/ lunes 29 de junio de 2020

Con $2 billones el presidente rescataría: gobierno, empresas, empleo y pobreza

El derrumbe de la economía más profundo de los últimos cien años llevará a México a perder dos años sin crecimiento: 2020 y 2021, casi dos millones de empleos, al ingreso de 6 o 7 millones de mexicanos a la pobreza y la hambruna, advierten la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

La FAO estima que entre 15 y 22 millones de mexicanos no tendrán ingresos suficientes para adquirir la canasta básica. Hasta el cierre de 2019 los mexicanos en pobreza extrema –sin condiciones para garantizar acceso a la canasta básica– era de 14.1 millones.

En México, la crisis actual exacerbará las desigualdades entre ricos y el resto. La línea entre clase media y clase baja se está diluyendo y con ello la movilidad social, afirmó José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, y resaltó que la incertidumbre sobre el crecimiento económico pone en riesgo a la democracia, dada la inconformidad de la población con el statu quo.

La CEPAL advierte que el coronavirus amenaza con diluir en unos cuantos meses los avances de 20 años en el combate a la pobreza extrema y el hambre.

Ya son muchas las voces de alerta que le llegan desde los más calificados organismos nacionales e internacionales al presidente López Obrador, de que la actual crisis económica, requiere de un esfuerzo conjunto sin precedentes de su gobierno, industriales, banqueros, inversionistas y todos sus sectores, para evitar que la crisis sanitaria se convierta en alimentaria, de desempleo, quiebra y cierre de miles de pequeñas empresas.

Los pronósticos más calificados hablan de una caída del PIB de 8% este año. Lo que impone el reto mínimo, en 2021, de una reactivación de 4 o 5%, y un porcentaje similar en 2022 para que México alcance un crecimiento real de 2%.

Lamentablemente se han escatimado esfuerzos y voluntad política para convocar a los sectores sociales. López Obrador ha dicho que su compromiso es con los pobres, ha negado apoyos fiscales y el aval del gobierno al otorgamiento de créditos a las empresas, porque esto significaría mayor endeudamiento de la hacienda pública.

El tabasqueño se ha mostrado sistemáticamente renuente a seguir engrosando la deuda nacional. La OCDE le dice: todavía tiene un buen margen de endeudamiento para apoyar a las empresas, no dejarlas solas, evitar un mayor derrumbamiento del aparato productivo, como hacen todos los gobiernos del mundo.

El presidente ha jugado a sus proyectos sociales y obras emblemáticas: la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles, que el sector empresarial le pide cancele, haga obras de infraestructura social y económica rentables en el corto plazo, al gusto de la iniciativa privada.

Hay un choque ideológico político, gran distanciamiento entre su gobierno y organismos empresariales que se quejan no hay reglas claras para la inversión. Por eso no se aterrizaron inversiones por 957 mil millones que gobierno y empresarios anunciaron en octubre del año pasado.

Las Inversiones públicas y privadas, elementos claves de la reactivación, están detenidas desde inicios de esta administración. Al sector privado le gusta jugar a las obras públicas cuando lleva las de ganar. Se mal acostumbró con los gobiernos neoliberales que le subastaron al Estado.

El tabasqueño les ha cambiado las reglas. Se han dado acercamientos, acuerdos, no compromisos. La inversión pública y privada están paradas. La pandemia del coronavirus y la parálisis cuarentenal del aparato productivo convirtieron el estancamiento en un desastre económico de proporciones sin precedentes.

El colapso seguirá ahondándose si el presidente no decide dar un golpe de timón, contrata deuda por un billón de pesos, emprende obras de infraestructura social y económica para la reactivación, el crecimiento y el empleo. Es hora de invertir. La austeridad solo conducirá a empeorar la situación del país.

El mandatario recibirá, en abril del año entrante, otro billón de pesos de los remanentes del Banco de México. Puede contratar deuda que pagará el año próximo, destinarlos al rescate de millones de micro, pequeñas y medianas empresas a condición de que creen empleos (no a los gigantes industriales y comerciales, los grandes ganadores de esta crisis), constituirse en el gran rescatista del gobierno, la economía nacional, del empleo, y la pobreza. NOS ESCUCHAMOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas en ABC Radio 1280 de AM.

