/ miércoles 14 de octubre de 2020

Activismo -vs- incongruencia

Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo

Cicerón

Hay quienes están convencidos que me encanta nadar contra la corriente; pero no, no es así. Sé que no van a cambiar de parecer de la misma manera que tampoco yo, estamos igual. Me refiero a las cosas esenciales a las que no se deben frenar, menos asentir por el hecho de quedar bien o para ser aceptados en sociedad, o aceptar por simple moda. Por ello propongo el tema: activismo -vs- incongruencia.

Así, entre realidad y cuento, en una plática cerrada vía chat, me dijo un ser amado: “Si sigues manteniendo ese criterio sobre la ideología de género, te puedes quedar solo. Muchos no piensan como tú.” Y sí, tiene razón, muchos no, muchísimos sí. Solo es una precisión cuantitativa-cualitativa.

Me sorprendió de forma extraña como había brotado aquella advertencia que no tenía nada que ver con lo que se platicaba; hablábamos de las pruebas rápidas para saber si se es positivo o negativo del COVID-19.

Percibí que lo dicho era algo que tenía atorado, quizás no le dejaba dormir desde algún tiempo, no lo sé. Al parecer necesitaba expeler esa obstrucción apresada en su garganta y lo hizo.

Pero quise acceder a su interior para saber qué, no pude. Su rostro en cámara gritaba sin hablar; le mire -digo yo- con dulzura; entonces sus ojos que me dijeron: “Toma esto que te digo en consideración”.

Para tener claro qué pensaba y yo no suponer nada le pregunté: ¿Y si no cambio qué pasaría? Me respondió: “Pues, te digo, no serás aceptado en el grupo con tus criterios porque son posturas intolerantes y te quedarás solo, la gente está cambiando, nadie te responde; yo nada más escucho.” Concluyó.

Dije lo suficiente, me despedí, salí. Luego caminando en el patio y me pregunté: “¿De verdad creerán aquellos que soy intolerante?” Me sonreí con un rostro giocondo y, cavilé: “Si defender el derecho a la vida, la cultura del amor (no solo el corporal); la dignidad humana, el respeto del cuerpo total, la moral, los valores, los principios… significa que me quedaría solo, ¿eso me importaría mucho? Por poco grito: ¡Claro que no, amén!

Uno de los mayores placeres de la vida es precisamente sentirse libre, defendiendo las causas sustanciales, y yo lo hago con gusto.

A propósito, la libertad por un lado y por el otro el de intolerancia me recuerda el tema coyuntural: el 12 de octubre.

El lunes publiqué en Facebook: “Quien vive en la cárcel del pasado, por elección vive preso en una supuesta libertad. Así, “para bien o para mal”, hoy todos somos fruto de nuestro pasado; y somos los responsables del presente y futuro. No entiendo en el caso de activistas sociales (en su conciencia social) para qué seguir sufriendo (eso dicen) el 12 de octubre como el mal de hace 5 siglos, mientras que hoy el relativismo y el egoísmo humanos acaba con la vida, por ejemplo, de los bebés en los vientres. ¿Es eso acaso congruente? ¿Preocupados y adoloridos por lo que pasó y son permisivos con los asesinatos del presente? ¡¡¡Por amor de Dios!!!

Yo no sé si usted es una persona feliz o infeliz, si su autoestima es alta o baja; si está frustrada o no; si es una persona realizada o no. Lo cierto es que usted es hoy lo que ha decido ser. Y aunque los gobiernos son responsables del beneficio social, cada quién es responsable de lo que le corresponde aportar.

O, ¿será usted de los convencidos que “el genocidio” de los tiempos de la colonia y conquista hoy nos impide ser mejores por la herencia cultural? ¿Le va a seguir achacando la ruindad humana a Cristóbal Colón, a Hernán Cortés, a Francisco Pizarro, a Cabeza de Vaca, a Diego de Almagro? ¡Pare de sufrir! ¿Le suena?

Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo

Cicerón

Hay quienes están convencidos que me encanta nadar contra la corriente; pero no, no es así. Sé que no van a cambiar de parecer de la misma manera que tampoco yo, estamos igual. Me refiero a las cosas esenciales a las que no se deben frenar, menos asentir por el hecho de quedar bien o para ser aceptados en sociedad, o aceptar por simple moda. Por ello propongo el tema: activismo -vs- incongruencia.

Así, entre realidad y cuento, en una plática cerrada vía chat, me dijo un ser amado: “Si sigues manteniendo ese criterio sobre la ideología de género, te puedes quedar solo. Muchos no piensan como tú.” Y sí, tiene razón, muchos no, muchísimos sí. Solo es una precisión cuantitativa-cualitativa.

Me sorprendió de forma extraña como había brotado aquella advertencia que no tenía nada que ver con lo que se platicaba; hablábamos de las pruebas rápidas para saber si se es positivo o negativo del COVID-19.

Percibí que lo dicho era algo que tenía atorado, quizás no le dejaba dormir desde algún tiempo, no lo sé. Al parecer necesitaba expeler esa obstrucción apresada en su garganta y lo hizo.

Pero quise acceder a su interior para saber qué, no pude. Su rostro en cámara gritaba sin hablar; le mire -digo yo- con dulzura; entonces sus ojos que me dijeron: “Toma esto que te digo en consideración”.

Para tener claro qué pensaba y yo no suponer nada le pregunté: ¿Y si no cambio qué pasaría? Me respondió: “Pues, te digo, no serás aceptado en el grupo con tus criterios porque son posturas intolerantes y te quedarás solo, la gente está cambiando, nadie te responde; yo nada más escucho.” Concluyó.

Dije lo suficiente, me despedí, salí. Luego caminando en el patio y me pregunté: “¿De verdad creerán aquellos que soy intolerante?” Me sonreí con un rostro giocondo y, cavilé: “Si defender el derecho a la vida, la cultura del amor (no solo el corporal); la dignidad humana, el respeto del cuerpo total, la moral, los valores, los principios… significa que me quedaría solo, ¿eso me importaría mucho? Por poco grito: ¡Claro que no, amén!

Uno de los mayores placeres de la vida es precisamente sentirse libre, defendiendo las causas sustanciales, y yo lo hago con gusto.

A propósito, la libertad por un lado y por el otro el de intolerancia me recuerda el tema coyuntural: el 12 de octubre.

El lunes publiqué en Facebook: “Quien vive en la cárcel del pasado, por elección vive preso en una supuesta libertad. Así, “para bien o para mal”, hoy todos somos fruto de nuestro pasado; y somos los responsables del presente y futuro. No entiendo en el caso de activistas sociales (en su conciencia social) para qué seguir sufriendo (eso dicen) el 12 de octubre como el mal de hace 5 siglos, mientras que hoy el relativismo y el egoísmo humanos acaba con la vida, por ejemplo, de los bebés en los vientres. ¿Es eso acaso congruente? ¿Preocupados y adoloridos por lo que pasó y son permisivos con los asesinatos del presente? ¡¡¡Por amor de Dios!!!

Yo no sé si usted es una persona feliz o infeliz, si su autoestima es alta o baja; si está frustrada o no; si es una persona realizada o no. Lo cierto es que usted es hoy lo que ha decido ser. Y aunque los gobiernos son responsables del beneficio social, cada quién es responsable de lo que le corresponde aportar.

O, ¿será usted de los convencidos que “el genocidio” de los tiempos de la colonia y conquista hoy nos impide ser mejores por la herencia cultural? ¿Le va a seguir achacando la ruindad humana a Cristóbal Colón, a Hernán Cortés, a Francisco Pizarro, a Cabeza de Vaca, a Diego de Almagro? ¡Pare de sufrir! ¿Le suena?