/ martes 13 de agosto de 2019

Barbosa: De la palabra a los hechos

Frente a una turba enardecida, poco o nada hay que hacer. A lo largo de la historia se ha confirmado que un corro de almas indignadas adopta –en conjunto– una fuerza descomunal como la de los tornados o como las llamas de un incendio que acaba con todo lo que le sale al paso.

A la turba, como cierto personaje borgiano, nadie la ve venir en la unánime noche.

Lo acontecido en Cohuecan y Tepexco tiene varias lecturas, pero la más importante, la más atinada la expuso –en un acto de congruencia– nuestro gobernador Luis Miguel Barbosa: el linchamiento se dio como consecuencia de años y años de corrupción y mal gobierno.

Las crisis son, sin excepción, el punto de inflexión donde muere lo viejo y nace lo nuevo; y alguna vez Miguel me dijo: “Carlos, créeme, soy experto en crisis”.

Así me lo expuso una tarde antes de la pasada campaña mientras compartíamos el pan y la sal en compañía de su amada esposa y Hugo (su cuñado). Ahí mismo, donde nacieron las paradojas que integraron dos artículos míos sobre la cazuela del puerco y la política poblana, por lo que recomiendo a mis lectores remitirse a ellas para su mejor comprensión.

A partir de entonces, y hoy más que nunca, me queda claro que Miguel es un experto en crisis políticas.

La gobernanza es un ejercicio de poder y hay quien rehúye a la desazón. Quienes se guarecen y se apean y cometen una serie de torpezas que a la postre resultan desastrosas. Miguel no lo hace de así. Él ha tomado el toro por los cuernos asistiendo a Cohuecan y Tepexco, enfrentando esta trapisonda que para otros politicastros se convertiría en su Waterloo personal. No quisiera señalar a nadie en particular, sin embargo, sólo diré una palabra que todos recordarán: Chalchihuapan. Y una frase inconexa y desafortunada que marcó para mal a un gobierno: “piedras de alto calibre”.

El lector atento saque sus conclusiones.

Lo notable hoy es que Miguel dialogó y reconcilió, y puedo decir sin temor a equivocarme que durante las horas más oscuras que sobrevinieron al evento, el gobernador supo que tenía ante sí la prueba de fuego para que la gente viera que el suyo es –en verdad– un gobierno cercano al pueblo.

Lope de Vega nos habla de aquella tragedia sucedida en Fuenteovejuna, y ante la confusión, surge la pregunta: “¿quién mató al comendador?”-

La respuesta fue unánime: ¡Fuenteovejuna, señor!

Así mismo pasa, casi siempre, en los linchamientos: el culpable no es un solo hombre, sino que la mano ejecutora es una mano que crece y cobra venganza en colectivo: esa mano se llama el pueblo entero. Esa mano, en este caso, fue Cohuecan.

Miguel no se arredra ante el clamor de la gente. Encara y resuelve tal como aconteció recientemente en Casa Aguayo con la inconformidad de los pobladores de Juan N. Méndez.

Barbosa no se hundió en una cómoda poltrona de piel ni lanzó teléfonos al aire ni envió a su secretario de gobernación a “taparle el ojo al macho”, no, Miguel se puso al frente junto con mi gran amigo David Méndez para dar solución al problema; sin dobleces, sin discursos fallidos ni victimizándose.

Como buen estadista reconoció la raíz del problema, y en congruencia con lo que él preconizó en sus campañas, operó rápidamente con precisión de cirujano y concilió con las partes.

No más nepotismo ni privilegios ni impunidad política.

Miguel se impuso y sacó el pecho, la gónadas y la cara de hombre.

Hablamos de un hombre que se crece ante la adversidad sin simulacros ni guiones.

¡Hay gobernador!

Miguel ha demostrado tener oficio. Conoce los claroscuros la política y sabe cómo dirigir un estado, por lo mismo no hay medio de comunicación que no hable de su actitud frontal e indeclinable en aras de ofrecer soluciones reales e inmediatas a los eventos extraordinarios que amenazan con desestabilizar…

En otras entregas expresé que los conflictos sociales, la inseguridad y las políticas publicas serían los ejes principales del proyecto de quien hoy sabe cómo sortear las adversidades que se presenten día a día en nuestro estado.

Tomando en cuenta que a cada gobierno le llega una especie bienvenida cruel, podemos decir que la respuesta de nuestro gobernador fue la que se esperaba: valiente.

