/ lunes 24 de febrero de 2020

Desarrollar una visión y construir el destino de nuestros jóvenes

En México, 4.1 millones de niños y adolescentes, ñentre 3 y 17 años no asisten a la escuela de acuerdo con un informe del Fondo de las Naciones Unidad para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) 2016.

Lo anterior incluye a 1.3 millones de niños de 3 años, equivalente a 60 de cada 100, que no fueron inscritos a preescolar al igual que otros 500 mil de 4 años de edad, según un estudio del Instituto Nacional de Evaluación para la educación (INEE) 2014.

Este último estudio, indica que 57 de cada 100 niños que se inscriben a preescolar, abandonan la escuela antes de terminar la preparatoria. Los más afectados son los de familias más pobres, indígenas, discapacitados o de zonas rurales.

No obstante que existe una ley que hace obligatorio el preescolar, muchos padres se resisten a enviar a sus hijos porque aún están muy chiquitos y solo se va a jugar. Otros no lo hacen porque viven en poblados muy alejados y dispersos.

Muchos más no lo hacen por ignorancia y porque los niños deben ayudar en las tareas y trabajo que realizan los padres que tampoco cuentan con recursos económicos para enviarlos a la escuela. Además, ignoran la importancia de la convivencia y el desarrollo que aporta relacionarse con otros niños.

Estudios científicos confirman que el 90 por ciento de las capacidades de los niños se pierden antes de los 5 años por falta de estímulo. Otros estudios aseguran que a los 5 años, 98 de cada 100 niños fueron considerados genios; pero a los 10 años sólo eran 60 y únicamente 37 a los 15 años. Esto es atribuido a acciones inhibidoras por parte de padres y maestros.

Yo ingresé a la escuela cuando tenía 7 años porque no había preescolar en mi pueblo y también porque debía ayudar en las labores de la casa y los trabajos del campo. De hecho, mis padres olvidaron inscribirme a los 6 años por falta de tiempo.

Es muy importante para un ser humano desarrollar una visión, ver con la mente, imaginar lo que va a suceder y hacer que se realice. Las grandes realizaciones humanas primero fueron un pensamiento. No se puede hacer lo que no se ha imaginado.

Y para desarrollar esta visión es muy importante tomar en cuenta los mensajes de la vida. Siempre están llegando aunque no nos demos cuenta. Algunos ejemplos de estos mensajes que recibí en la infancia giran en torno al rio mixteco. No los entendí.

Un 10 de mayo como a las 3 de la tarde, nos estábamos bañando para ir a la celebración del día de la madre y una mini avenida del río llegó y frente a nosotros provocó que se juntaran cientos de peces en la orilla por las aguas revueltas. Pescamos muchos, pero no captamos el mensaje de la riqueza del rio.

Otro día el rio subió su nivel, se desbordó y se metió a nuestro cultivo de maíz. Ya habían elotes. Los cosechamos mi padre y yo, mi mamá los hizo tamales y los fui a vender a donde los autos no podían pasar por la creciente y la gente requería alimentarse. No nos dimos cuenta del mensaje de aprovechar las circunstancias en futuros eventos.

De manera circunstancial aprendí a pescar, con un anzuelo viejo que mi abuelo guardaba. Conseguí varios peces que sirvieron para alimentarnos y uno de ellos, el más grande, lo fui a vender obteniendo así mis primeros ingresos. La pesca era marginal porque siempre había tareas que cumplir. No captamos el mensaje sobre la importancia de la pesca y ya desde entonces, de la acuacultura.

La visión debe ser alentada por la interrelación con otros, en un proceso de aprendizaje conjunto, en equipos. Nadie sabe todo, todos los días se aprende de todos. Necesitamos alentar a niños y jóvenes para lograrla.

Las enseñanzas de nuestros padres, la de nuestros maestros, los mensajes de vida que recibimos diariamente, la información de los libros y las experiencias de las personas que conocemos, son las fuentes más importantes de inspiración para crear una visión que solo surge del interior. No se puede comprar.

Sin una visión es imposible desarrollarse. Por eso, primero hay que asegurar que nuestros niños y jóvenes vayan a la escuela. Y en la escuela más que otra cosa, hay que enseñarlos a reconocer los problemas, a pensar, a imaginar, a fortalecer su carácter, a tomar decisiones, mostrarles casos de éxito y ejemplos de solución. Pero si nada de eso se puede, díganles lo que pueden llegar a ser y lo que pueden lograr. Hay que ayudarlos a desarrollar una visión clara de la vida. Establecer sus metas y hacer que las cosas sucedan.

Cada uno construye su destino, nuestra tarea es proporcionar la información y las herramientas indispensables para decidirlo. Es una tarea de las familias, la escuela, pero fundamentalmente, es una tarea del gobierno y de la política pública.

La formación de nuestros niños y jóvenes no tiene colores partidistas. Sería muy lamentable que alguien se los ponga.

