/ viernes 12 de noviembre de 2021

A Puerta Cerrada | Jorge Aguilar contra Eduardo Rivera

Ni Genoveva Huerta Villegas, ni Augusta Valentina Díaz de Rivera.

Tampoco Eduardo Alcántara Montiel, ni Marcos Castro Martínez.

Los verdaderos contendientes de la elección de presidenta del Comité Directivo Estatal del PAN, que se llevará a cabo el próximo domingo, serán Jorge Aguilar Chedraui y Eduardo Rivera Pérez, y no por menospreciar a las candidatas de las planillas en competencia, sino porque han sido estos dos personajes quienes han realizado acuerdos ocultos con los grupos de poder en el partido para sumarles apoyos a ellas.

La incursión del presidente municipal de Puebla no fue ninguna sorpresa.

Su juego como promotor de Marcos Castro para disputarle el poder a Genoveva Huerta estuvo siempre puesto sobre la mesa, a la vista de todos.

Circunstancias no previstas relacionadas con asuntos de género lo obligaron a pensar en una segunda opción: Ana Teresa Aranda Orozco, y luego en una tercera y última: Augusta Valentina Díaz de Rivera, “Tití” para sus amigos.

El impulso de Díaz de Rivera provino de Marcos Castro, que después de las elecciones del 6 de junio se puso a recorrer el estado en busca de adhesiones.

Pero la fuerza de Castro, candidato a secretario general que no deja sola a “Tití” en ningún momento, llegó de Eduardo Rivera, que tras bambalinas, o casi siempre tras bambalinas, hizo las negociaciones necesarias para comprometer el respaldo de los grupos, principalmente en la zona metropolitana del estado.

Un hombre importante en esta labor fue Abel Hernández López, el jefe de staff y de gabinete del primer periodo de Eduardo Rivera como alcalde que, se supone, estaba distanciado y hasta peleado con el edil.

Ahora se sabe que no es así, que Abel Hernández continúa o retornó a la primera línea de los colaboradores de máxima confianza del presidente municipal.

El caso de Jorge Aguilar fue distinto.

Las aspiraciones de reelección de Genoveva Huerta no son autoría del exdiputado local y exsecretario de Salud del gobierno de Rafael Moreno Valle.

Huerta Villegas se lanzó a la aventura por decisión propia, quizá un tanto impulsada por Eduardo Alcántara Montiel, y ya en el camino incorporó a Jorge Aguilar, más por conveniencia estratégica que por la añoranza del pasado.

Una vez celebrado el pacto, Genoveva Huerta y Jorge Aguilar creyeron que bastaría con poner a un personero como candidato a secretario general para transferirle a la planilla los bonos del exdiputado.

Así pusieron a Clemente Gómez Medina, un operador de Jorge Aguilar, y se fueron a la guerra.

No funcionó, al menos no cuando la dupla Augusta-Marcos (cobijada por Eduardo Rivera) apretó el paso y se puso a pelear –en serio—por la dirigencia.

Hace una semana, en viernes, aliados de Genoveva le propusieron bajar de la planilla a Clemente Gómez y poner en su lugar al auténtico candidato, Jorge Aguilar, pero este optó por permanecer en competencia desde fuera y ofreció ayudar desde la arena mediática, a través de las redes sociales.

Cumplió.

El martes se le fue a la yugular a Eduardo Rivera, sin reparos ni rodeos, y llevó la competencia a un mayor nivel de estridencia, de apasionamiento y de confrontación.

Después de asestarse todo tipo de cuchilladas en la pelea por la dirigencia estatal, los panistas corren el riesgo de llegar desangrados a las votaciones del domingo y no volver a unificarse en los próximos dos años y medio, tiempo que será crucial para tratar de encarar con éxito los comicios federales y locales del 2024.

Del resultado del domingo dependerán los reacomodos de fuerzas al interior del blanquiazul.

Si Genoveva gana, se replicará en el PAN la historia del último año, en la que dos grupos visibles pelearon permanentemente por la toma de decisiones y la asignación de candidaturas a puestos de elección popular, con la regular mediación del CEN.

La variante será el resurgimiento de Aguilar Chedraui como factor de poder.

Si Augusta resulta vencedora, Eduardo Rivera se erigirá en líder casi absoluto del partido y no tendrá obstáculos para desplegar los planes futuristas que enfocan hacia el 2024.

En cualquiera de los dos escenarios, lo que no habrá será reconciliación.


