/ domingo 10 de noviembre de 2019

Así las cosas, las cosas parecen estar así

“El sino de nuestra época está caracterizado por la racionalización y la intelectualización y, sobre todo, por el desencanto del mundo”

Max Weber


Existe el criterio de que las cosas -hoy como nunca- están peor. Y sí, están mal. Aunque debo reconocer que no tan mal si lo comparamos con el antes, el muy, muy antes; porque ahora hay hospitales con gran tecnología, escuelas de avanzada, calles y carreteras de rápida movilización, industrias, transportes súper modernos.

Con todo ello, el desencanto social sigue colmando a los pueblos. América Latina se repolariza ante tantos vejámenes sociales. Se relanza la lucha de clases, ahora no sólo es de castas contra castas, sino agudizando los enfrentamientos de los que están o defienden el Poder contra los que no están y viceversa. Y sabe, el pleito por el pastel.

¿Obedece a los criterios derechistas? ¿A los gobernantes izquierdistas? Si y no. En esta escalera larga que asciende desde el infierno hasta llegar al cielo (es sólo una metáfora), subimos y bajamos una y otra vez. Es -de por sí- una condición humana. Egoísmo, soberbia.

La oposición desencadena discursos negativos contra quienes están en el poder y quienes están en el poder contra la oposición.

Unos y otros aúpan discursos de encono. Están convencidos que decir que los otros son los malos dulcifica las molestias, cuando en verdad lo que hacen es fomentar el desencanto, el distanciamiento entre las familias; brotan los pleitos, se arremeten fanatismos.

No dudo que haya quienes en verdad lo que pretendan sea que, en el supuesto de crear conciencia de clase, lo que proponen -con premeditación y alevosía- es generar la rivalidad revanchista alojada en el alma.

Reza el refrán, “divide y reinarás”, frase atribuida a Filipo, pero también a Julio César. El objetivo es atomizar al adversario para hacerlo más vulnerable. Mientras más divididos estén aquellos, más margen hay de éstos, para tener el Poder.

Venden el discurso de bondad, paz y amor con palabras llanas donde en verdad esconden la tirria. Por eso no es fácil distinguir entre la intención auténtica de mejorar las condiciones sociales y el oportunismo.

Escucho, leo, que, como nunca, Latinoamérica está que arde. Pues, la verdad, así la recuerdo. ¿Cuándo ha sido diferente?

La izquierda dice que el pueblo está saturado del capitalismo, la explotación, injusticas, falta de dignidad, el neoliberalismo, exiguos beneficios para la mayoría, la mentira, la tiranía…

La derecha dice de la izquierda que el pueblo está harto del sometimiento, las injusticias, la falta de dignidad, el populismo, demagogia, el absolutismo, diminutas soluciones reales, engaño, oportunismo.

Al final, palabras más, palabras menos, ambas partes “se quejan” de lo mismo que la otra urde con el fin de llegar al poder. Y cuando llega, hace lo mismo. Pero arreglan todo justificando sus negligencias.

Es lo que está pasando. Se generan muchas expectativas que no pueden ser solventadas con soluciones objetivas y de nueva cuenta las condiciones subjetivas prorrumpen. Éstas son las que impulsan a la gente a salir a las calles, a expresar sus molestias que son producto de las necesidades reales, si bien no todo es autenticidad; por lo regular la gente es azuzada.

Estoy convencido que las elecciones no las ganan ni pierden las ideologías, llegan al poder unos y otros porque la gente aspira a algo mejor y está en permanente búsqueda engañada por las ideologías, que es diferente.

No obstante, los gobernantes (unos y otros) hasta ahora siguen señalando al ayer de sus incapacidades y defendiendo sus intereses. ¿Le suena?


*Consultor y Asesor en Comunicación Política y Organizacional; jdelrsf@gmail.com; Twitter: @jdelrsf

“El sino de nuestra época está caracterizado por la racionalización y la intelectualización y, sobre todo, por el desencanto del mundo”

Max Weber


Existe el criterio de que las cosas -hoy como nunca- están peor. Y sí, están mal. Aunque debo reconocer que no tan mal si lo comparamos con el antes, el muy, muy antes; porque ahora hay hospitales con gran tecnología, escuelas de avanzada, calles y carreteras de rápida movilización, industrias, transportes súper modernos.

Con todo ello, el desencanto social sigue colmando a los pueblos. América Latina se repolariza ante tantos vejámenes sociales. Se relanza la lucha de clases, ahora no sólo es de castas contra castas, sino agudizando los enfrentamientos de los que están o defienden el Poder contra los que no están y viceversa. Y sabe, el pleito por el pastel.

¿Obedece a los criterios derechistas? ¿A los gobernantes izquierdistas? Si y no. En esta escalera larga que asciende desde el infierno hasta llegar al cielo (es sólo una metáfora), subimos y bajamos una y otra vez. Es -de por sí- una condición humana. Egoísmo, soberbia.

La oposición desencadena discursos negativos contra quienes están en el poder y quienes están en el poder contra la oposición.

Unos y otros aúpan discursos de encono. Están convencidos que decir que los otros son los malos dulcifica las molestias, cuando en verdad lo que hacen es fomentar el desencanto, el distanciamiento entre las familias; brotan los pleitos, se arremeten fanatismos.

No dudo que haya quienes en verdad lo que pretendan sea que, en el supuesto de crear conciencia de clase, lo que proponen -con premeditación y alevosía- es generar la rivalidad revanchista alojada en el alma.

Reza el refrán, “divide y reinarás”, frase atribuida a Filipo, pero también a Julio César. El objetivo es atomizar al adversario para hacerlo más vulnerable. Mientras más divididos estén aquellos, más margen hay de éstos, para tener el Poder.

Venden el discurso de bondad, paz y amor con palabras llanas donde en verdad esconden la tirria. Por eso no es fácil distinguir entre la intención auténtica de mejorar las condiciones sociales y el oportunismo.

Escucho, leo, que, como nunca, Latinoamérica está que arde. Pues, la verdad, así la recuerdo. ¿Cuándo ha sido diferente?

La izquierda dice que el pueblo está saturado del capitalismo, la explotación, injusticas, falta de dignidad, el neoliberalismo, exiguos beneficios para la mayoría, la mentira, la tiranía…

La derecha dice de la izquierda que el pueblo está harto del sometimiento, las injusticias, la falta de dignidad, el populismo, demagogia, el absolutismo, diminutas soluciones reales, engaño, oportunismo.

Al final, palabras más, palabras menos, ambas partes “se quejan” de lo mismo que la otra urde con el fin de llegar al poder. Y cuando llega, hace lo mismo. Pero arreglan todo justificando sus negligencias.

Es lo que está pasando. Se generan muchas expectativas que no pueden ser solventadas con soluciones objetivas y de nueva cuenta las condiciones subjetivas prorrumpen. Éstas son las que impulsan a la gente a salir a las calles, a expresar sus molestias que son producto de las necesidades reales, si bien no todo es autenticidad; por lo regular la gente es azuzada.

Estoy convencido que las elecciones no las ganan ni pierden las ideologías, llegan al poder unos y otros porque la gente aspira a algo mejor y está en permanente búsqueda engañada por las ideologías, que es diferente.

No obstante, los gobernantes (unos y otros) hasta ahora siguen señalando al ayer de sus incapacidades y defendiendo sus intereses. ¿Le suena?


*Consultor y Asesor en Comunicación Política y Organizacional; jdelrsf@gmail.com; Twitter: @jdelrsf