/ martes 10 de julio de 2018

Ausencia y presencia de Salvador Rocha Díaz

“Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada”

Miguel Hernández


El próximo 17 de este mes se cumple un aniversario luctuoso más de uno de los hombres a quien agradeceré por siempre su afecto, sus consejos y el haber existido para darse y entregar con sus actos y sus acciones alegría, cariño, risas, aprendizaje y amor a los suyos como un ejemplo de vida. Una deuda de gratitud con él y con la vida que nos hizo coincidir, quien fue mi amigo, jefe, maestro y mentor.

Originario de San Miguel de Allende, Guanajuato, donde nació el 21 de diciembre de 1937, Salvador Rocha Díaz fue el jurista mexicano por excelencia. Hombre sabio y generoso como pocos. Leal y honorable como litigante. Justo y ecuánime como ministro. Templado y eficaz como político. Simpático y franco como amigo. Amoroso como esposo y como padre.

Caminante que hizo camino al andar. Se ganó el reconocimiento de hombres y mujeres de la abogacía, la judicatura, la política, las artes y la academia por igual gracias a la profundidad de su inteligencia, la lucidez de sus ideas, la verticalidad de su carácter, la fuerza de sus acciones y el significado de sus palabras.

Salvador Rocha fue como el Tío Alberto de Serrat, que anduvo muchos caminos, cató de todos los vinos, y atracó de puerto en puerto, dio todo lo que pudo dar, su casa está de par en par, y quien quiso siempre tuvo un plato en la mesa, y en el final de su camino lo esperó la sombra fresca.

Dejando a Serrat, en lo personal, su presencia y amistad fueron alumbradoras para mí y me cobijaron más allá de atenciones y anécdotas. Un bosque frondoso, más que un árbol. Un ser espléndido, con una capacidad jurídica sin igual, al que encontramos en sus sentencias, sus demandas, sus iniciativas, sus ensayos. Leal a su vocación y a sus ideales. Utilizó el derecho para dilucidar el mundo y transformarlo para bien.

Intolerante con la impuntualidad, la estulticia, la falta de ética y la injusticia; sin embargo, siempre fue generoso a la hora de compartir sus conocimientos y experiencias tanto con los jóvenes como con quienes entendieran que el éxito en la abogacía requiere de dedicación y de una conducta cabal. En mi caso, acogiéndome como a un pupilo, me brindó su confianza para que fuera designado director general de Asuntos Jurídicos del Gobierno del Estado de Puebla en el mejor gobierno de la historia, teniendo como gobernador a Manuel Bartlett Díaz. Creador de políticas públicas por la grandeza de Puebla, resolutor de entuertos y trapisondas mil, compartió generosamente su sabiduría para ejecutar los planes y programas de un gobernador exigente y de una gran visión para desarrollar este hermoso estado.

Don Salvador es un espíritu presente, aun después de su partida y, por ende, de su ausencia física.

El prestigio y la influencia de Rocha Díaz fueron enormes. Intervino en los asuntos más importantes de su tiempo, resolviendo, litigando o asesorando. Fue muy querido y buscado por la gente más poderosa de este país, con quienes en muchas ocasiones compartió la mesa; y sin embargo nunca comprometió su honorabilidad.

Recuerdo que en una charla con el reconocido jurista Juan Velázquez, platicando de don Salvador, me hizo saber que le había dicho a Cristi Rocha, brillante abogada, como hija del responsable de esta entrega, que sin duda don Salvador Rocha fue el mejor abogado de nuestros tiempos y, en efecto, no cabe duda de que así fue.

Dedico entonces estas palabras sinceras al hombre sabio, al amigo, al padre amoroso, a su querida familia y todos los que tuvimos la fortuna de convivir y compartir fraternamente con él.

