/ miércoles 20 de marzo de 2019

Barbosa y su valiosa partida del PRD, a dos años de distancia

Luis Miguel Barbosa Huerta es un político habilidoso, que supo meterse en el ánimo del fundador y dueño de Morena, Andrés Manuel López Obrador, en el tiempo exacto.

En la vida pública, dicen los estudiosos de ese quehacer, no hay nada más importante que el “timing”, es decir, la capacidad de cualquier personaje para emprender una acción en el momento preciso, de manera que provoque en terceras personas los efectos deseados.

Dos años atrás, el abanderado a gobernador de Morena, que contenderá por este cargo por segunda ocasión, se mostró como un experto en la toma de decisiones políticas en los tiempos correctos.

Las adhesiones que más se valoran en la vida pública son aquellas que se dan en contextos difíciles, de incertidumbre e incluso de aparente debilidad, cuando los profesionales de los pronósticos no exhiben una clara tendencia en favor de ninguno de los rivales en disputa.

Así estaba López Obrador a principios de 2017.

Si bien se miraba como un competidor de mucho respeto para los comicios presidenciales de julio de 2018, las andanzas del PRI, por un lado, con Enrique Peña Nieto desde Los Pinos, y del PAN, por otro, en su previsible alianza con el PRD, obligaban a los actores políticos a mantenerse ausentes de la batalla preelectoral que ya se libraba en la arena mediática.

En marzo de 2017, sin embargo, el poblano dio el campanazo en favor de López Obrador.

Como coordinador de los senadores del PRD, que fue el partido más perjudicado con el surgimiento de Morena, Barbosa hizo un pronunciamiento público en apoyo a las aspiraciones del tabasqueño.

No lo hizo solo.

Diez legisladores más, de los 19 que integraban la bancada del partido del sol azteca, se sumaron al proyecto del futuro huésped de Palacio Nacional.

Como consecuencia de este hecho, que sacudió los entretelones de la carrera presidencial en ciernes e incrementó la valoración positiva sobre las posibilidades de López Obrador para alzarse con la victoria en 2018, después de dos intentos fallidos, los 11 senadores sufrieron la suspensión de sus derechos políticos en el PRD y Barbosa, líder del movimiento, fue sustituido en la coordinación por Dolores Padierna Luna.

A los pocos días, el 3 de abril, el nacido en Zinacatepec renunció al PRD y dejó atrás 23 años de militancia en ese instituto, del que había sido presidente en el estado de Puebla.

Barbosa, que además de representante de bancada había sido presidente del Senado, apostó por el cambio de partido en la antesala de la confrontación electoral y ganó.

Dejó a un PRD moribundo y se fue a un Morena joven, fuerte y sumamente prometedor.

La trascendencia del cambio, no obstante, tuvo que ver con el “timing”.

El candidato a gobernador de hoy, entonces protagonista de la vida pública en la capital del país, levantó la voz para respaldar al precandidato que desafiaba al sistema y que, se decía, siempre en tono de cotilleo, padecería todas las calamidades orquestadas posibles para perder la elección por tercera vez.

En ese contexto, el poblano pareció sacrificar una carrera construida en tres décadas por un futuro desconocido.

Así se ganó la estima de López Obrador, y seis meses después, en octubre de ese mismo año, la primera candidatura.

Los acontecimientos que vinieron luego están frescos en la memoria del respetable.

Solo Alejandro Armenta Mier se negó a reconocer las señales que emanaron del fundador de Morena en beneficio de Luis Miguel Barbosa.

La premisa básica fue una:

“Si fue víctima de un fraude y se mantuvo firme, a la cabeza de la resistencia, en los cinco meses que duró la confrontación judicial contra Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso Hidalgo, tenía que ir por una segunda oportunidad, en caso de que la hubiera”.

Al final la hubo, por esas circunstancias imprevistas que terminaron con la vida de Alonso hace casi tres meses.


Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Luis Miguel Barbosa Huerta es un político habilidoso, que supo meterse en el ánimo del fundador y dueño de Morena, Andrés Manuel López Obrador, en el tiempo exacto.

En la vida pública, dicen los estudiosos de ese quehacer, no hay nada más importante que el “timing”, es decir, la capacidad de cualquier personaje para emprender una acción en el momento preciso, de manera que provoque en terceras personas los efectos deseados.

Dos años atrás, el abanderado a gobernador de Morena, que contenderá por este cargo por segunda ocasión, se mostró como un experto en la toma de decisiones políticas en los tiempos correctos.

Las adhesiones que más se valoran en la vida pública son aquellas que se dan en contextos difíciles, de incertidumbre e incluso de aparente debilidad, cuando los profesionales de los pronósticos no exhiben una clara tendencia en favor de ninguno de los rivales en disputa.

Así estaba López Obrador a principios de 2017.

Si bien se miraba como un competidor de mucho respeto para los comicios presidenciales de julio de 2018, las andanzas del PRI, por un lado, con Enrique Peña Nieto desde Los Pinos, y del PAN, por otro, en su previsible alianza con el PRD, obligaban a los actores políticos a mantenerse ausentes de la batalla preelectoral que ya se libraba en la arena mediática.

En marzo de 2017, sin embargo, el poblano dio el campanazo en favor de López Obrador.

Como coordinador de los senadores del PRD, que fue el partido más perjudicado con el surgimiento de Morena, Barbosa hizo un pronunciamiento público en apoyo a las aspiraciones del tabasqueño.

No lo hizo solo.

Diez legisladores más, de los 19 que integraban la bancada del partido del sol azteca, se sumaron al proyecto del futuro huésped de Palacio Nacional.

Como consecuencia de este hecho, que sacudió los entretelones de la carrera presidencial en ciernes e incrementó la valoración positiva sobre las posibilidades de López Obrador para alzarse con la victoria en 2018, después de dos intentos fallidos, los 11 senadores sufrieron la suspensión de sus derechos políticos en el PRD y Barbosa, líder del movimiento, fue sustituido en la coordinación por Dolores Padierna Luna.

A los pocos días, el 3 de abril, el nacido en Zinacatepec renunció al PRD y dejó atrás 23 años de militancia en ese instituto, del que había sido presidente en el estado de Puebla.

Barbosa, que además de representante de bancada había sido presidente del Senado, apostó por el cambio de partido en la antesala de la confrontación electoral y ganó.

Dejó a un PRD moribundo y se fue a un Morena joven, fuerte y sumamente prometedor.

La trascendencia del cambio, no obstante, tuvo que ver con el “timing”.

El candidato a gobernador de hoy, entonces protagonista de la vida pública en la capital del país, levantó la voz para respaldar al precandidato que desafiaba al sistema y que, se decía, siempre en tono de cotilleo, padecería todas las calamidades orquestadas posibles para perder la elección por tercera vez.

En ese contexto, el poblano pareció sacrificar una carrera construida en tres décadas por un futuro desconocido.

Así se ganó la estima de López Obrador, y seis meses después, en octubre de ese mismo año, la primera candidatura.

Los acontecimientos que vinieron luego están frescos en la memoria del respetable.

Solo Alejandro Armenta Mier se negó a reconocer las señales que emanaron del fundador de Morena en beneficio de Luis Miguel Barbosa.

La premisa básica fue una:

“Si fue víctima de un fraude y se mantuvo firme, a la cabeza de la resistencia, en los cinco meses que duró la confrontación judicial contra Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso Hidalgo, tenía que ir por una segunda oportunidad, en caso de que la hubiera”.

Al final la hubo, por esas circunstancias imprevistas que terminaron con la vida de Alonso hace casi tres meses.


Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx