/ lunes 26 de octubre de 2020

Del derecho a votar a ser votadas

"Yo no soy partidario de regalarle nada a la mujer, porque eso la denigra, en algunos países como en México hacen como un reparto por cuota, pero eso lleva a que como no lo pueden llenar ponen cualquier cosa y cualquier cosa no prestigia a la mujer, la mujer que asuma un cargo tiene que ser brillante, porque es la manera de defender al género ante los ojos públicos, no se trata de ganar por imponer, se trata de ganar por convencer”.

José Mújica, ex Presidente de Uruguay

Declaración que pasó inadvertida para la gran mayoría de los medios de comunicación pese a su contenido profundamente misógino en un Foro en la Ciudad de México en 2016. Ejemplos similares de figuras públicas abundan dada la normalización del discurso machista que predomina aún en nuestro país.

Asumir que una mujer que ocupa una cuota, es poco capaz o preparada no tiene fundamento. Al contrario, de acuerdo a la CEPAL “La escolaridad femenina ha ido creciendo a un mayor ritmo que la masculina en toda América Latina, a excepción de Paraguay”.

La meritocracia y las cuotas no están peleadas. Como bien señala la política de izquierda Ruth Zavaleta “Las cuotas electorales de género son la oportunidad para que el mérito encuentre el camino hacia la representación popular”.

Por otro lado, la exigencia que una mujer en un cargo tiene que ser brillante para defender al género ante la opinión pública, es una expectativa que sólo se le exige a la mujer, cuando debiera ser una condición para todos; hombres y mujeres por igual.

Lo que subyace en esta idea es que la mujer no es merecedora per se, por lo que tiene que demostrar su valía. Rara vez se escucha que un hombre debe ser brillante para defender su género y justificar su posición.

Por último, el Ex Presidente uruguayo enuncia que “una mujer tiene que convencer no imponer para ocupar un espacio”. Y eso es exactamente el problema, las cifras de participación femenina, demuestran que no ha sido suficiente exhortar o promover la igualdad sustantiva de género, por lo que ha sido necesario establecer por ley dichas medidas de discriminación o acción positiva para garantizar el acceso a la mujer a puestos de tomas de decisión.

Una simple declaración denota los prejuicios que persisten en la sociedad latinoamericana. Como recientemente confesó la Secretaria de Gobernación Federal Olga Sánchez Cordero “Muchos de estos retos fue demostrar la capacidad de una mujer tanto o más, pero el reto fue doble, no solamente para llegar, sino para demostrar y por supuesto que dentro del gabinete, inclusive hoy en día, hay temas de misoginia muy considerables… en ocasiones mi opinión no era tomada en consideración aunque haya tenido la razón”.

El trato sigue siendo como si fuera una concesión para una minoría, lo que resulta inexplicable cuando el padrón electoral en 2019 estaba compuesto por el 51.7 % de mujeres y 48.3 % de hombres en nuestro país de acuerdo al INE (Instituto Nacional Electoral).

Y es que las cifras de participación de las mujeres en puestos de tomas de decisión siguen siendo bajos, México se ubica en el lugar número 23 a nivel mundial en cuanto a puestos directivos ocupados por mujeres, según datos del “Women In Business 2019”. El reporte señala que en México sólo 26% de las mujeres ocupan un puesto directivo, lo que además es un retroceso con respecto al 2018 cuando el indicador estaba ocho puntos arriba.

Y en el ámbito político, hoy de 32 estados sólo hay dos Gobernadoras, sin mucha diferencia de 1979 cuando por primera vez en la historia de México, en Colima ganó la Gubernatura una mujer. En la SCJN (Suprema Corte de Justicia de la Nación) sólo son 3 ministras de 11 y de dirigentes de Partidos Políticos a nivel nacional NO hay mujeres Presidentas.

En el PAN (Partido Acción Nacional) con poca tradición femenina, apenas en 2018 Martha Érika Alonso fue la Primera Gobernadora de este partido desde su fundación en 1939 y a nivel estatal sólo hay 7 Presidentas de Partido de los 32 estados, entre los que se incluye Puebla con Genoveva Huerta.

Desde el reconocimiento al voto de la mujer en 1953, el camino hacia la paridad ha sido largo a través de numerosas reformas al código electoral, sin embargo, ninguna tan avanzada, como la reforma a rango constitucional de 2014, que sienta un precedente histórico que obliga a los partidos políticos a garantizar la paridad de género para todos los cargos de elección popular a partir de la elección de 2018.

Esta reforma es un triunfo en la lucha por la equidad sustantiva de género, sin embargo, el desafío y la responsabilidad son del mismo tamaño de la oportunidad.

Porque si bien, tampoco es garantía que la mujer siempre se desempeñará mejor que un varón en un cargo de liderazgo, una mujer siempre será más juzgada que un hombre.

Según ONU Mujeres, faltan 70 años para llegar a la igualdad entre hombres y mujeres, así que tomará tiempo adoptar como parte de la cultura mexicana la inclusión de las mujeres en los puestos de tomas de decisión en el mundo laboral.