En México, 4.1 millones de niños y adolescentes, ñentre 3 y 17 años no asisten a la escuela de acuerdo con un informe del Fondo de las Naciones Unidad para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) 2016.

Lo anterior incluye a 1.3 millones de niños de 3 años, equivalente a 60 de cada 100, que no fueron inscritos a preescolar al igual que otros 500 mil de 4 años de edad, según un estudio del Instituto Nacional de Evaluación para la educación (INEE) 2014.

Este último estudio, indica que 57 de cada 100 niños que se inscriben a preescolar, abandonan la escuela antes de terminar la preparatoria. Los más afectados son los de familias más pobres, indígenas, discapacitados o de zonas rurales.

No obstante que existe una ley que hace obligatorio el preescolar, muchos padres se resisten a enviar a sus hijos porque aún están muy chiquitos y solo se va a jugar. Otros no lo hacen porque viven en poblados muy alejados y dispersos.

Muchos más no lo hacen por ignorancia y porque los niños deben ayudar en las tareas y trabajo que realizan los padres que tampoco cuentan con recursos económicos para enviarlos a la escuela. Además, ignoran la importancia de la convivencia y el desarrollo que aporta relacionarse con otros niños.

Estudios científicos confirman que el 90 por ciento de las capacidades de los niños se pierden antes de los 5 años por falta de estímulo. Otros estudios aseguran que a los 5 años, 98 de cada 100 niños fueron considerados genios; pero a los 10 años sólo eran 60 y únicamente 37 a los 15 años. Esto es atribuido a acciones inhibidoras por parte de padres y maestros.

Yo ingresé a la escuela cuando tenía 7 años porque no había preescolar en mi pueblo y también porque debía ayudar en las labores de la casa y los trabajos del campo. De hecho, mis padres olvidaron inscribirme a los 6 años por falta de tiempo.

Es muy importante para un ser humano desarrollar una visión, ver con la mente, imaginar lo que va a suceder y hacer que se realice. Las grandes realizaciones humanas primero fueron un pensamiento. No se puede hacer lo que no se ha imaginado.

Y para desarrollar esta visión es muy importante tomar en cuenta los mensajes de la vida. Siempre están llegando aunque no nos demos cuenta. Algunos ejemplos de estos mensajes que recibí en la infancia giran en torno al rio mixteco. No los entendí.

Un 10 de mayo como a las 3 de la tarde, nos estábamos bañando para ir a la celebración del día de la madre y una mini avenida del río llegó y frente a nosotros provocó que se juntaran cientos de peces en la orilla por las aguas revueltas. Pescamos muchos, pero no captamos el mensaje de la riqueza del rio.

Otro día el rio subió su nivel, se desbordó y se metió a nuestro cultivo de maíz. Ya habían elotes. Los cosechamos mi padre y yo, mi mamá los hizo tamales y los fui a vender a donde los autos no podían pasar por la creciente y la gente requería alimentarse. No nos dimos cuenta del mensaje de aprovechar las circunstancias en futuros eventos.

De manera circunstancial aprendí a pescar, con un anzuelo viejo que mi abuelo guardaba. Conseguí varios peces que sirvieron para alimentarnos y uno de ellos, el más grande, lo fui a vender obteniendo así mis primeros ingresos. La pesca era marginal porque siempre había tareas que cumplir. No captamos el mensaje sobre la importancia de la pesca y ya desde entonces, de la acuacultura.

La visión debe ser alentada por la interrelación con otros, en un proceso de aprendizaje conjunto, en equipos. Nadie sabe todo, todos los días se aprende de todos. Necesitamos alentar a niños y jóvenes para lograrla.

Las enseñanzas de nuestros padres, la de nuestros maestros, los mensajes de vida que recibimos diariamente, la información de los libros y las experiencias de las personas que conocemos, son las fuentes más importantes de inspiración para crear una visión que solo surge del interior. No se puede comprar.

Sin una visión es imposible desarrollarse. Por eso, primero hay que asegurar que nuestros niños y jóvenes vayan a la escuela. Y en la escuela más que otra cosa, hay que enseñarlos a reconocer los problemas, a pensar, a imaginar, a fortalecer su carácter, a tomar decisiones, mostrarles casos de éxito y ejemplos de solución. Pero si nada de eso se puede, díganles lo que pueden llegar a ser y lo que pueden lograr. Hay que ayudarlos a desarrollar una visión clara de la vida. Establecer sus metas y hacer que las cosas sucedan.

Cada uno construye su destino, nuestra tarea es proporcionar la información y las herramientas indispensables para decidirlo. Es una tarea de las familias, la escuela, pero fundamentalmente, es una tarea del gobierno y de la política pública.

La formación de nuestros niños y jóvenes no tiene colores partidistas. Sería muy lamentable que alguien se los ponga.

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