/ lunes 9 de julio de 2018

Contra lo que esperaban sus críticos, terso inicio de Andrés Manuel

EL PRESIDENTE ELECTO, Andrés Manuel López Obrador, obtuvo en esta elección un capital político extraordinario que le acaba de ser refrendado por la votación más copiosa que el pueblo mexicano le ha otorgado a mandatario alguno. Su victoria es inédita, sin paralelo.

ES EL LÍDER que los mexicanos buscaban en su desesperación y hartazgo del régimen político neoliberal que lleva más de 36 años en el poder y tiene empantanada a la sociedad en un círculo vicioso de corrupción, criminalidad, desigualdades y una confianza y popularidad decadentes; que lleva más de tres décadas desnacionalizando y privatizando la economía, poniendo las fuentes de riqueza en unas cuantas manos; han sido políticas que han tenido un alto costo social de empobrecimiento, miseria y desigualdades para la mayoría de los mexicanos.

CONTRA LO QUE esperaban sus más severos críticos, López Obrador ha tenido un inicio suave, aterciopelado, que busca no desgastar innecesaria e inútilmente su vasto y poderoso capital político. Está actuando con inteligencia, equilibrio, madurez y experiencia.

PESE A SU manifiesta aversión al neoliberalismo capitalista que tanto daño le ha hecho al país concentrando la riqueza en unas cuantas manos, en su mensaje inicial como candidato ganador ha llamado a la reconciliación nacional, al respeto amplio a todas las libertades; a los mercados financieros les ha dicho que respetará la autonomía del Banco de México, mantendrá la disciplina financiera y fiscal, que no actuará de manera arbitraria ni habrá confiscaciones; y que reconoce los compromisos de pago con las empresas y círculos financieros.

EL TRIUNFO DEL tabasqueño fue apabullante y su victoria suprema lo levanta y constituye en un auténtico líder popular nacional, como hacía muchas décadas los mexicanos no lo teníamos. Así se cumple fielmente la frase lopezobradorista acerca de que su triunfo en las elecciones marca el inicio de una cuarta etapa histórica de cambios y transformación incruenta en México, luego de la Independencia, la Reforma y la Revolución.

SE ABRE UNA nueva etapa propicia para los cambios de fondo y de raíz; el viraje político y económico que inicie la reconstrucción nacional de manera gradual y prudente para que sea un cambio sin convulsiones ni contratiempos ni tropiezos…

SI LÓPEZ OBRADOR ha actuado con sensibilidad, mesura e institucionalidad una vez proclamada su resonante victoria en las urnas electorales, en la contraparte, el presidente Enrique Peña también ha tenido una actuación política sedosa e impecable, pues no cayó en la tentación de otros mandatarios, como lo reconoció el propio tabasqueño, de llenar de obstáculos y de mezquindades su marcha triunfal.

FUE MUY BIEN visto, por ejemplo, que José Antonio Meade, siguiendo la conducta de su jefe político, saliera desde temprana hora a reconocer el triunfo de Andrés Manuel, lo cual obligó y motivó a Ricardo Anaya a hacer los propio más tarde, y luego sucedió el discurso dirigido a la nación del propio presidente de la república reconociendo la victoria electoral del pueblo en el triunfo del tabasqueño.

AMBOS MANDATARIOS hacen posible que la marcha institucional del país continúe sin sobresalto y sin tropiezos, están cumpliendo el mandato popular de los mexicanos en las urnas, independientemente de lo que queda atrás y lo que venga hacia adelante.

DE LA HISTORIA presente y pasada sigue siendo responsable Enrique Peña; de la historia que empieza a escribirse y se escribirá los próximos 6 años el responsable será Andrés Manuel. El pueblo los juzgará a ambos, aunque parece ya haber juzgado a Peña Nieto al asestarle al PRI, su partido, la más tremenda derrota de su historia.

PEÑA NIETO SE olvidó del pueblo, como ignoraron a las masas populares sus antecesores del PRI y del PAN. El compromiso que tiene López Obrador con los pobres es monumental. Toma las riendas de un país sin más capital que el político, el cual le acaba de otorgar el pueblo. México tiene una deuda pública que rebasa los 10 billones de pesos, está hundido por la criminalidad y la violencia, tiene una economía que no crece más de 2.5% en los últimos 36 años, uno de los índices de pobreza más elevados, y sus instituciones están corroídas por la corrupción. No será fácil enderezar la nave. ESCÚCHANOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas en ABC Radio, 1280 de AM.

