/ miércoles 23 de junio de 2021

¿De parte de quién?

En el centro de operaciones del presidente municipal electo de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, se tiene la certeza de que los autores intelectuales de la falsa encuesta telefónica que circuló el lunes entre militantes del PAN despachan en el Comité Directivo Estatal de ese partido y que el ejercicio de descalificación está enmarcado en la lucha por el control de la dirigencia.

Claudia Rivera Vivanco y Genoveva Huerta Villegas son las principales sospechosas de haber movido los hilos para desacreditar al edil electo y al gobernador Miguel Barbosa con la aplicación de una presunta encuesta que en las preguntas da por sentado que hubo un pacto político entre los dos personajes para beneficiar electoralmente al primero.

Apenas enterados del hecho, los colaboradores del mandatario estatal ubicaron como presunta responsable a la presidenta municipal en funciones y candidata perdedora a la reelección, lo que quedó exhibido en las redes sociales.

Sin más argumentos que el supuesto resentimiento de la edil contra Rivera Pérez y Barbosa por el descalabro sufrido el 6 de junio en las urnas, el despliegue tuitero de la tarde-noche del lunes condenó de manera unánime a la inquilina del palacio municipal.

Sin embargo, ya ve usted que detrás de toda historia siempre coexisten diversos y variados puntos de vista, en el lado de Eduardo Rivera, el otro objetivo de esa grabación disfrazada de encuesta, creen otra cosa.

Allá interpretaron que se trata de un instrumento de propaganda elaborado en contra del alcalde electo para minar su autoridad moral de cara a la renovación de dirigencia, que se prevé para octubre o noviembre de este año, y señalaron como presunta culpable a Genoveva Huerta, a nadie más.

Antes de pasar a más detalles repase las tres preguntas contenidas en la grabación:

“Con el pacto entre Lalo Rivera y el gobernador Miguel Barbosa, ¿quién sale más afectado?

Presiona 1 para ‘los panistas’, 2 para ‘los miembros de Morena’, 3 para ‘el presidente Andrés Manuel López Obrador’.

“¿Usted cree que Lalo Rivera hubiera podido ganar la presidencia municipal de Puebla sin el pacto con el gobernador Barbosa?

Presione 1 para ‘no’, 2 para ‘sí’, 3 para ‘no sabe’.

“¿El PAN debe arrodillarse ante Morena?

Presione 1 para ‘sí’, 2 para ‘no’.”

Los barbosistas vieron en estas preguntas una agresión directa contra su jefe, pero no es así.

Los dardos envenenados fueron dirigidos a Eduardo Rivera, a quien se le asume como aliado y subordinado de Miguel Barbosa y a quien se le resta el mérito de haber ganado la contienda electoral justo por eso, por haber, supuestamente, dependido de la asistencia del gobernador.

El remate con la última pregunta es evidente, al exhibir un partido blanquiazul presuntamente “arrodillado” ante Morena y el mandatario.

Si Eduardo Rivera es el objetivo de la descalificación y las llamadas telefónicas fueron realizadas únicamente a militantes del PAN, por supuesto que se trata de un asunto interno en ese instituto político.

Así lo leyeron en el búnker del excandidato panista y lo asumieron como parte de la guerra que se avecina por el control de la dirigencia estatal.

Según esto, Genoveva Huerta pretende conservar el mando del partido y para ello ha decidido no solo reelegirse, sino hacerse de la coordinación de la fracción panista del próximo Congreso a través de Eduardo Alcántara Montiel.

En ese contexto la ponen como autora intelectual de la “encuesta”.

Con ella, añaden, pretende desacreditar a Rivera Pérez y a sus aliados para sacarlos de la puja por el Comité Directivo Estatal.

Ambas hipótesis son creíbles en medio de la maraña postelectoral.

Pudo ser Claudia Rivera, como conjetura el gobernador, o Genoveva Huerta, como piensa el edil electo.

También pudo ser un tercero, que de lejos mire entre carcajadas el revuelo causado.

El suceso, no obstante, encaja más en un cruento y previsible episodio de la lucha por el dominio en el PAN.

De ser así, quedará claro que los panistas gustan de las emociones fuertes.

Apenas salieron de una contienda y ya entraron a otra.

NOTA

El autor de esta columna hará una pausa de dos semanas, justa y necesaria para despejar la mente, recargar baterías y conservar una mediana lucidez. ¡Hasta pronto!

