/ domingo 4 de agosto de 2019

¿Coordinación o subordinación?, el dilema de Claudia Rivera

Que Claudia Rivera Vivanco esté dispuesta a trabajar de manera coordinada con el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta y así lo haya expresado en distintas ocasiones en público no significa que pretenda asumir un papel de sumisión frente al nuevo mandatario, como se cree. Al menos no todavía.

La presidenta municipal de Puebla tiene un grupo de colaboradores, que influye y es mayoría, que le ha sugerido acercarse a Barbosa para convencerlo de sus buenas intenciones, para dejarle claro que está de su lado y que aspira a sumarse sin condiciones a la línea de trabajo que él disponga, con las peticiones y sugerencias que indique, incluidos algunos relevos dentro del gabinete.

Por supuesto, agregan, eso tendría que gestionarse con el debido cuidado de las formas políticas para evitarle a la alcaldesa una humillación pública.

Hay otro grupo de colaboradores, sin embargo, menor en cantidad, pero más cercano en afectos personales, que le recomienda no hacer eso y resistir ante los cantados intentos de injerencia del nuevo gobierno para mostrar que no está dispuesta a recibir órdenes o imposiciones de nadie, ni de Barbosa.

Según esta corriente, si Rivera Vivanco permite una vez que le digan qué hacer o a quién quitar y a quién poner dentro de su administración, sufrirá muchas más imposiciones en el tiempo que le resta de gobierno y al final lamentará no haber sido ella quien diera las órdenes.

Rivera Vivanco se mueve todavía entre estas dos alternativas políticas.

Parece no haber decidido cuál tomar.

En el pasado más o menos reciente dos presidentes municipales de Puebla fueron enemigos declarados del gobernador en funciones, aun de su mismo partido.

Uno fue Enrique Doger Guerrero, del PRI, que, en el extremo de las tensiones con el entonces huésped de Casa Puebla, Mario Marín Torres, le condenó por su actuación en el caso Lydia Cacho.

Doger no disimuló.

Por el contrario, fue explícito en sus diferencias con Marín y sobrevivió.

El ex rector de la BUAP no fue candidato a gobernador al final del sexenio marinista, como buscaba, pero siguió vigente, consiguió otros cargos de elección popular y mantuvo sus posibilidades de volver a buscar la gubernatura en el futuro, como ocurrió en 2018.

Otro caso fue el de Eduardo Rivera Pérez, del PAN, que gobernó la ciudad enfrentado con Rafael Moreno Valle Rosas.

Rivera Pérez jamás lo aceptó en público, como Doger, pero sufrió una embestida permanente por oponerse a las órdenes del entonces gobernador.

El Grito de Independencia de 2011 se convirtió en un escándalo político por aquella escena en la que Moreno Valle le impidió a Rivera salir al balcón de Palacio Municipal para ser parte de la fiesta.

El panista fue un rival silencioso del inquilino de Los Fuertes y se le resistió a su manera.

Tampoco pudo convertirse en candidato a gobernador en las elecciones posteriores, pero sobrevivió.

El jueves, mientras el recién encumbrado gobernador pronunciaba su discurso desde el Auditorio Metropolitano, Claudia Rivera publicó un mensaje en redes sociales:

“Damos la bienvenida a @MBarbosaMx como Gobernador del Estado de Puebla. Su liderazgo representa el inicio de la estabilidad para nuestra entidad y nos alienta a trabajar de manera coordinada a favor de todos los poblanos. #HacerHistoriaHacerFuturo”.

El texto fue acompañado de una fotografía donde aparecen Rivera y Barbosa juntos. Ambos están sentados y sonrientes mientras ella lo abraza por el cuello y el hombro derecho, muy amigable.

Visto de manera simple, el tuit parece expresar la disposición de la presidenta municipal para ponerse a las órdenes del gobernador.

No es así.

La clave está en las palabras usadas, que aquí sí deben tomarse de manera literal.

“Nos alienta a trabajar de manera ‘coordinada’”, expuso.

Coordinación no es sinónimo de subordinación.

Así que no hay que sacar conclusiones anticipadas.

Enrique Doger y Eduardo Rivera pueden ser dos buenos ejemplos de rebelión, aunque con una notable diferencia.

Ninguno de ellos tuvo a la opinión pública en su contra y ninguno estuvo ni cerca de convertir su ayuntamiento en uno de los más ineficaces de los que se tenga memoria.