Twitter: @jorgerdzc

Ni Genoveva Huerta Villegas, ni Augusta Valentina Díaz de Rivera.

Tampoco Eduardo Alcántara Montiel, ni Marcos Castro Martínez.

Los verdaderos contendientes de la elección de presidenta del Comité Directivo Estatal del PAN, que se llevará a cabo el próximo domingo, serán Jorge Aguilar Chedraui y Eduardo Rivera Pérez, y no por menospreciar a las candidatas de las planillas en competencia, sino porque han sido estos dos personajes quienes han realizado acuerdos ocultos con los grupos de poder en el partido para sumarles apoyos a ellas.

La incursión del presidente municipal de Puebla no fue ninguna sorpresa.

Su juego como promotor de Marcos Castro para disputarle el poder a Genoveva Huerta estuvo siempre puesto sobre la mesa, a la vista de todos.

Circunstancias no previstas relacionadas con asuntos de género lo obligaron a pensar en una segunda opción: Ana Teresa Aranda Orozco, y luego en una tercera y última: Augusta Valentina Díaz de Rivera, “Tití” para sus amigos.

El impulso de Díaz de Rivera provino de Marcos Castro, que después de las elecciones del 6 de junio se puso a recorrer el estado en busca de adhesiones.

Pero la fuerza de Castro, candidato a secretario general que no deja sola a “Tití” en ningún momento, llegó de Eduardo Rivera, que tras bambalinas, o casi siempre tras bambalinas, hizo las negociaciones necesarias para comprometer el respaldo de los grupos, principalmente en la zona metropolitana del estado.

Un hombre importante en esta labor fue Abel Hernández López, el jefe de staff y de gabinete del primer periodo de Eduardo Rivera como alcalde que, se supone, estaba distanciado y hasta peleado con el edil.

Ahora se sabe que no es así, que Abel Hernández continúa o retornó a la primera línea de los colaboradores de máxima confianza del presidente municipal.

El caso de Jorge Aguilar fue distinto.

Las aspiraciones de reelección de Genoveva Huerta no son autoría del exdiputado local y exsecretario de Salud del gobierno de Rafael Moreno Valle.

Huerta Villegas se lanzó a la aventura por decisión propia, quizá un tanto impulsada por Eduardo Alcántara Montiel, y ya en el camino incorporó a Jorge Aguilar, más por conveniencia estratégica que por la añoranza del pasado.

Una vez celebrado el pacto, Genoveva Huerta y Jorge Aguilar creyeron que bastaría con poner a un personero como candidato a secretario general para transferirle a la planilla los bonos del exdiputado.

Así pusieron a Clemente Gómez Medina, un operador de Jorge Aguilar, y se fueron a la guerra.

No funcionó, al menos no cuando la dupla Augusta-Marcos (cobijada por Eduardo Rivera) apretó el paso y se puso a pelear –en serio—por la dirigencia.

Hace una semana, en viernes, aliados de Genoveva le propusieron bajar de la planilla a Clemente Gómez y poner en su lugar al auténtico candidato, Jorge Aguilar, pero este optó por permanecer en competencia desde fuera y ofreció ayudar desde la arena mediática, a través de las redes sociales.

Cumplió.

El martes se le fue a la yugular a Eduardo Rivera, sin reparos ni rodeos, y llevó la competencia a un mayor nivel de estridencia, de apasionamiento y de confrontación.

Después de asestarse todo tipo de cuchilladas en la pelea por la dirigencia estatal, los panistas corren el riesgo de llegar desangrados a las votaciones del domingo y no volver a unificarse en los próximos dos años y medio, tiempo que será crucial para tratar de encarar con éxito los comicios federales y locales del 2024.

Del resultado del domingo dependerán los reacomodos de fuerzas al interior del blanquiazul.

Si Genoveva gana, se replicará en el PAN la historia del último año, en la que dos grupos visibles pelearon permanentemente por la toma de decisiones y la asignación de candidaturas a puestos de elección popular, con la regular mediación del CEN.

La variante será el resurgimiento de Aguilar Chedraui como factor de poder.

Si Augusta resulta vencedora, Eduardo Rivera se erigirá en líder casi absoluto del partido y no tendrá obstáculos para desplegar los planes futuristas que enfocan hacia el 2024.

En cualquiera de los dos escenarios, lo que no habrá será reconciliación.


Twitter: @jorgerdzc