/ lunes 6 de septiembre de 2021

A Puerta Cerrada | ¿Quién manda en la UDLAP?

¿Qué hace Armando Ríos Piter en la UDLAP?

Esa es la pregunta que tienen que hacerse los integrantes del patronato que lo eligieron rector interino después de ver que, casi dos meses después de su nombramiento, no ha podido tomar las riendas de la institución y se encuentra imposibilitado para satisfacer las demandas de una comunidad que exige la normalización de la vida universitaria.

“Lo que se vive en los juzgados no tiene ni tendrá repercusión alguna en las aulas y en los lugares de trabajo”, asienta parte de un amplio texto difundido el pasado jueves por representantes del nuevo patronato de la Fundación Universidad de las Américas Puebla, firmado por el apoderado legal, Rodrigo Gurza Cárdenas, que intenta responder a quienes demandan la liberación del campus de Santa Catarina Mártir y el regreso a clases presenciales.

La aseveración, sin embargo, es inexacta, porque lo que se vive en los juzgados, y que estalló el 29 de junio con la toma de la universidad, sí ha repercutido en las aulas y en los lugares de trabajo.

Al día de hoy, la nueva administración del campus no ha podido dar una respuesta concreta a los estudiantes, que quieren asistir a clases en la universidad, como debe de ser, y mantiene en vilo a los empleados, que observan temerosos cómo ninguna de las personas que se presumen a cargo puede tomar decisiones.

La mejor evidencia del desorden ocurrió la semana pasada y fue pública.

La reacción de Ríos Piter ante la protesta del lunes en las inmediaciones del campus no fue la que se esperaba de un rector con los hilos del control en la mano, sino la de una persona que espera el acomodo circunstancial de las cosas para salir adelante en sus metas.

Al margen de las comprensibles simpatías con el depuesto patronato de la familia Jenkins de Landa y el exrector Luis Ernesto Derbez, los 500 manifestantes del 30 de agosto coincidieron en un solo reclamo: la reapertura de la universidad a las clases presenciales.

La exigencia representaba un buen momento para legitimar a los nuevos responsables de la institución, que con una respuesta clara y satisfactoria habrían desactivado mucho de la inconformidad que existe principalmente entre alumnos y padres de familia, pero ninguno de ellos se dio cuenta de eso y perdieron la oportunidad.

¿Qué consiguieron los manifestantes de aquel lunes con la protesta?

Nada.

Solo un planteamiento tan abstracto que dio lo mismo no tenerlo.

Ríos Piter publicó una propuesta en redes sociales que se redujo a una sola cosa: crear un grupo de trabajo para hacer entre todos una estrategia que permita la vuelta a la institución.

¿Nada más eso?

Sí.

Debió presentar un plan ya trazado y claro, que incluyera fechas, reglas y condiciones adecuadas para el regreso seguro en el contexto de la crisis sanitaria, pero no lo hizo.

El responsable de la universidad privada más importante del estado llegó al 30 de agosto, día generalizado del retorno a clases en tooodo el país, sin una estrategia de retorno para sus casi 9 mil estudiantes, repartidos en 52 licenciaturas, 15 maestrías y seis doctorados.

El suceso debe prender las alarmas en el patronato que lideran Horacio Magaña Martínez y Adalberto Ramos y en la Junta para el Cuidado de las Instituciones de Beneficencia Privada, pues exhibe a un rector interino que no ha sido muy avezado en el cumplimiento de su encomienda.

La carta en formato de comunicado que circuló el jueves es elocuente en su evidencia.

Armando Ríos y Rodrigo Gurza exponen que en la UDLAP hay personas “que por su cercanía con el anterior rector (en alusión a Derbez) han preferido mantener una actitud facciosa y resistirse a realizar las actividades para las cuales se les sigue pagando.”

El texto agrega que esas mismas áreas escolares publicaron algunas semanas atrás el aplazamiento para regresar a clases presenciales en el formato híbrido, debido a la pandemia, hasta el 27 de septiembre, para licenciaturas y doctorados, y el 24 de octubre, para maestrías.

Con esto enviaron un mensaje equivocado, al decir que la definición de los plazos para la vuelta a la universidad está en manos de los aliados de Derbez y no de ellos.

¿Quién manda entonces en la UDLAP?

La toma de la universidad suma dos meses y una semana.

El arribo de Ríos Piter está próximo a cumplir 60 días.

En el sector más politizado de la comunidad universitaria existe malestar por la forma en que se ha dirimido hasta ahora el conflicto legal entre los integrantes de la familia Jenkins de Landa por la supuesta comisión de un multimillonario fraude filantrópico.

Este sector reconoce legitimidad y autoridad en el antiguo patronato, no en el nuevo.

Al nuevo lo llama espurio.

Pero fuera de ese sector hay otro más grande que solo desea el retorno a la normalidad, con la conservación de los valores morales y académicos que le han otorgado el mayor de los prestigios a la institución, independientemente de quién gane o quién pierda la guerra jurídica.

¿A poco no merecen, todos, un rector y un patronato a la altura?


