municipal de Puebla tiene razones para estar sorprendido y molesto.

Parece haber quedado marginado del partido, sin derechos de privilegio para competir al menos por una postulación al interior del blanquiazul, para los comicios de ese año: la suya.

Twitter: @jorgerdzc