/ lunes 20 de diciembre de 2021

A Puerta Cerrada | Morena, AMLO y la ruta del asistencialismo nos quedan a deber

¿Morena es la esperanza de México?

Eso nos ha dicho el presidente Andrés Manuel López Obrador desde que hizo de este movimiento una asociación civil diez años atrás, en octubre de 2011.

Si nos apegamos al significado de esperanza, podremos decir que sí, que el partido presidencial ha generado en el grueso de los mexicanos un estado de ánimo optimista, una disposición que, gracias a la buena oratoria de su fundador, mira como alcanzables los deseos de bienestar y prosperidad que alberga.

Entre la elocuencia del discurso y la realidad, sin embargo, hay evidentes contrastes, y aquí es donde Morena, López Obrador y la cuatroté –todos son lo mismo—se llevan las críticas por los magros resultados de su quehacer gubernamental, a tres años de su arribo a la Presidencia.

Revisemos el caso Puebla.

La semana pasada confluyeron en el estado tres acontecimientos que sirven para hacer valoraciones importantes acerca del desempeño del gobierno federal emanado de la cuatroté.

Vayamos primero con el mandatario.

En la mañanera del miércoles López Obrador usó la pregunta de una reportera para responderle al gobernador Miguel Barbosa los señalamientos que este ha hecho respecto del escaso apoyo recibido en el estado por parte de la administración federal para atender necesidades específicas.

Preparado como quien espera una pregunta que, sabe, le será expresada, el tabasqueño dedicó la última parte de la conferencia de prensa para manifestar las acciones gubernamentales que ha desplegado en Puebla.

Fertilizantes gratuitos, becas para estudiantes, becas para jóvenes construyendo el futuro, pensión para adultos mayores, recursos para mantenimiento de escuelas públicas, créditos a la palabra, pensión para niños y jóvenes con discapacidad, tandas para el bienestar y jornales para campesinos fueron los programas mencionados por el presidente en una retahíla cercana a los veinte minutos.

Al final dijo que más del 70 por ciento de los hogares de Puebla recibe al menos uno de los apoyos otorgados por su gobierno.

Orgulloso, sobrado de ánimo, como de costumbre, afirmó que eso que pasa en Puebla ocurre en todo México y subrayó que es la muestra del porqué la gente respalda a su administración. “Son hechos, no palabras. No hay una comunidad del país donde no llegue el apoyo”, remató.

Para infortunio nuestro, ese mismo día surgieron datos que no son coherentes con el optimismo presidencial y que retratan una Puebla muy diferente a la esbozada en esa mañanera.

Antes de ir al segundo y tercer acontecimiento sucedidos esa semana reparemos en un punto relevante. Las acciones del gobierno de López Obrador en Puebla corresponden, prácticamente todas, a la entrega de dinero en efectivo.

La lista de apoyos leída en público por el propio presidente estuvo plagada de programas asistenciales, esos que están orientados a resolver problemas sociales a través de la ayuda externa, casi siempre temporal, en lugar de generar soluciones estructurales de largo plazo.

Ese miércoles la Organización Editorial Mexicana, a la que pertenece este diario, dio a conocer una investigación del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) sobre la inversión pública que se ha realizado en obras de infraestructura social en los estados del país.

La conclusión fue severa: por una inequitativa distribución de los recursos federales, en 2020 solo cuatro entidades: México, Campeche, Tabasco y la Ciudad de México concentraron tres cuartas partes del presupuesto destinado para ese rubro, contra 28 que se quedaron con apenas una cuarta parte del total.

En el grupo de las entidades marginadas estuvo Puebla, por supuesto, que, además, obtuvo el deshonroso último lugar en inversión pública por habitante.

Podríamos decir que, en términos de obra pública, los poblanos somos los malqueridos de López Obrador, pero ese es un asunto de matices políticos que no abordaremos por ahora.

Hasta aquí ya habíamos confirmado la preferencia del mandatario por el asistencialismo, que le devuelve el afecto y los votos de los beneficiarios, por encima de la generación de desarrollo económico mediante la inversión pública.