El derrumbe de la economía más profundo de los últimos cien años llevará a México a perder dos años sin crecimiento: 2020 y 2021, casi dos millones de empleos, al ingreso de 6 o 7 millones de mexicanos a la pobreza y la hambruna, advierten la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

La FAO estima que entre 15 y 22 millones de mexicanos no tendrán ingresos suficientes para adquirir la canasta básica. Hasta el cierre de 2019 los mexicanos en pobreza extrema –sin condiciones para garantizar acceso a la canasta básica– era de 14.1 millones.

En México, la crisis actual exacerbará las desigualdades entre ricos y el resto. La línea entre clase media y clase baja se está diluyendo y con ello la movilidad social, afirmó José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, y resaltó que la incertidumbre sobre el crecimiento económico pone en riesgo a la democracia, dada la inconformidad de la población con el statu quo.

La CEPAL advierte que el coronavirus amenaza con diluir en unos cuantos meses los avances de 20 años en el combate a la pobreza extrema y el hambre.

Ya son muchas las voces de alerta que le llegan desde los más calificados organismos nacionales e internacionales al presidente López Obrador, de que la actual crisis económica, requiere de un esfuerzo conjunto sin precedentes de su gobierno, industriales, banqueros, inversionistas y todos sus sectores, para evitar que la crisis sanitaria se convierta en alimentaria, de desempleo, quiebra y cierre de miles de pequeñas empresas.

Los pronósticos más calificados hablan de una caída del PIB de 8% este año. Lo que impone el reto mínimo, en 2021, de una reactivación de 4 o 5%, y un porcentaje similar en 2022 para que México alcance un crecimiento real de 2%.

Lamentablemente se han escatimado esfuerzos y voluntad política para convocar a los sectores sociales. López Obrador ha dicho que su compromiso es con los pobres, ha negado apoyos fiscales y el aval del gobierno al otorgamiento de créditos a las empresas, porque esto significaría mayor endeudamiento de la hacienda pública.

El tabasqueño se ha mostrado sistemáticamente renuente a seguir engrosando la deuda nacional. La OCDE le dice: todavía tiene un buen margen de endeudamiento para apoyar a las empresas, no dejarlas solas, evitar un mayor derrumbamiento del aparato productivo, como hacen todos los gobiernos del mundo.

El presidente ha jugado a sus proyectos sociales y obras emblemáticas: la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles, que el sector empresarial le pide cancele, haga obras de infraestructura social y económica rentables en el corto plazo, al gusto de la iniciativa privada.

Hay un choque ideológico político, gran distanciamiento entre su gobierno y organismos empresariales que se quejan no hay reglas claras para la inversión. Por eso no se aterrizaron inversiones por 957 mil millones que gobierno y empresarios anunciaron en octubre del año pasado.

Las Inversiones públicas y privadas, elementos claves de la reactivación, están detenidas desde inicios de esta administración. Al sector privado le gusta jugar a las obras públicas cuando lleva las de ganar. Se mal acostumbró con los gobiernos neoliberales que le subastaron al Estado.

El tabasqueño les ha cambiado las reglas. Se han dado acercamientos, acuerdos, no compromisos. La inversión pública y privada están paradas. La pandemia del coronavirus y la parálisis cuarentenal del aparato productivo convirtieron el estancamiento en un desastre económico de proporciones sin precedentes.

El colapso seguirá ahondándose si el presidente no decide dar un golpe de timón, contrata deuda por un billón de pesos, emprende obras de infraestructura social y económica para la reactivación, el crecimiento y el empleo. Es hora de invertir. La austeridad solo conducirá a empeorar la situación del país.

El mandatario recibirá, en abril del año entrante, otro billón de pesos de los remanentes del Banco de México. Puede contratar deuda que pagará el año próximo, destinarlos al rescate de millones de micro, pequeñas y medianas empresas a condición de que creen empleos (no a los gigantes industriales y comerciales, los grandes ganadores de esta crisis), constituirse en el gran rescatista del gobierno, la economía nacional, del empleo, y la pobreza. NOS ESCUCHAMOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas en ABC Radio 1280 de AM.