Para terminar, me despido como de cierto a él le gustaría en un acto festivo o en este convite que entrego a todos ustedes: ¡que cante Rocha!, ¡que cante Rocha!


mezavcm.abogados@gmail.com

“Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada”

Miguel Hernández


El próximo 17 de este mes se cumple un aniversario luctuoso más de uno de los hombres a quien agradeceré por siempre su afecto, sus consejos y el haber existido para darse y entregar con sus actos y sus acciones alegría, cariño, risas, aprendizaje y amor a los suyos como un ejemplo de vida. Una deuda de gratitud con él y con la vida que nos hizo coincidir, quien fue mi amigo, jefe, maestro y mentor.

Originario de San Miguel de Allende, Guanajuato, donde nació el 21 de diciembre de 1937, Salvador Rocha Díaz fue el jurista mexicano por excelencia. Hombre sabio y generoso como pocos. Leal y honorable como litigante. Justo y ecuánime como ministro. Templado y eficaz como político. Simpático y franco como amigo. Amoroso como esposo y como padre.

Caminante que hizo camino al andar. Se ganó el reconocimiento de hombres y mujeres de la abogacía, la judicatura, la política, las artes y la academia por igual gracias a la profundidad de su inteligencia, la lucidez de sus ideas, la verticalidad de su carácter, la fuerza de sus acciones y el significado de sus palabras.

Salvador Rocha fue como el Tío Alberto de Serrat, que anduvo muchos caminos, cató de todos los vinos, y atracó de puerto en puerto, dio todo lo que pudo dar, su casa está de par en par, y quien quiso siempre tuvo un plato en la mesa, y en el final de su camino lo esperó la sombra fresca.

Dejando a Serrat, en lo personal, su presencia y amistad fueron alumbradoras para mí y me cobijaron más allá de atenciones y anécdotas. Un bosque frondoso, más que un árbol. Un ser espléndido, con una capacidad jurídica sin igual, al que encontramos en sus sentencias, sus demandas, sus iniciativas, sus ensayos. Leal a su vocación y a sus ideales. Utilizó el derecho para dilucidar el mundo y transformarlo para bien.

Intolerante con la impuntualidad, la estulticia, la falta de ética y la injusticia; sin embargo, siempre fue generoso a la hora de compartir sus conocimientos y experiencias tanto con los jóvenes como con quienes entendieran que el éxito en la abogacía requiere de dedicación y de una conducta cabal. En mi caso, acogiéndome como a un pupilo, me brindó su confianza para que fuera designado director general de Asuntos Jurídicos del Gobierno del Estado de Puebla en el mejor gobierno de la historia, teniendo como gobernador a Manuel Bartlett Díaz. Creador de políticas públicas por la grandeza de Puebla, resolutor de entuertos y trapisondas mil, compartió generosamente su sabiduría para ejecutar los planes y programas de un gobernador exigente y de una gran visión para desarrollar este hermoso estado.

Don Salvador es un espíritu presente, aun después de su partida y, por ende, de su ausencia física.

El prestigio y la influencia de Rocha Díaz fueron enormes. Intervino en los asuntos más importantes de su tiempo, resolviendo, litigando o asesorando. Fue muy querido y buscado por la gente más poderosa de este país, con quienes en muchas ocasiones compartió la mesa; y sin embargo nunca comprometió su honorabilidad.

Recuerdo que en una charla con el reconocido jurista Juan Velázquez, platicando de don Salvador, me hizo saber que le había dicho a Cristi Rocha, brillante abogada, como hija del responsable de esta entrega, que sin duda don Salvador Rocha fue el mejor abogado de nuestros tiempos y, en efecto, no cabe duda de que así fue.

Dedico entonces estas palabras sinceras al hombre sabio, al amigo, al padre amoroso, a su querida familia y todos los que tuvimos la fortuna de convivir y compartir fraternamente con él.

Para terminar, me despido como de cierto a él le gustaría en un acto festivo o en este convite que entrego a todos ustedes: ¡que cante Rocha!, ¡que cante Rocha!


mezavcm.abogados@gmail.com