/ viernes 15 de octubre de 2021

A Puerta Cerrada | La importancia de comunicar bien

Un poco tarde, dos años después de iniciada la aventura en el servicio público a través de la presidencia municipal de Puebla, Claudia Rivera Vivanco admitía entre sus colaboradores que había errado en las políticas de comunicación social y aseguraba haber tomado las acciones correspondientes para enderezar el camino. A partir de entonces hizo esfuerzos visibles que, sin embargo, fueron insuficientes para cambiar una percepción social que ya la había juzgado.

Tras la derrota electoral y el intento fallido de reelección, en junio pasado, la desde hoy ex alcaldesa emprendió ejercicios introspectivos que la llevaron al mismo razonamiento: “no supimos comunicarle a la gente lo que hicimos en este ayuntamiento”.

El argumento de la activista emanada de la cuatroté para explicar uno de los factores que provocaron su derrota en las urnas puede abrir un debate airado entre quienes piensan como ella y quienes consideran que no tuvo qué comunicar porque no hizo nada o hizo muy poco, pero refleja la importancia del imaginario colectivo, la percepción, para juzgar y condenar el trabajo de un gobernante.

Los políticos novicios en el servicio público tardan en comprender la importancia de la comunicación social y cuando por fin lo hacen ya no tienen el tiempo suficiente para corregir el rumbo.

Eso ocurrió con los gobiernos de Morena que el jueves 14 de octubre bajaron las cortinas, como el de Rivera Vivanco, de la misma forma que en el pasado sucedió con los del PAN, que tras cortar una prolongadísima estadía del PRI en el poder batallaron para aprender el entramado que conduce a la creación de una percepción pública favorable.

Por más trabajo que realice y más resultados buenos que arroje una administración, si no lo comunica a los ciudadanos, no tendrá posibilidad de construir una narrativa que le ayude a generar una idea generalizada que se convierta en aprobación.

Así fue como Rivera Vivanco perdió la elección mucho tiempo antes de ir a la contienda electoral.

El 6 de junio solo recibió la condena de los electores que ya la habían juzgado, y mal.

Andrés Manuel López Obrador, por supuesto, se cocina aparte.

El presidente no comunica logros, pero mantiene un discurso de polarización que le funciona “como anillo al dedo” entre las clases menos favorecidas del país, que son la gran mayoría, porque alimenta la esperanza en un cambio de vida y sus deseos de revancha, contra los privilegiados y opresores.

Pero ese es otro asunto.

Nadie más en Morena es López Obrador, aunque muchos insistan en copiarle el modelo.

De regreso al punto, la posibilidad de reelección de presidentes municipales y los deseos de crecimiento de varios de ellos obliga, más que antes, a ser especialmente eficaces en la comunicación.

La percepción social es tan poderosa que marca la diferencia entre aquello que los ciudadanos definen como un buen o un mal gobernante, lo que derivará en la posibilidad de obsequiarle o negarle el voto una vez que vuelva a las urnas, en la siguiente contienda electoral.

Claudia Rivera terminó convencida de que no saber comunicar fue su principal problema para conseguir la aprobación de la gente.

Quizá, sí, fue uno de varios.

Que el caso sirva de lección para los que llegan, sean de Morena, PAN, PRI o cualquier otro partido.


Twitter: @jorgerdzc


Un poco tarde, dos años después de iniciada la aventura en el servicio público a través de la presidencia municipal de Puebla, Claudia Rivera Vivanco admitía entre sus colaboradores que había errado en las políticas de comunicación social y aseguraba haber tomado las acciones correspondientes para enderezar el camino. A partir de entonces hizo esfuerzos visibles que, sin embargo, fueron insuficientes para cambiar una percepción social que ya la había juzgado.

Tras la derrota electoral y el intento fallido de reelección, en junio pasado, la desde hoy ex alcaldesa emprendió ejercicios introspectivos que la llevaron al mismo razonamiento: “no supimos comunicarle a la gente lo que hicimos en este ayuntamiento”.

El argumento de la activista emanada de la cuatroté para explicar uno de los factores que provocaron su derrota en las urnas puede abrir un debate airado entre quienes piensan como ella y quienes consideran que no tuvo qué comunicar porque no hizo nada o hizo muy poco, pero refleja la importancia del imaginario colectivo, la percepción, para juzgar y condenar el trabajo de un gobernante.

Los políticos novicios en el servicio público tardan en comprender la importancia de la comunicación social y cuando por fin lo hacen ya no tienen el tiempo suficiente para corregir el rumbo.

Eso ocurrió con los gobiernos de Morena que el jueves 14 de octubre bajaron las cortinas, como el de Rivera Vivanco, de la misma forma que en el pasado sucedió con los del PAN, que tras cortar una prolongadísima estadía del PRI en el poder batallaron para aprender el entramado que conduce a la creación de una percepción pública favorable.

Por más trabajo que realice y más resultados buenos que arroje una administración, si no lo comunica a los ciudadanos, no tendrá posibilidad de construir una narrativa que le ayude a generar una idea generalizada que se convierta en aprobación.

Así fue como Rivera Vivanco perdió la elección mucho tiempo antes de ir a la contienda electoral.

El 6 de junio solo recibió la condena de los electores que ya la habían juzgado, y mal.

Andrés Manuel López Obrador, por supuesto, se cocina aparte.

El presidente no comunica logros, pero mantiene un discurso de polarización que le funciona “como anillo al dedo” entre las clases menos favorecidas del país, que son la gran mayoría, porque alimenta la esperanza en un cambio de vida y sus deseos de revancha, contra los privilegiados y opresores.

Pero ese es otro asunto.

Nadie más en Morena es López Obrador, aunque muchos insistan en copiarle el modelo.

De regreso al punto, la posibilidad de reelección de presidentes municipales y los deseos de crecimiento de varios de ellos obliga, más que antes, a ser especialmente eficaces en la comunicación.

La percepción social es tan poderosa que marca la diferencia entre aquello que los ciudadanos definen como un buen o un mal gobernante, lo que derivará en la posibilidad de obsequiarle o negarle el voto una vez que vuelva a las urnas, en la siguiente contienda electoral.

Claudia Rivera terminó convencida de que no saber comunicar fue su principal problema para conseguir la aprobación de la gente.

Quizá, sí, fue uno de varios.

Que el caso sirva de lección para los que llegan, sean de Morena, PAN, PRI o cualquier otro partido.


Twitter: @jorgerdzc