Para él deben ser los miembros de la iniciativa privada quienes produzcan inversión y empleo en el país, quienes generen derrama económica, aunque los maltrate y los confronte con el “pueblo bueno” cada vez que necesite señalar culpables de la desigualdad social.

Los partidarios de las políticas públicas del tabasqueño podrán afirmar, empero, a partir de su propia experiencia o de la de terceros, que es mejor regalar el dinero directamente a la gente que destinarlo a obras. Podrán argumentar que hacerlo así es más eficiente para resultados prácticos de combate a la pobreza. La opinión es respetable, pero atención con esto:

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) nos dio un portazo en la cara al informarnos que casi la mitad de los poblanos seguimos igual de pobres, o más, que en el pasado.

Esa larga lista de programas asistenciales expresada en público el miércoles 15 de diciembre no ha mejorado las condiciones de vida de los poblanos, como tampoco de los mexicanos en general.

La ciudad de Puebla escaló dos posiciones en la tabla nacional de los municipios más marginados.

Pasó de ser la segunda más pobre en 2015 a la cuarta en 2020.

Pero eso en realidad es un espejismo, porque en 2015 el 44 por ciento de su población vivía en condiciones de pobreza y pobreza extrema, contra 47 por ciento que lo hizo en 2020. Comparados fuera, mejoramos dos posiciones, pero comparados dentro, empeoramos.

Puebla no parece haber mejorado con López Obrador.

Y que conste que ya no hablamos de la inflación ni del crimen organizado.

¿Morena es entonces la esperanza de México?

Usted dígame.

***

El autor de A puerta cerrada aprovechará la transición de un año a otro para tomar un necesarísimo descanso. Felices fiestas –pese a todo—y muchas gracias por el tiempo obsequiado a la lectura de este espacio durante 2021. Ha sido un honor trabajar para usted, como sea que se llame, a lo que sea que se dedique y donde quiera que se encuentre, incluso si ha disentido con su servidor. Esta columna lo espera de vuelta en enero.

Twitter: @jorgerdzc

¿Morena es la esperanza de México?

Eso nos ha dicho el presidente Andrés Manuel López Obrador desde que hizo de este movimiento una asociación civil diez años atrás, en octubre de 2011.

Si nos apegamos al significado de esperanza, podremos decir que sí, que el partido presidencial ha generado en el grueso de los mexicanos un estado de ánimo optimista, una disposición que, gracias a la buena oratoria de su fundador, mira como alcanzables los deseos de bienestar y prosperidad que alberga.

Entre la elocuencia del discurso y la realidad, sin embargo, hay evidentes contrastes, y aquí es donde Morena, López Obrador y la cuatroté –todos son lo mismo—se llevan las críticas por los magros resultados de su quehacer gubernamental, a tres años de su arribo a la Presidencia.

Revisemos el caso Puebla.

La semana pasada confluyeron en el estado tres acontecimientos que sirven para hacer valoraciones importantes acerca del desempeño del gobierno federal emanado de la cuatroté.

Vayamos primero con el mandatario.

En la mañanera del miércoles López Obrador usó la pregunta de una reportera para responderle al gobernador Miguel Barbosa los señalamientos que este ha hecho respecto del escaso apoyo recibido en el estado por parte de la administración federal para atender necesidades específicas.

Preparado como quien espera una pregunta que, sabe, le será expresada, el tabasqueño dedicó la última parte de la conferencia de prensa para manifestar las acciones gubernamentales que ha desplegado en Puebla.

Fertilizantes gratuitos, becas para estudiantes, becas para jóvenes construyendo el futuro, pensión para adultos mayores, recursos para mantenimiento de escuelas públicas, créditos a la palabra, pensión para niños y jóvenes con discapacidad, tandas para el bienestar y jornales para campesinos fueron los programas mencionados por el presidente en una retahíla cercana a los veinte minutos.

Al final dijo que más del 70 por ciento de los hogares de Puebla recibe al menos uno de los apoyos otorgados por su gobierno.

