/ jueves 18 de febrero de 2021

¡Ahí viene el lobo!

Que un partido, en este caso el PAN, condicionara a Rivera Pérez a que la candidatura a presidente municipal de Puebla fuera suya, a cambio de incluir en la planilla de regidores a sus compañeros de instituto, para ir en unidad a las elecciones de junio, siempre tuvo lógica política.

Lo que pasó fue que el planteamiento mediático fue distorsionado maliciosamente en perjuicio de la imagen pública de Genoveva Huerta, a la que frecuentemente acusaron de condicionar a Lalo, de atacarlo y de imponerle.

En el rodaje de la película recién finalizada por los panistas situaron a Rivera Pérez en dos fragmentos protagónicos. Como la víctima, “el pobrecito”, el ceniciento, el cordero al que quería devorar el lobo feroz. En fin.

Pero también lo proyectaron como el Godzilla invencible de los poblanos, al que nadie, ni las fauces babeantes de Biestro ni el látigo de fuego de Claudia era capaz de derrotar en las urnas porque su núcleo de poder se ubica en el Olimpo de las encuestas.

Ese falso relato fue vendido a bajo costo. La política es negociación, es recibir, pero también ceder, de ahí la confusión del político profesional de si es arte, ciencia o técnica, en cualquiera de los casos es una forma diplomática de distribuir los recursos y el poder mediante el diálogo.

Encuestadoras de Estados Unidos pronosticaron un cerrado resultado comicial entre Biden y Trump, sin embargo, la paliza del demócrata al republicano fue de antología, se equivocaron las firmas demoscópicas como ya lo han hecho antes allá y acá.

En sus crónicas cotidianas los críticos oficialistas repitieron muchas veces no entender las razones que motivaron a Genoveva a no darle, desde el principio, la candidatura a Lalo Rivera el poderoso Godzilla. Hasta el hartazgo la ofendieron, la humillaron.

Fueron ellos distorsionadores y manipuladores de la verdad. A sus mismos hijos cuando salen de sus casas con permiso bajo el brazo les leen la cartilla de la hora y las condiciones en que deben regresar.

En todas partes del mundo la democracia interna de los partidos se practica a través del diálogo y la negociación. Así se construyen las nominaciones de los candidatos.

Ningún político que presuma ser el rey de las encuestas es garantía de triunfo en la renovación de puestos de elección popular. López Zavala podría platicar de ello. AMLO y su experiencia de 2006 también. Trump mismo en un momento dado fue el puntero en preferencias, y miren nomás lo que pasó.

En Morena terminará por ocurrir algo muy parecido, pues Biestro y su grupo carecen del control absoluto del partido, como fue el caso de Lalo y el PAN. Y si Garmendia y Evangelista llegaran a doblegarse a su candidatura, la planilla de acompañamiento difícilmente sería enteramente suya.

Ninguna expresión gana del todo y ninguna pierde por completo en una negociación política como la que sostuvo Lalo Rivera y su partido, como tampoco ninguno perderá por entero en Morena cuando Biestro, Claudia o el Chelis concluyan su drama.

Que un partido, en este caso el PAN, condicionara a Rivera Pérez a que la candidatura a presidente municipal de Puebla fuera suya, a cambio de incluir en la planilla de regidores a sus compañeros de instituto, para ir en unidad a las elecciones de junio, siempre tuvo lógica política.

Lo que pasó fue que el planteamiento mediático fue distorsionado maliciosamente en perjuicio de la imagen pública de Genoveva Huerta, a la que frecuentemente acusaron de condicionar a Lalo, de atacarlo y de imponerle.

En el rodaje de la película recién finalizada por los panistas situaron a Rivera Pérez en dos fragmentos protagónicos. Como la víctima, “el pobrecito”, el ceniciento, el cordero al que quería devorar el lobo feroz. En fin.

Pero también lo proyectaron como el Godzilla invencible de los poblanos, al que nadie, ni las fauces babeantes de Biestro ni el látigo de fuego de Claudia era capaz de derrotar en las urnas porque su núcleo de poder se ubica en el Olimpo de las encuestas.

Ese falso relato fue vendido a bajo costo. La política es negociación, es recibir, pero también ceder, de ahí la confusión del político profesional de si es arte, ciencia o técnica, en cualquiera de los casos es una forma diplomática de distribuir los recursos y el poder mediante el diálogo.

Encuestadoras de Estados Unidos pronosticaron un cerrado resultado comicial entre Biden y Trump, sin embargo, la paliza del demócrata al republicano fue de antología, se equivocaron las firmas demoscópicas como ya lo han hecho antes allá y acá.

En sus crónicas cotidianas los críticos oficialistas repitieron muchas veces no entender las razones que motivaron a Genoveva a no darle, desde el principio, la candidatura a Lalo Rivera el poderoso Godzilla. Hasta el hartazgo la ofendieron, la humillaron.

Fueron ellos distorsionadores y manipuladores de la verdad. A sus mismos hijos cuando salen de sus casas con permiso bajo el brazo les leen la cartilla de la hora y las condiciones en que deben regresar.

En todas partes del mundo la democracia interna de los partidos se practica a través del diálogo y la negociación. Así se construyen las nominaciones de los candidatos.

Ningún político que presuma ser el rey de las encuestas es garantía de triunfo en la renovación de puestos de elección popular. López Zavala podría platicar de ello. AMLO y su experiencia de 2006 también. Trump mismo en un momento dado fue el puntero en preferencias, y miren nomás lo que pasó.

En Morena terminará por ocurrir algo muy parecido, pues Biestro y su grupo carecen del control absoluto del partido, como fue el caso de Lalo y el PAN. Y si Garmendia y Evangelista llegaran a doblegarse a su candidatura, la planilla de acompañamiento difícilmente sería enteramente suya.

Ninguna expresión gana del todo y ninguna pierde por completo en una negociación política como la que sostuvo Lalo Rivera y su partido, como tampoco ninguno perderá por entero en Morena cuando Biestro, Claudia o el Chelis concluyan su drama.