La buena noticia es que así como una costumbre se puede volver ley, también una ley de acción positiva como ésta, generará nuevas formas de vida y costumbres, así que guardamos la esperanza que las cuotas de género que hoy son indispensables, el día de mañana sean innecesarias y obsoletas para nuestras hijas.



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José Mújica, ex Presidente de Uruguay

Declaración que pasó inadvertida para la gran mayoría de los medios de comunicación pese a su contenido profundamente misógino en un Foro en la Ciudad de México en 2016. Ejemplos similares de figuras públicas abundan dada la normalización del discurso machista que predomina aún en nuestro país.

Asumir que una mujer que ocupa una cuota, es poco capaz o preparada no tiene fundamento. Al contrario, de acuerdo a la CEPAL “La escolaridad femenina ha ido creciendo a un mayor ritmo que la masculina en toda América Latina, a excepción de Paraguay”.

La meritocracia y las cuotas no están peleadas. Como bien señala la política de izquierda Ruth Zavaleta “Las cuotas electorales de género son la oportunidad para que el mérito encuentre el camino hacia la representación popular”.

Por otro lado, la exigencia que una mujer en un cargo tiene que ser brillante para defender al género ante la opinión pública, es una expectativa que sólo se le exige a la mujer, cuando debiera ser una condición para todos; hombres y mujeres por igual.

Lo que subyace en esta idea es que la mujer no es merecedora per se, por lo que tiene que demostrar su valía. Rara vez se escucha que un hombre debe ser brillante para defender su género y justificar su posición.

Por último, el Ex Presidente uruguayo enuncia que “una mujer tiene que convencer no imponer para ocupar un espacio”. Y eso es exactamente el problema, las cifras de participación femenina, demuestran que no ha sido suficiente exhortar o promover la igualdad sustantiva de género, por lo que ha sido necesario establecer por ley dichas medidas de discriminación o acción positiva para garantizar el acceso a la mujer a puestos de tomas de decisión.

Una simple declaración denota los prejuicios que persisten en la sociedad latinoamericana. Como recientemente confesó la Secretaria de Gobernación Federal Olga Sánchez Cordero “Muchos de estos retos fue demostrar la capacidad de una mujer tanto o más, pero el reto fue doble, no solamente para llegar, sino para demostrar y por supuesto que dentro del gabinete, inclusive hoy en día, hay temas de misoginia muy considerables… en ocasiones mi opinión no era tomada en consideración aunque haya tenido la razón”.

El trato sigue siendo como si fuera una concesión para una minoría, lo que resulta inexplicable cuando el padrón electoral en 2019 estaba compuesto por el 51.7 % de mujeres y 48.3 % de hombres en nuestro país de acuerdo al INE (Instituto Nacional Electoral).

Y es que las cifras de participación de las mujeres en puestos de tomas de decisión siguen siendo bajos, México se ubica en el lugar número 23 a nivel mundial en cuanto a puestos directivos ocupados por mujeres, según datos del “Women In Business 2019”. El reporte señala que en México sólo 26% de las mujeres ocupan un puesto directivo, lo que además es un retroceso con respecto al 2018 cuando el indicador estaba ocho puntos arriba.

Y en el ámbito político, hoy de 32 estados sólo hay dos Gobernadoras, sin mucha diferencia de 1979 cuando por primera vez en la historia de México, en Colima ganó la Gubernatura una mujer. En la SCJN (Suprema Corte de Justicia de la Nación) sólo son 3 ministras de 11 y de dirigentes de Partidos Políticos a nivel nacional NO hay mujeres Presidentas.

En el PAN (Partido Acción Nacional) con poca tradición femenina, apenas en 2018 Martha Érika Alonso fue la Primera Gobernadora de este partido desde su fundación en 1939 y a nivel estatal sólo hay 7 Presidentas de Partido de los 32 estados, entre los que se incluye Puebla con Genoveva Huerta.

Desde el reconocimiento al voto de la mujer en 1953, el camino hacia la paridad ha sido largo a través de numerosas reformas al código electoral, sin embargo, ninguna tan avanzada, como la reforma a rango constitucional de 2014, que sienta un precedente histórico que obliga a los partidos políticos a garantizar la paridad de género para todos los cargos de elección popular a partir de la elección de 2018.

Esta reforma es un triunfo en la lucha por la equidad sustantiva de género, sin embargo, el desafío y la responsabilidad son del mismo tamaño de la oportunidad.

Porque si bien, tampoco es garantía que la mujer siempre se desempeñará mejor que un varón en un cargo de liderazgo, una mujer siempre será más juzgada que un hombre.

Según ONU Mujeres, faltan 70 años para llegar a la igualdad entre hombres y mujeres, así que tomará tiempo adoptar como parte de la cultura mexicana la inclusión de las mujeres en los puestos de tomas de decisión en el mundo laboral.

La buena noticia es que así como una costumbre se puede volver ley, también una ley de acción positiva como ésta, generará nuevas formas de vida y costumbres, así que guardamos la esperanza que las cuotas de género que hoy son indispensables, el día de mañana sean innecesarias y obsoletas para nuestras hijas.



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