Un magnífico ejemplo de lo que fueron las mansiones durante el primer siglo en la ciudad de Puebla es la Casa del Deán.
Por cierto, deán significa el puesto ocupado por el párroco de la iglesia más importante de la ciudad o la cabeza de cabildo de La Catedral.
Lleva ese nombre en honor a su constructor y primer propietario: Tomás de la Plaza, quien fue deán de la catedral de Puebla.
La edificación del inmueble finalizó en 1580 y es considerada la primera construcción civil de la ciudad.
La casa fue vendida para dar paso al levantamiento de un cine, por esta razón, se demolió gran parte de la misma.
Posteriormente el inmueble fue restaurado para instalar un museo a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
En su bella fachada de estilo renacentista, elaborada con cantera gris sacada del cerro de Loreto, destaca el escudo de armas del superior eclesiástico con una frase en latín que significa “que la entrada y la salida sea en nombre de Jesús”.
En el interior del museo se puede distinguir una escalinata que guía a la planta alta, en donde se conservan dos habitaciones originales de la casa.
En la Sala Sibilina se aprecian los muros ornamentados por imágenes de las sibilas, quienes fueron mujeres que recibieron, por parte del dios Apolo, el don de la adivinación. Estas mujeres fueron representadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.
En la Sala de los Triunfos se exhibe un mural en representación de la obra del mismo nombre de Francesco Petrarca. En esta sala se ubicaba la recámara del deán, Tomás de la Plaza.
Ambos murales fueron encontrados en el año de 1953 bajo capas de pintura y papel tapiz por Efraín Castro y David Bravo. Los murales tuvieron que someterse a una restauración dirigida por Hermilo Jiménez.
Ubicado en el número 505 de la 16 de Septiembre, el Museo Casa del Deán representa una joya arquitectónica más de nuestra bella ciudad.
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Como dijo el arquitecto Charles Eames: “Los detalles no son los detalles. Los detalles son el diseño”.
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