/ lunes 9 de mayo de 2022

A Puerta Cerrada | Mier, Armenta o Rivera, ¿quién ganó el 5 de mayo?

La ubicación y los pormenores de la participación de los tres principales aspirantes a la gubernatura en los festejos conmemorativos a la batalla del 5 de mayo terminaron por darle la razón al gobernador Miguel Barbosa, que días antes recomendó a los periodistas dejar de buscar mensajes cifrados donde no los hay.

El exhorto del Ejecutivo fue desoído por los integrantes del gremio (entre ellos el autor de esta columna), quienes en redes sociales primero y en columnas políticas después hicieron un amplio despliegue de información para detallar el paso de los tres suspirantes por la fiesta de Los Fuertes, frente al mausoleo del general Zaragoza y a unos metros del presidente López Obrador.

Barbosa acertó en su advertencia no por recomendar que no se armaran sesudas especulaciones a partir de la colocación de Ignacio Mier, Alejandro Armenta y Eduardo Rivera en las sillas dispuestas para contemplar el desfile cívico-militar, sino por la conclusión casi unánime de observadores y analistas políticos en torno, precisamente, al hecho.

Ignacio Mier fue ubicado en primera fila, la misma que el presidente, sí, pero a la extrema izquierda, en penúltimo lugar.

Alejandro Armenta fue sentado en la parte central, cerca del mandatario mexicano, bien, pero en segunda fila.

Eduardo Rivera fue puesto a la derecha de Mier, en la antepenúltima silla de la primera fila.

Ninguno recibió trato especial.

Quienes esperaban un mensaje de López Obrador para mirar sin error hacia dónde se dirige la sucesión de gobernador en Puebla, del lado de Morena, se quedaron con las ganas. Ni Mier ni Armenta sobresalieron.

La única diferencia visible fue el arribo del diputado federal a la zona del mausoleo.

Mier llegó en la misma camioneta que el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, a quien los analistas de la capital del país ubican como el plan emergente del presidente para su propia sucesión, en caso de que Sheinbaum y Ebrard descarrilen.

Pero nada más.

Eduardo Rivera no necesita el visto bueno de López Obrador para ser candidato a gobernador. El edil va por el PAN y en ese partido no tiene injerencia alguna la cuatroté. De ahí que resultara ocioso vincular su futuro político a la silla que le obsequiara el gobierno de la república esa mañana.

Del panista bastaba con saber si había sido invitado o no.

Sí lo fue.

Al final, la celebración en honor a los defensores de la patria (los de 1862) no inclinó la percepción a favor de uno u otro de los dos legisladores de Morena que acaparan la atención de los medios.

Mier y Armenta salieron como llegaron, exactamente igual.

El primero con la esperanza de que López Obrador le bendiga por sus contribuciones al régimen desde la coordinación de los diputados de Morena en San Lázaro y el segundo con la fe en que el factor Monreal no destruya esos años de precampaña desplegados en el estado.

Aquí es donde embona la advertencia del gobernador.

López Obrador es el dueño del tablero y el único protagonista importante de la cuatroté.

Así se asume el presidente.

Fuera de él no existe nadie más.

¿Cómo iba entonces a convertir la conmemoración del 5 de mayo, su evento, su fiesta, en un acto político local para beneficio de uno de sus muchos subordinados?

Impensable.

Miguel Barbosa, que conoce al inquilino de Palacio Nacional, lo sabía y lo anticipó.

Por eso pudo predecir que no habría señales allá donde los periodistas gustan (gustamos) de encontrarlas.

Acertó.

Imagine usted, apreciable lector, que la nota política la dieron Eduardo Rivera e Ignacio Mier, sentados juntos, uno al lado del otro, en una bizarra escena.

“¿De qué irán a hablar el presidente municipal y el diputado federal durante las más de dos horas que dura el desfile?”, se preguntaron de inmediato los espectadores.

Opciones había:

De sus responsabilidades públicas, de la política nacional, de la sucesión de Barbosa, del pasar de los contingentes y de sus (muy austeros) carros alegóricos.

También podrían haberse sincerado y conversar sobre cierta campaña mediática de desprestigio aderezada en contra del edil y de los eventuales costos económicos (y políticos) de terminar con ella.

Rivera y Mier concentraron las miradas y se convirtieron así en el acontecimiento local más comentado del día.

Sin las señales que se esperaban, la sucesión continuó esa tarde de jueves 5 de mayo de la misma forma en que se encontraba hasta antes del desfile.

En Morena corren dos precandidatos.

Y en el PAN, solo uno.

Por ahora.

Twitter: @jorgerdzc

La ubicación y los pormenores de la participación de los tres principales aspirantes a la gubernatura en los festejos conmemorativos a la batalla del 5 de mayo terminaron por darle la razón al gobernador Miguel Barbosa, que días antes recomendó a los periodistas dejar de buscar mensajes cifrados donde no los hay.

El exhorto del Ejecutivo fue desoído por los integrantes del gremio (entre ellos el autor de esta columna), quienes en redes sociales primero y en columnas políticas después hicieron un amplio despliegue de información para detallar el paso de los tres suspirantes por la fiesta de Los Fuertes, frente al mausoleo del general Zaragoza y a unos metros del presidente López Obrador.

Barbosa acertó en su advertencia no por recomendar que no se armaran sesudas especulaciones a partir de la colocación de Ignacio Mier, Alejandro Armenta y Eduardo Rivera en las sillas dispuestas para contemplar el desfile cívico-militar, sino por la conclusión casi unánime de observadores y analistas políticos en torno, precisamente, al hecho.

Ignacio Mier fue ubicado en primera fila, la misma que el presidente, sí, pero a la extrema izquierda, en penúltimo lugar.

Alejandro Armenta fue sentado en la parte central, cerca del mandatario mexicano, bien, pero en segunda fila.

Eduardo Rivera fue puesto a la derecha de Mier, en la antepenúltima silla de la primera fila.

Ninguno recibió trato especial.

Quienes esperaban un mensaje de López Obrador para mirar sin error hacia dónde se dirige la sucesión de gobernador en Puebla, del lado de Morena, se quedaron con las ganas. Ni Mier ni Armenta sobresalieron.

La única diferencia visible fue el arribo del diputado federal a la zona del mausoleo.

Mier llegó en la misma camioneta que el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, a quien los analistas de la capital del país ubican como el plan emergente del presidente para su propia sucesión, en caso de que Sheinbaum y Ebrard descarrilen.

Pero nada más.

Eduardo Rivera no necesita el visto bueno de López Obrador para ser candidato a gobernador. El edil va por el PAN y en ese partido no tiene injerencia alguna la cuatroté. De ahí que resultara ocioso vincular su futuro político a la silla que le obsequiara el gobierno de la república esa mañana.

Del panista bastaba con saber si había sido invitado o no.

Sí lo fue.

Al final, la celebración en honor a los defensores de la patria (los de 1862) no inclinó la percepción a favor de uno u otro de los dos legisladores de Morena que acaparan la atención de los medios.

Mier y Armenta salieron como llegaron, exactamente igual.

El primero con la esperanza de que López Obrador le bendiga por sus contribuciones al régimen desde la coordinación de los diputados de Morena en San Lázaro y el segundo con la fe en que el factor Monreal no destruya esos años de precampaña desplegados en el estado.

Aquí es donde embona la advertencia del gobernador.

López Obrador es el dueño del tablero y el único protagonista importante de la cuatroté.

Así se asume el presidente.

Fuera de él no existe nadie más.

¿Cómo iba entonces a convertir la conmemoración del 5 de mayo, su evento, su fiesta, en un acto político local para beneficio de uno de sus muchos subordinados?

Impensable.

Miguel Barbosa, que conoce al inquilino de Palacio Nacional, lo sabía y lo anticipó.

Por eso pudo predecir que no habría señales allá donde los periodistas gustan (gustamos) de encontrarlas.

Acertó.

Imagine usted, apreciable lector, que la nota política la dieron Eduardo Rivera e Ignacio Mier, sentados juntos, uno al lado del otro, en una bizarra escena.

“¿De qué irán a hablar el presidente municipal y el diputado federal durante las más de dos horas que dura el desfile?”, se preguntaron de inmediato los espectadores.

Opciones había:

De sus responsabilidades públicas, de la política nacional, de la sucesión de Barbosa, del pasar de los contingentes y de sus (muy austeros) carros alegóricos.

También podrían haberse sincerado y conversar sobre cierta campaña mediática de desprestigio aderezada en contra del edil y de los eventuales costos económicos (y políticos) de terminar con ella.

Rivera y Mier concentraron las miradas y se convirtieron así en el acontecimiento local más comentado del día.

Sin las señales que se esperaban, la sucesión continuó esa tarde de jueves 5 de mayo de la misma forma en que se encontraba hasta antes del desfile.

En Morena corren dos precandidatos.

Y en el PAN, solo uno.

Por ahora.

Twitter: @jorgerdzc