/ martes 16 de julio de 2019

AMLO: percepción y hechos

López Obrador es un obstinado. Por eso ganó la presidencia en 2018 después de décadas en el desierto del desprecio y la minusvaloración. Solo por eso la Cuarta transformación no tendría que ser sobajada como algunos claramente lo hacen.

Cada tropiezo del gobierno de López Obrador es expuesto como el más grande error de los fariseos. No hay claroscuros: AMLO se convertirá en Chávez y el país está rumbo a una barranca sin fondo. Es un tren que está por descarrilarse y que poco falta para que deje de funcionar.

Sin embargo, la realidad es más compleja de lo que muchos odiadores de AMLO quieren ver. El trabajo de la 4T es, precisamente, encauzar un tren sin rumbo. Si eso lo logra o no será una cuestión distinta, pero, para quienes ven que hoy hay desabasto en medicinas, que hay recortes por doquier y que los apoyos a cultura, educación o ciencia son insuficientes, habría que rebatirles diciendo que tienen toda la razón, sólo que han tardado treinta años en darse cuenta de las carencias. Eso no exculpa a la 4T: solo habría que aclarar que los males de este país no tienen ocho meses: datan de hace más de cuatro décadas. A quienes critican sin intereses de por medio, y a quienes lo han hecho siempre, no hay más que pedirles que insistan en sus críticas, porque los aplausos nunca han construido instituciones y nunca han logrado la implementación correcta de políticas que beneficien a todos.

Justo a las críticas de los críticos de siempre (que los hay, y son muchos) tendría que escuchar Lopez Obrador y la 4T. Los últimos ocho días han sido los peores del gobierno de López Obrador. Un pilar importante se fue y la reforma de Baja California en nada ayudó a su intento de comunicar que el camino emprendido por el gobierno es el adecuado.

Son indeseables las palabras de AMLO al señalar a Urzúa como barrica vieja donde no se puede poner vino nuevo. Y también son indeseables las declaraciones del ex secretario de Hacienda exhibiendo las terquedades e inconsistencias del Jefe del Ejecutivo. Dos políticos viejos que no han aprendido que la ropa limpia se lava en casa. El público en nada agradece la exposición pública de diferencias entre quienes, apenas hace una semana, aún decidían juntos buena parte del destino del país.

Lo que parece innegable es que en algo está fallando AMLO y creo entender que es en la comunicación. El político de Macuspana supo transmitir de manera certera el mensaje que quiso transmitir durante las últimas dos décadas. ¿Por qué no está logrando comunicar que la 4T transformará al país, aunque tomará tiempo? Porque AMLO está confundiendo desprestigiar al mensajero con la certeza del mensaje. Me explico: durante mucho tiempo, le fue útil desprestigiar a periodistas, comunicadores e intelectuales que, decía, estaban al servicio del régimen: a juzgar por los numerosos recursos que recibieron de gobiernos priistas y panistas, no le faltaba razón a Andrés Manuel. Pero una vez que ganó las elecciones, López Obrador ha olvidado que ya no hace falta desprestigiar a quienes su prestigio lo tienen de por sí mancillado, sino que la transformación pasa por las vertientes de la percepción y de los hechos. Esto último es pronto para juzgarlo; pero en lo primero es claro que AMLO pierde de manera estrepitosa.

Que ciertas medidas del gobierno se han tomado para hacer menos corrupta a la burocracia en todos los niveles, puede ser cierto y puede que AMLO tenga razón y que aún falte por ver los beneficios de la transformación. AMLO merecería el beneficio de la duda.

Pero, en los hechos, la 4T tiene que ser más práctica y menos idílica: por ejemplo, MANUEL Bartlett no tendría que ser titular de la CFE y Olga Sánchez Cordero tendría que dejar Bucarelli, por la sencilla razón de que restan en lugar de sumar. Puede discutirse el momento conveniente de los relevos, pero AMLO sabe leer la política, y es claro que la 4T no está dando resultados en cuatro áreas específicas: migración, energía, ciencia y cultura. Y por ahí tendrían que ir los cambios.

Pero si en los hechos es discutible el buen rumbo de la 4T, en el terreno de la percepción pierde adeptos por montones. Esto es normal: es muy difícil que todos quienes votaron por López Obrador lo apoyen en cada decisión, pero la 4T tendría que valorar las razones del descontento. Si esas causas son debido al ejercicio del poder, no hay nada que hacer: la 4T no puede dejar contentos a todos. Pero si ese descontento se genera por una percepción de que no hay ajuste de cuentas, no hay combate frontal a la corrupción, no hay apoyo a los más desfavorecidos, entonces las alarmas tendrían que sonar en Palacio Nacional.

En el terreno de las percepciones, AMLO, está fallando porque quiere transmitir muchos mensajes y no está logrando posicionar ninguno. En los hechos, es prematuro decir que la 4T ha fallado por completo. En la comunicación, es innegable que la 4T está fallando.

Si la falla en el tema de comunicación se debe a la obstinación de AMLO, es un aspecto que internamente debe resolver la 4T. Gran parte de su éxito se debe a la obcecación de López Obrador. Pero los éxitos son temporales y los electorales lo son aún más, Y con obstinación no se puede gobernar. No en un país que tiene claro que con descalificaciones nada se logra, como nada lograron los aplausos de quienes antes no criticaban y ahora en todo acto de gobierno miran el inicio de un desastre; como nada lograrán quienes no ven error alguno en este gobierno: porque no entienden que no se trata de AMLO, sino de un país que necesita transformación en los hechos y en las percepciones.

La 4T no está logrando su objetivo, y esa es una mala noticia para todos, aunque, habrá que decirlo, tampoco significa la aparición del primer jinete del Apocalipsis.