Orgulloso, sobrado de ánimo, como de costumbre, afirmó que eso que pasa en Puebla ocurre en todo México y subrayó que es la muestra del porqué la gente respalda a su administración. “Son hechos, no palabras. No hay una comunidad del país donde no llegue el apoyo”, remató.

Para infortunio nuestro, ese mismo día surgieron datos que no son coherentes con el optimismo presidencial y que retratan una Puebla muy diferente a la esbozada en esa mañanera.

Antes de ir al segundo y tercer acontecimiento sucedidos esa semana reparemos en un punto relevante. Las acciones del gobierno de López Obrador en Puebla corresponden, prácticamente todas, a la entrega de dinero en efectivo.

La lista de apoyos leída en público por el propio presidente estuvo plagada de programas asistenciales, esos que están orientados a resolver problemas sociales a través de la ayuda externa, casi siempre temporal, en lugar de generar soluciones estructurales de largo plazo.

Ese miércoles la Organización Editorial Mexicana, a la que pertenece este diario, dio a conocer una investigación del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) sobre la inversión pública que se ha realizado en obras de infraestructura social en los estados del país.

La conclusión fue severa: por una inequitativa distribución de los recursos federales, en 2020 solo cuatro entidades: México, Campeche, Tabasco y la Ciudad de México concentraron tres cuartas partes del presupuesto destinado para ese rubro, contra 28 que se quedaron con apenas una cuarta parte del total.

En el grupo de las entidades marginadas estuvo Puebla, por supuesto, que, además, obtuvo el deshonroso último lugar en inversión pública por habitante.

Podríamos decir que, en términos de obra pública, los poblanos somos los malqueridos de López Obrador, pero ese es un asunto de matices políticos que no abordaremos por ahora.

Hasta aquí ya habíamos confirmado la preferencia del mandatario por el asistencialismo, que le devuelve el afecto y los votos de los beneficiarios, por encima de la generación de desarrollo económico mediante la inversión pública.

Para él deben ser los miembros de la iniciativa privada quienes produzcan inversión y empleo en el país, quienes generen derrama económica, aunque los maltrate y los confronte con el “pueblo bueno” cada vez que necesite señalar culpables de la desigualdad social.

Los partidarios de las políticas públicas del tabasqueño podrán afirmar, empero, a partir de su propia experiencia o de la de terceros, que es mejor regalar el dinero directamente a la gente que destinarlo a obras. Podrán argumentar que hacerlo así es más eficiente para resultados prácticos de combate a la pobreza. La opinión es respetable, pero atención con esto:

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) nos dio un portazo en la cara al informarnos que casi la mitad de los poblanos seguimos igual de pobres, o más, que en el pasado.

Esa larga lista de programas asistenciales expresada en público el miércoles 15 de diciembre no ha mejorado las condiciones de vida de los poblanos, como tampoco de los mexicanos en general.

La ciudad de Puebla escaló dos posiciones en la tabla nacional de los municipios más marginados.

Pasó de ser la segunda más pobre en 2015 a la cuarta en 2020.

Pero eso en realidad es un espejismo, porque en 2015 el 44 por ciento de su población vivía en condiciones de pobreza y pobreza extrema, contra 47 por ciento que lo hizo en 2020. Comparados fuera, mejoramos dos posiciones, pero comparados dentro, empeoramos.

Puebla no parece haber mejorado con López Obrador.

Y que conste que ya no hablamos de la inflación ni del crimen organizado.

¿Morena es entonces la esperanza de México?

Usted dígame.

***

El autor de A puerta cerrada aprovechará la transición de un año a otro para tomar un necesarísimo descanso. Felices fiestas –pese a todo—y muchas gracias por el tiempo obsequiado a la lectura de este espacio durante 2021. Ha sido un honor trabajar para usted, como sea que se llame, a lo que sea que se dedique y donde quiera que se encuentre, incluso si ha disentido con su servidor. Esta columna lo espera de vuelta en enero.

Twitter: @jorgerdzc