Ese hecho, que se manifestó en las urnas el pasado 2 de junio, juega en contra de la presidenta.


Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Que Claudia Rivera Vivanco esté dispuesta a trabajar de manera coordinada con el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta y así lo haya expresado en distintas ocasiones en público no significa que pretenda asumir un papel de sumisión frente al nuevo mandatario, como se cree. Al menos no todavía.

La presidenta municipal de Puebla tiene un grupo de colaboradores, que influye y es mayoría, que le ha sugerido acercarse a Barbosa para convencerlo de sus buenas intenciones, para dejarle claro que está de su lado y que aspira a sumarse sin condiciones a la línea de trabajo que él disponga, con las peticiones y sugerencias que indique, incluidos algunos relevos dentro del gabinete.

Por supuesto, agregan, eso tendría que gestionarse con el debido cuidado de las formas políticas para evitarle a la alcaldesa una humillación pública.

Hay otro grupo de colaboradores, sin embargo, menor en cantidad, pero más cercano en afectos personales, que le recomienda no hacer eso y resistir ante los cantados intentos de injerencia del nuevo gobierno para mostrar que no está dispuesta a recibir órdenes o imposiciones de nadie, ni de Barbosa.

Según esta corriente, si Rivera Vivanco permite una vez que le digan qué hacer o a quién quitar y a quién poner dentro de su administración, sufrirá muchas más imposiciones en el tiempo que le resta de gobierno y al final lamentará no haber sido ella quien diera las órdenes.

Rivera Vivanco se mueve todavía entre estas dos alternativas políticas.

Parece no haber decidido cuál tomar.

En el pasado más o menos reciente dos presidentes municipales de Puebla fueron enemigos declarados del gobernador en funciones, aun de su mismo partido.

Uno fue Enrique Doger Guerrero, del PRI, que, en el extremo de las tensiones con el entonces huésped de Casa Puebla, Mario Marín Torres, le condenó por su actuación en el caso Lydia Cacho.

Doger no disimuló.

Por el contrario, fue explícito en sus diferencias con Marín y sobrevivió.

El ex rector de la BUAP no fue candidato a gobernador al final del sexenio marinista, como buscaba, pero siguió vigente, consiguió otros cargos de elección popular y mantuvo sus posibilidades de volver a buscar la gubernatura en el futuro, como ocurrió en 2018.

Otro caso fue el de Eduardo Rivera Pérez, del PAN, que gobernó la ciudad enfrentado con Rafael Moreno Valle Rosas.

Rivera Pérez jamás lo aceptó en público, como Doger, pero sufrió una embestida permanente por oponerse a las órdenes del entonces gobernador.

El Grito de Independencia de 2011 se convirtió en un escándalo político por aquella escena en la que Moreno Valle le impidió a Rivera salir al balcón de Palacio Municipal para ser parte de la fiesta.

El panista fue un rival silencioso del inquilino de Los Fuertes y se le resistió a su manera.

Tampoco pudo convertirse en candidato a gobernador en las elecciones posteriores, pero sobrevivió.

El jueves, mientras el recién encumbrado gobernador pronunciaba su discurso desde el Auditorio Metropolitano, Claudia Rivera publicó un mensaje en redes sociales:

“Damos la bienvenida a @MBarbosaMx como Gobernador del Estado de Puebla. Su liderazgo representa el inicio de la estabilidad para nuestra entidad y nos alienta a trabajar de manera coordinada a favor de todos los poblanos. #HacerHistoriaHacerFuturo”.

El texto fue acompañado de una fotografía donde aparecen Rivera y Barbosa juntos. Ambos están sentados y sonrientes mientras ella lo abraza por el cuello y el hombro derecho, muy amigable.

Visto de manera simple, el tuit parece expresar la disposición de la presidenta municipal para ponerse a las órdenes del gobernador.

No es así.

La clave está en las palabras usadas, que aquí sí deben tomarse de manera literal.

“Nos alienta a trabajar de manera ‘coordinada’”, expuso.

Coordinación no es sinónimo de subordinación.

Así que no hay que sacar conclusiones anticipadas.

Enrique Doger y Eduardo Rivera pueden ser dos buenos ejemplos de rebelión, aunque con una notable diferencia.

Ninguno de ellos tuvo a la opinión pública en su contra y ninguno estuvo ni cerca de convertir su ayuntamiento en uno de los más ineficaces de los que se tenga memoria.

Ese hecho, que se manifestó en las urnas el pasado 2 de junio, juega en contra de la presidenta.


Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx