/ martes 6 de febrero de 2018

¡Basta!

Por invocar a un mal de nuestros días, el término “fake news” se ha vuelto popular, ya es de uso común.

Se refiere desde luego a las “noticias falsas” que pululan sin control alguno, y que han encontrado en las redes sociales un vehículo ideal para su viralización.

De eso hablábamos en nuestra anterior entrega, tratando de advertir su influencia en el ámbito político-electoral tras la experiencia en otras latitudes, en especial la ocurrida en Estados Unidos, en donde es innegable que ese perverso recurso de manipular información fue un factor relevante para que Donald Trump ganara la Presidencia de los Estados Unidos.

Aludíamos también el reporte de Freedom House titulado “Libertad en la Red 2017. Manipulando las redes sociales para minar la democracia”, en el que señala que si bien las noticias falsas existen desde la aparición de la prensa escrita, “personas o entidades las han aprovechado en los últimos años para obtener ganancias o bien para manipular la opinión pública”.

En la actualidad, agrega la organización, el uso de las redes sociales como fuente primaria de noticias e información ha aumentado, pero su valor y utilidad queda empañado por la incapacidad de muchos usuarios para hacer distinción entre las noticias genuinas y aquellas que tienen detrás motivos políticos o de lucro.

“Y el caso más visible de esto es el de la pasada elección presidencial de Estados Unidos, donde interfirieron campañas de desinformación provenientes de Rusia”.

Pero más allá de la presunta intromisión rusa, y sobre una posible vertiente similar en el ámbito nacional como se ha especulado, el tema de fondo es la influencia actual de las redes sociales, en la víspera de la jornada electoral que habrá de definir el rumbo del país.

Nada sería tan dañino como que la contienda política se rigiera en un entorno de mentiras y desinformación.

Esa es precisamente una de las preocupaciones que se plantean en el libro “Fake News”, del periodista Esteban Illades, que comenzó a circular la semana pasada bajo el sello de editorial Grijalbo.

El autor afirma que “las redes sociales hacen que sea relativamente sencillo confundir a la gente… las mentiras siempre han existido, pero ahora para repetirlas solo es necesario dar un clic”.

Sostiene que en México el advenimiento del internet y las redes sociales ha cambiado las maneras de hacer política y la forma en que la sociedad se relaciona entre sí y su gobierno, y cómo han resentido esa mutación los medios tradicionales, incluso aquellos que apuestan por la profesionalización, ya que Facebook y Google ha cambiado la manera en que se consume información.

¿Se puede hacer algo, más allá de la ruta de la prohibición?, se pregunta.

“México será un caso aparte por mucho tiempo. Mientras nuestros medios de comunicación vivan en el siglo XX y publiquen sin cuestionarse lo que dice el gobierno, o impriman teorías de conspiración sólo porque son contestatarias, nuestro problema de fake news seguirá siendo un caso atípico: en lugar de ser un sistema de medios donde la verdad sea remplazada por mentiras, las mentiras, tal vez, serán remplazadas por la verdad. Hasta que las mentiras las remplacen otra vez”, concluye.

Lamentable, pero cierto, hasta que todos digamos: ¡Basta!

Por invocar a un mal de nuestros días, el término “fake news” se ha vuelto popular, ya es de uso común.

Se refiere desde luego a las “noticias falsas” que pululan sin control alguno, y que han encontrado en las redes sociales un vehículo ideal para su viralización.

De eso hablábamos en nuestra anterior entrega, tratando de advertir su influencia en el ámbito político-electoral tras la experiencia en otras latitudes, en especial la ocurrida en Estados Unidos, en donde es innegable que ese perverso recurso de manipular información fue un factor relevante para que Donald Trump ganara la Presidencia de los Estados Unidos.

Aludíamos también el reporte de Freedom House titulado “Libertad en la Red 2017. Manipulando las redes sociales para minar la democracia”, en el que señala que si bien las noticias falsas existen desde la aparición de la prensa escrita, “personas o entidades las han aprovechado en los últimos años para obtener ganancias o bien para manipular la opinión pública”.

En la actualidad, agrega la organización, el uso de las redes sociales como fuente primaria de noticias e información ha aumentado, pero su valor y utilidad queda empañado por la incapacidad de muchos usuarios para hacer distinción entre las noticias genuinas y aquellas que tienen detrás motivos políticos o de lucro.

“Y el caso más visible de esto es el de la pasada elección presidencial de Estados Unidos, donde interfirieron campañas de desinformación provenientes de Rusia”.

Pero más allá de la presunta intromisión rusa, y sobre una posible vertiente similar en el ámbito nacional como se ha especulado, el tema de fondo es la influencia actual de las redes sociales, en la víspera de la jornada electoral que habrá de definir el rumbo del país.

Nada sería tan dañino como que la contienda política se rigiera en un entorno de mentiras y desinformación.

Esa es precisamente una de las preocupaciones que se plantean en el libro “Fake News”, del periodista Esteban Illades, que comenzó a circular la semana pasada bajo el sello de editorial Grijalbo.

El autor afirma que “las redes sociales hacen que sea relativamente sencillo confundir a la gente… las mentiras siempre han existido, pero ahora para repetirlas solo es necesario dar un clic”.

Sostiene que en México el advenimiento del internet y las redes sociales ha cambiado las maneras de hacer política y la forma en que la sociedad se relaciona entre sí y su gobierno, y cómo han resentido esa mutación los medios tradicionales, incluso aquellos que apuestan por la profesionalización, ya que Facebook y Google ha cambiado la manera en que se consume información.

¿Se puede hacer algo, más allá de la ruta de la prohibición?, se pregunta.

“México será un caso aparte por mucho tiempo. Mientras nuestros medios de comunicación vivan en el siglo XX y publiquen sin cuestionarse lo que dice el gobierno, o impriman teorías de conspiración sólo porque son contestatarias, nuestro problema de fake news seguirá siendo un caso atípico: en lugar de ser un sistema de medios donde la verdad sea remplazada por mentiras, las mentiras, tal vez, serán remplazadas por la verdad. Hasta que las mentiras las remplacen otra vez”, concluye.

Lamentable, pero cierto, hasta que todos digamos: ¡Basta!