/ sábado 19 de enero de 2019

¿Cuál es la relación ente el alcoholismo y la intelectualidad?

El día de ayer fue el natalicio de Rubén Darío, considerado el máximo exponente del Modernismo, primera corriente surgida propiamente en Hispanoamérica, dejando de lado la costumbre de seguir modelos europeos, situación que merece indudablemente un reconocimiento. Este escritor era un alcohólico empedernido, situación que nos recuerda a otros más que hicieron de la bebida un elemento sin en el que no hubieran podido haber trascendido.

Quiero empezar diciendo que el vicio de las copas es un problema muy delicado y causante de muchas tragedias, sin embargo, hay que analizar algunos casos en los que funcionó como una especie de elixir para la creación y el talento.

En el caso del nicaragüense citado al principio, era conocida su afición a los tragos y los excesos, situación que lo llevó a una muerte temprana, pero no sin haber sido el prócer del movimiento literario mencionado.

Como él tenemos el caso de Ernest Hemingway, quien tuvo un gusto manifiesto por las corridas de toros, las damas bellas y el alcohol. Eran célebres las escenas en las que formaba vasos para bebérselos, allá en los tiempos de cuando Cuba pudo haber sido Las Vegas.

Podría hacer una lista grande de los autores que alguna vez padecieron alcoholismo, como Charles Bukowski, Dostoyewski, William Faulkner o José Revueltas, considerado por algunos como el mejor escritor mexicano de la historia.

Hablemos científicamente: el alcohol es una substancia que puede generar un estado de euforia y/o desinhibición sobre el consumidor, puede estimular el apetito y el deseo sexual, creando así una sensación de bienestar en algunos casos.

En ese sentido, recordemos que la posibilidad de expresar emociones escondidas puede dar como resultado textos de gran calidad, lo cual no depende solamente de tomarse una copa, sino también de la capacidad en cuanto al manejo del lenguaje para plasmar las ideas en palabras.

Recordemos que todos podemos sentir, pero son pocos los que le pueden dar forma a esas emociones, he ahí el mérito de un sujeto como escritor. Hay quien cree que los poetas son hombres muy enamorados, cuando yo creo que no es así, ellos tienen un talento que les permite escribir versos muy sofisticados, sin necesidad de experimentar alguna emotividad.

En ese orden de ideas, un licor o vino pueden fungir como catalizadores en la producción de una obra, dando libre paso a expresiones que de otra forma no podrían ver la luz. Esto no quiere decir que beber ayude a ser un artista; en otros casos, los tragos hacen brotar los aspectos más perversos y/o depravados de un ser humano. El tomar es como un arma de fuego: en buenas manos sirve para preservar el orden y luchar por la justicia; pero en malas, puede significar amenazas, asaltos y asesinatos.

Amigo lector, visualiza esta escena. Hay un escritorio junto a una ventana, estás en calma y tienes unos sentimientos encontrados que quieres manifestar, el dinamismo del clima te lleva, de un sol radiante, a una lluvia y de ese mismo modo tu pensamiento entra en una dialéctica acerca de ti, tus pensamientos y acciones. Tomas un vaso old fashioned, con delicadeza añades dos hielos y dejas caer el flujo brillante de un buen whisky escocés. Contemplas el diáfano vaso y el cuerpo del licor contoneándose al interior del recipiente, para luego beber un trago que parece alimentar el alma.

Obviamente estas circunstancias son muy atractivas, ejemplo que trata de explicar el efecto del alcohol en quienes les gusta cultivar el intelecto.

Como siempre, la moderación y el autocontrol son básicos para poder disfrutar de las bebidas que han acompañado a la humanidad desde hace milenios. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.

El día de ayer fue el natalicio de Rubén Darío, considerado el máximo exponente del Modernismo, primera corriente surgida propiamente en Hispanoamérica, dejando de lado la costumbre de seguir modelos europeos, situación que merece indudablemente un reconocimiento. Este escritor era un alcohólico empedernido, situación que nos recuerda a otros más que hicieron de la bebida un elemento sin en el que no hubieran podido haber trascendido.

Quiero empezar diciendo que el vicio de las copas es un problema muy delicado y causante de muchas tragedias, sin embargo, hay que analizar algunos casos en los que funcionó como una especie de elixir para la creación y el talento.

En el caso del nicaragüense citado al principio, era conocida su afición a los tragos y los excesos, situación que lo llevó a una muerte temprana, pero no sin haber sido el prócer del movimiento literario mencionado.

Como él tenemos el caso de Ernest Hemingway, quien tuvo un gusto manifiesto por las corridas de toros, las damas bellas y el alcohol. Eran célebres las escenas en las que formaba vasos para bebérselos, allá en los tiempos de cuando Cuba pudo haber sido Las Vegas.

Podría hacer una lista grande de los autores que alguna vez padecieron alcoholismo, como Charles Bukowski, Dostoyewski, William Faulkner o José Revueltas, considerado por algunos como el mejor escritor mexicano de la historia.

Hablemos científicamente: el alcohol es una substancia que puede generar un estado de euforia y/o desinhibición sobre el consumidor, puede estimular el apetito y el deseo sexual, creando así una sensación de bienestar en algunos casos.

En ese sentido, recordemos que la posibilidad de expresar emociones escondidas puede dar como resultado textos de gran calidad, lo cual no depende solamente de tomarse una copa, sino también de la capacidad en cuanto al manejo del lenguaje para plasmar las ideas en palabras.

Recordemos que todos podemos sentir, pero son pocos los que le pueden dar forma a esas emociones, he ahí el mérito de un sujeto como escritor. Hay quien cree que los poetas son hombres muy enamorados, cuando yo creo que no es así, ellos tienen un talento que les permite escribir versos muy sofisticados, sin necesidad de experimentar alguna emotividad.

En ese orden de ideas, un licor o vino pueden fungir como catalizadores en la producción de una obra, dando libre paso a expresiones que de otra forma no podrían ver la luz. Esto no quiere decir que beber ayude a ser un artista; en otros casos, los tragos hacen brotar los aspectos más perversos y/o depravados de un ser humano. El tomar es como un arma de fuego: en buenas manos sirve para preservar el orden y luchar por la justicia; pero en malas, puede significar amenazas, asaltos y asesinatos.

Amigo lector, visualiza esta escena. Hay un escritorio junto a una ventana, estás en calma y tienes unos sentimientos encontrados que quieres manifestar, el dinamismo del clima te lleva, de un sol radiante, a una lluvia y de ese mismo modo tu pensamiento entra en una dialéctica acerca de ti, tus pensamientos y acciones. Tomas un vaso old fashioned, con delicadeza añades dos hielos y dejas caer el flujo brillante de un buen whisky escocés. Contemplas el diáfano vaso y el cuerpo del licor contoneándose al interior del recipiente, para luego beber un trago que parece alimentar el alma.

Obviamente estas circunstancias son muy atractivas, ejemplo que trata de explicar el efecto del alcohol en quienes les gusta cultivar el intelecto.

Como siempre, la moderación y el autocontrol son básicos para poder disfrutar de las bebidas que han acompañado a la humanidad desde hace milenios. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.