López Obrador es un obstinado. Por eso ganó la presidencia en 2018 después de décadas en el desierto del desprecio y la minusvaloración. Solo por eso la Cuarta transformación no tendría que ser sobajada como algunos claramente lo hacen.

Cada tropiezo del gobierno de López Obrador es expuesto como el más grande error de los fariseos. No hay claroscuros: AMLO se convertirá en Chávez y el país está rumbo a una barranca sin fondo. Es un tren que está por descarrilarse y que poco falta para que deje de funcionar.

Sin embargo, la realidad es más compleja de lo que muchos odiadores de AMLO quieren ver. El trabajo de la 4T es, precisamente, encauzar un tren sin rumbo. Si eso lo logra o no será una cuestión distinta, pero, para quienes ven que hoy hay desabasto en medicinas, que hay recortes por doquier y que los apoyos a cultura, educación o ciencia son insuficientes, habría que rebatirles diciendo que tienen toda la razón, sólo que han tardado treinta años en darse cuenta de las carencias. Eso no exculpa a la 4T: solo habría que aclarar que los males de este país no tienen ocho meses: datan de hace más de cuatro décadas. A quienes critican sin intereses de por medio, y a quienes lo han hecho siempre, no hay más que pedirles que insistan en sus críticas, porque los aplausos nunca han construido instituciones y nunca han logrado la implementación correcta de políticas que beneficien a todos.

Justo a las críticas de los críticos de siempre (que los hay, y son muchos) tendría que escuchar Lopez Obrador y la 4T. Los últimos ocho días han sido los peores del gobierno de López Obrador. Un pilar importante se fue y la reforma de Baja California en nada ayudó a su intento de comunicar que el camino emprendido por el gobierno es el adecuado.

Son indeseables las palabras de AMLO al señalar a Urzúa como barrica vieja donde no se puede poner vino nuevo. Y también son indeseables las declaraciones del ex secretario de Hacienda exhibiendo las terquedades e inconsistencias del Jefe del Ejecutivo. Dos políticos viejos que no han aprendido que la ropa limpia se lava en casa. El público en nada agradece la exposición pública de diferencias entre quienes, apenas hace una semana, aún decidían juntos buena parte del destino del país.

Lo que parece innegable es que en algo está fallando AMLO y creo entender que es en la comunicación. El político de Macuspana supo transmitir de manera certera el mensaje que quiso transmitir durante las últimas dos décadas. ¿Por qué no está logrando comunicar que la 4T transformará al país, aunque tomará tiempo? Porque AMLO está confundiendo desprestigiar al mensajero con la certeza del mensaje. Me explico: durante mucho tiempo, le fue útil desprestigiar a periodistas, comunicadores e intelectuales que, decía, estaban al servicio del régimen: a juzgar por los numerosos recursos que recibieron de gobiernos priistas y panistas, no le faltaba razón a Andrés Manuel. Pero una vez que ganó las elecciones, López Obrador ha olvidado que ya no hace falta desprestigiar a quienes su prestigio lo tienen de por sí mancillado, sino que la transformación pasa por las vertientes de la percepción y de los hechos. Esto último es pronto para juzgarlo; pero en lo primero es claro que AMLO pierde de manera estrepitosa.

Que ciertas medidas del gobierno se han tomado para hacer menos corrupta a la burocracia en todos los niveles, puede ser cierto y puede que AMLO tenga razón y que aún falte por ver los beneficios de la transformación. AMLO merecería el beneficio de la duda.

Pero, en los hechos, la 4T tiene que ser más práctica y menos idílica: por ejemplo, MANUEL Bartlett no tendría que ser titular de la CFE y Olga Sánchez Cordero tendría que dejar Bucarelli, por la sencilla razón de que restan en lugar de sumar. Puede discutirse el momento conveniente de los relevos, pero AMLO sabe leer la política, y es claro que la 4T no está dando resultados en cuatro áreas específicas: migración, energía, ciencia y cultura. Y por ahí tendrían que ir los cambios.

Pero si en los hechos es discutible el buen rumbo de la 4T, en el terreno de la percepción pierde adeptos por montones. Esto es normal: es muy difícil que todos quienes votaron por López Obrador lo apoyen en cada decisión, pero la 4T tendría que valorar las razones del descontento. Si esas causas son debido al ejercicio del poder, no hay nada que hacer: la 4T no puede dejar contentos a todos. Pero si ese descontento se genera por una percepción de que no hay ajuste de cuentas, no hay combate frontal a la corrupción, no hay apoyo a los más desfavorecidos, entonces las alarmas tendrían que sonar en Palacio Nacional.

En el terreno de las percepciones, AMLO, está fallando porque quiere transmitir muchos mensajes y no está logrando posicionar ninguno. En los hechos, es prematuro decir que la 4T ha fallado por completo. En la comunicación, es innegable que la 4T está fallando.

Si la falla en el tema de comunicación se debe a la obstinación de AMLO, es un aspecto que internamente debe resolver la 4T. Gran parte de su éxito se debe a la obcecación de López Obrador. Pero los éxitos son temporales y los electorales lo son aún más, Y con obstinación no se puede gobernar. No en un país que tiene claro que con descalificaciones nada se logra, como nada lograron los aplausos de quienes antes no criticaban y ahora en todo acto de gobierno miran el inicio de un desastre; como nada lograrán quienes no ven error alguno en este gobierno: porque no entienden que no se trata de AMLO, sino de un país que necesita transformación en los hechos y en las percepciones.

La 4T no está logrando su objetivo, y esa es una mala noticia para todos, aunque, habrá que decirlo, tampoco significa la aparición del primer jinete del Apocalipsis.

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