A Barbosa, ya se vio, no se le cae la sopa del plato a la boca.







Frente a una turba enardecida, poco o nada hay que hacer. A lo largo de la historia se ha confirmado que un corro de almas indignadas adopta –en conjunto– una fuerza descomunal como la de los tornados o como las llamas de un incendio que acaba con todo lo que le sale al paso.

A la turba, como cierto personaje borgiano, nadie la ve venir en la unánime noche.

Lo acontecido en Cohuecan y Tepexco tiene varias lecturas, pero la más importante, la más atinada la expuso –en un acto de congruencia– nuestro gobernador Luis Miguel Barbosa: el linchamiento se dio como consecuencia de años y años de corrupción y mal gobierno.

Las crisis son, sin excepción, el punto de inflexión donde muere lo viejo y nace lo nuevo; y alguna vez Miguel me dijo: “Carlos, créeme, soy experto en crisis”.

Así me lo expuso una tarde antes de la pasada campaña mientras compartíamos el pan y la sal en compañía de su amada esposa y Hugo (su cuñado). Ahí mismo, donde nacieron las paradojas que integraron dos artículos míos sobre la cazuela del puerco y la política poblana, por lo que recomiendo a mis lectores remitirse a ellas para su mejor comprensión.

A partir de entonces, y hoy más que nunca, me queda claro que Miguel es un experto en crisis políticas.

La gobernanza es un ejercicio de poder y hay quien rehúye a la desazón. Quienes se guarecen y se apean y cometen una serie de torpezas que a la postre resultan desastrosas. Miguel no lo hace de así. Él ha tomado el toro por los cuernos asistiendo a Cohuecan y Tepexco, enfrentando esta trapisonda que para otros politicastros se convertiría en su Waterloo personal. No quisiera señalar a nadie en particular, sin embargo, sólo diré una palabra que todos recordarán: Chalchihuapan. Y una frase inconexa y desafortunada que marcó para mal a un gobierno: “piedras de alto calibre”.

El lector atento saque sus conclusiones.

Lo notable hoy es que Miguel dialogó y reconcilió, y puedo decir sin temor a equivocarme que durante las horas más oscuras que sobrevinieron al evento, el gobernador supo que tenía ante sí la prueba de fuego para que la gente viera que el suyo es –en verdad– un gobierno cercano al pueblo.

Lope de Vega nos habla de aquella tragedia sucedida en Fuenteovejuna, y ante la confusión, surge la pregunta: “¿quién mató al comendador?”-

La respuesta fue unánime: ¡Fuenteovejuna, señor!

Así mismo pasa, casi siempre, en los linchamientos: el culpable no es un solo hombre, sino que la mano ejecutora es una mano que crece y cobra venganza en colectivo: esa mano se llama el pueblo entero. Esa mano, en este caso, fue Cohuecan.

Miguel no se arredra ante el clamor de la gente. Encara y resuelve tal como aconteció recientemente en Casa Aguayo con la inconformidad de los pobladores de Juan N. Méndez.

Barbosa no se hundió en una cómoda poltrona de piel ni lanzó teléfonos al aire ni envió a su secretario de gobernación a “taparle el ojo al macho”, no, Miguel se puso al frente junto con mi gran amigo David Méndez para dar solución al problema; sin dobleces, sin discursos fallidos ni victimizándose.

Como buen estadista reconoció la raíz del problema, y en congruencia con lo que él preconizó en sus campañas, operó rápidamente con precisión de cirujano y concilió con las partes.

No más nepotismo ni privilegios ni impunidad política.

Miguel se impuso y sacó el pecho, la gónadas y la cara de hombre.

Hablamos de un hombre que se crece ante la adversidad sin simulacros ni guiones.

¡Hay gobernador!

Miguel ha demostrado tener oficio. Conoce los claroscuros la política y sabe cómo dirigir un estado, por lo mismo no hay medio de comunicación que no hable de su actitud frontal e indeclinable en aras de ofrecer soluciones reales e inmediatas a los eventos extraordinarios que amenazan con desestabilizar…

En otras entregas expresé que los conflictos sociales, la inseguridad y las políticas publicas serían los ejes principales del proyecto de quien hoy sabe cómo sortear las adversidades que se presenten día a día en nuestro estado.

Tomando en cuenta que a cada gobierno le llega una especie bienvenida cruel, podemos decir que la respuesta de nuestro gobernador fue la que se esperaba: valiente.

A Barbosa, ya se vio, no se le cae la sopa del plato a la boca.