Twitter: @jorgerdzc

En el centro de operaciones del presidente municipal electo de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, se tiene la certeza de que los autores intelectuales de la falsa encuesta telefónica que circuló el lunes entre militantes del PAN despachan en el Comité Directivo Estatal de ese partido y que el ejercicio de descalificación está enmarcado en la lucha por el control de la dirigencia.

Claudia Rivera Vivanco y Genoveva Huerta Villegas son las principales sospechosas de haber movido los hilos para desacreditar al edil electo y al gobernador Miguel Barbosa con la aplicación de una presunta encuesta que en las preguntas da por sentado que hubo un pacto político entre los dos personajes para beneficiar electoralmente al primero.

Apenas enterados del hecho, los colaboradores del mandatario estatal ubicaron como presunta responsable a la presidenta municipal en funciones y candidata perdedora a la reelección, lo que quedó exhibido en las redes sociales.

Sin más argumentos que el supuesto resentimiento de la edil contra Rivera Pérez y Barbosa por el descalabro sufrido el 6 de junio en las urnas, el despliegue tuitero de la tarde-noche del lunes condenó de manera unánime a la inquilina del palacio municipal.

Sin embargo, ya ve usted que detrás de toda historia siempre coexisten diversos y variados puntos de vista, en el lado de Eduardo Rivera, el otro objetivo de esa grabación disfrazada de encuesta, creen otra cosa.

Allá interpretaron que se trata de un instrumento de propaganda elaborado en contra del alcalde electo para minar su autoridad moral de cara a la renovación de dirigencia, que se prevé para octubre o noviembre de este año, y señalaron como presunta culpable a Genoveva Huerta, a nadie más.

Antes de pasar a más detalles repase las tres preguntas contenidas en la grabación:

“Con el pacto entre Lalo Rivera y el gobernador Miguel Barbosa, ¿quién sale más afectado?

Presiona 1 para ‘los panistas’, 2 para ‘los miembros de Morena’, 3 para ‘el presidente Andrés Manuel López Obrador’.

“¿Usted cree que Lalo Rivera hubiera podido ganar la presidencia municipal de Puebla sin el pacto con el gobernador Barbosa?

Presione 1 para ‘no’, 2 para ‘sí’, 3 para ‘no sabe’.

“¿El PAN debe arrodillarse ante Morena?

Presione 1 para ‘sí’, 2 para ‘no’.”

Los barbosistas vieron en estas preguntas una agresión directa contra su jefe, pero no es así.

Los dardos envenenados fueron dirigidos a Eduardo Rivera, a quien se le asume como aliado y subordinado de Miguel Barbosa y a quien se le resta el mérito de haber ganado la contienda electoral justo por eso, por haber, supuestamente, dependido de la asistencia del gobernador.

El remate con la última pregunta es evidente, al exhibir un partido blanquiazul presuntamente “arrodillado” ante Morena y el mandatario.

Si Eduardo Rivera es el objetivo de la descalificación y las llamadas telefónicas fueron realizadas únicamente a militantes del PAN, por supuesto que se trata de un asunto interno en ese instituto político.

Así lo leyeron en el búnker del excandidato panista y lo asumieron como parte de la guerra que se avecina por el control de la dirigencia estatal.

Según esto, Genoveva Huerta pretende conservar el mando del partido y para ello ha decidido no solo reelegirse, sino hacerse de la coordinación de la fracción panista del próximo Congreso a través de Eduardo Alcántara Montiel.

En ese contexto la ponen como autora intelectual de la “encuesta”.

Con ella, añaden, pretende desacreditar a Rivera Pérez y a sus aliados para sacarlos de la puja por el Comité Directivo Estatal.

Ambas hipótesis son creíbles en medio de la maraña postelectoral.

Pudo ser Claudia Rivera, como conjetura el gobernador, o Genoveva Huerta, como piensa el edil electo.

También pudo ser un tercero, que de lejos mire entre carcajadas el revuelo causado.

El suceso, no obstante, encaja más en un cruento y previsible episodio de la lucha por el dominio en el PAN.

De ser así, quedará claro que los panistas gustan de las emociones fuertes.

Apenas salieron de una contienda y ya entraron a otra.

NOTA

El autor de esta columna hará una pausa de dos semanas, justa y necesaria para despejar la mente, recargar baterías y conservar una mediana lucidez. ¡Hasta pronto!

Twitter: @jorgerdzc