EL PRESIDENTE ELECTO, Andrés Manuel López Obrador, obtuvo en esta elección un capital político extraordinario que le acaba de ser refrendado por la votación más copiosa que el pueblo mexicano le ha otorgado a mandatario alguno. Su victoria es inédita, sin paralelo.

ES EL LÍDER que los mexicanos buscaban en su desesperación y hartazgo del régimen político neoliberal que lleva más de 36 años en el poder y tiene empantanada a la sociedad en un círculo vicioso de corrupción, criminalidad, desigualdades y una confianza y popularidad decadentes; que lleva más de tres décadas desnacionalizando y privatizando la economía, poniendo las fuentes de riqueza en unas cuantas manos; han sido políticas que han tenido un alto costo social de empobrecimiento, miseria y desigualdades para la mayoría de los mexicanos.

CONTRA LO QUE esperaban sus más severos críticos, López Obrador ha tenido un inicio suave, aterciopelado, que busca no desgastar innecesaria e inútilmente su vasto y poderoso capital político. Está actuando con inteligencia, equilibrio, madurez y experiencia.

PESE A SU manifiesta aversión al neoliberalismo capitalista que tanto daño le ha hecho al país concentrando la riqueza en unas cuantas manos, en su mensaje inicial como candidato ganador ha llamado a la reconciliación nacional, al respeto amplio a todas las libertades; a los mercados financieros les ha dicho que respetará la autonomía del Banco de México, mantendrá la disciplina financiera y fiscal, que no actuará de manera arbitraria ni habrá confiscaciones; y que reconoce los compromisos de pago con las empresas y círculos financieros.

EL TRIUNFO DEL tabasqueño fue apabullante y su victoria suprema lo levanta y constituye en un auténtico líder popular nacional, como hacía muchas décadas los mexicanos no lo teníamos. Así se cumple fielmente la frase lopezobradorista acerca de que su triunfo en las elecciones marca el inicio de una cuarta etapa histórica de cambios y transformación incruenta en México, luego de la Independencia, la Reforma y la Revolución.

SE ABRE UNA nueva etapa propicia para los cambios de fondo y de raíz; el viraje político y económico que inicie la reconstrucción nacional de manera gradual y prudente para que sea un cambio sin convulsiones ni contratiempos ni tropiezos…

SI LÓPEZ OBRADOR ha actuado con sensibilidad, mesura e institucionalidad una vez proclamada su resonante victoria en las urnas electorales, en la contraparte, el presidente Enrique Peña también ha tenido una actuación política sedosa e impecable, pues no cayó en la tentación de otros mandatarios, como lo reconoció el propio tabasqueño, de llenar de obstáculos y de mezquindades su marcha triunfal.

FUE MUY BIEN visto, por ejemplo, que José Antonio Meade, siguiendo la conducta de su jefe político, saliera desde temprana hora a reconocer el triunfo de Andrés Manuel, lo cual obligó y motivó a Ricardo Anaya a hacer los propio más tarde, y luego sucedió el discurso dirigido a la nación del propio presidente de la república reconociendo la victoria electoral del pueblo en el triunfo del tabasqueño.

AMBOS MANDATARIOS hacen posible que la marcha institucional del país continúe sin sobresalto y sin tropiezos, están cumpliendo el mandato popular de los mexicanos en las urnas, independientemente de lo que queda atrás y lo que venga hacia adelante.

DE LA HISTORIA presente y pasada sigue siendo responsable Enrique Peña; de la historia que empieza a escribirse y se escribirá los próximos 6 años el responsable será Andrés Manuel. El pueblo los juzgará a ambos, aunque parece ya haber juzgado a Peña Nieto al asestarle al PRI, su partido, la más tremenda derrota de su historia.

PEÑA NIETO SE olvidó del pueblo, como ignoraron a las masas populares sus antecesores del PRI y del PAN. El compromiso que tiene López Obrador con los pobres es monumental. Toma las riendas de un país sin más capital que el político, el cual le acaba de otorgar el pueblo. México tiene una deuda pública que rebasa los 10 billones de pesos, está hundido por la criminalidad y la violencia, tiene una economía que no crece más de 2.5% en los últimos 36 años, uno de los índices de pobreza más elevados, y sus instituciones están corroídas por la corrupción. No será fácil enderezar la nave. ESCÚCHANOS DIARIAMENTE de 13 a 14 horas en ABC Radio, 1280 de AM.