Twitter: @jorgerdzc

¿Qué hace Armando Ríos Piter en la UDLAP?

Esa es la pregunta que tienen que hacerse los integrantes del patronato que lo eligieron rector interino después de ver que, casi dos meses después de su nombramiento, no ha podido tomar las riendas de la institución y se encuentra imposibilitado para satisfacer las demandas de una comunidad que exige la normalización de la vida universitaria.

“Lo que se vive en los juzgados no tiene ni tendrá repercusión alguna en las aulas y en los lugares de trabajo”, asienta parte de un amplio texto difundido el pasado jueves por representantes del nuevo patronato de la Fundación Universidad de las Américas Puebla, firmado por el apoderado legal, Rodrigo Gurza Cárdenas, que intenta responder a quienes demandan la liberación del campus de Santa Catarina Mártir y el regreso a clases presenciales.

La aseveración, sin embargo, es inexacta, porque lo que se vive en los juzgados, y que estalló el 29 de junio con la toma de la universidad, sí ha repercutido en las aulas y en los lugares de trabajo.

Al día de hoy, la nueva administración del campus no ha podido dar una respuesta concreta a los estudiantes, que quieren asistir a clases en la universidad, como debe de ser, y mantiene en vilo a los empleados, que observan temerosos cómo ninguna de las personas que se presumen a cargo puede tomar decisiones.

La mejor evidencia del desorden ocurrió la semana pasada y fue pública.

La reacción de Ríos Piter ante la protesta del lunes en las inmediaciones del campus no fue la que se esperaba de un rector con los hilos del control en la mano, sino la de una persona que espera el acomodo circunstancial de las cosas para salir adelante en sus metas.

Al margen de las comprensibles simpatías con el depuesto patronato de la familia Jenkins de Landa y el exrector Luis Ernesto Derbez, los 500 manifestantes del 30 de agosto coincidieron en un solo reclamo: la reapertura de la universidad a las clases presenciales.

La exigencia representaba un buen momento para legitimar a los nuevos responsables de la institución, que con una respuesta clara y satisfactoria habrían desactivado mucho de la inconformidad que existe principalmente entre alumnos y padres de familia, pero ninguno de ellos se dio cuenta de eso y perdieron la oportunidad.

¿Qué consiguieron los manifestantes de aquel lunes con la protesta?

Nada.

Solo un planteamiento tan abstracto que dio lo mismo no tenerlo.

Ríos Piter publicó una propuesta en redes sociales que se redujo a una sola cosa: crear un grupo de trabajo para hacer entre todos una estrategia que permita la vuelta a la institución.

¿Nada más eso?

Sí.

Debió presentar un plan ya trazado y claro, que incluyera fechas, reglas y condiciones adecuadas para el regreso seguro en el contexto de la crisis sanitaria, pero no lo hizo.

El responsable de la universidad privada más importante del estado llegó al 30 de agosto, día generalizado del retorno a clases en tooodo el país, sin una estrategia de retorno para sus casi 9 mil estudiantes, repartidos en 52 licenciaturas, 15 maestrías y seis doctorados.

El suceso debe prender las alarmas en el patronato que lideran Horacio Magaña Martínez y Adalberto Ramos y en la Junta para el Cuidado de las Instituciones de Beneficencia Privada, pues exhibe a un rector interino que no ha sido muy avezado en el cumplimiento de su encomienda.

La carta en formato de comunicado que circuló el jueves es elocuente en su evidencia.

Armando Ríos y Rodrigo Gurza exponen que en la UDLAP hay personas “que por su cercanía con el anterior rector (en alusión a Derbez) han preferido mantener una actitud facciosa y resistirse a realizar las actividades para las cuales se les sigue pagando.”

El texto agrega que esas mismas áreas escolares publicaron algunas semanas atrás el aplazamiento para regresar a clases presenciales en el formato híbrido, debido a la pandemia, hasta el 27 de septiembre, para licenciaturas y doctorados, y el 24 de octubre, para maestrías.

Con esto enviaron un mensaje equivocado, al decir que la definición de los plazos para la vuelta a la universidad está en manos de los aliados de Derbez y no de ellos.

¿Quién manda entonces en la UDLAP?

La toma de la universidad suma dos meses y una semana.

El arribo de Ríos Piter está próximo a cumplir 60 días.

En el sector más politizado de la comunidad universitaria existe malestar por la forma en que se ha dirimido hasta ahora el conflicto legal entre los integrantes de la familia Jenkins de Landa por la supuesta comisión de un multimillonario fraude filantrópico.

Este sector reconoce legitimidad y autoridad en el antiguo patronato, no en el nuevo.

Al nuevo lo llama espurio.

Pero fuera de ese sector hay otro más grande que solo desea el retorno a la normalidad, con la conservación de los valores morales y académicos que le han otorgado el mayor de los prestigios a la institución, independientemente de quién gane o quién pierda la guerra jurídica.

¿A poco no merecen, todos, un rector y un patronato a la altura?


Twitter: @jorgerdzc