/ domingo 29 de agosto de 2021

Dilemas y pérdidas en la educación

La educación es un tema que causó revuelo hasta que se reconoció como derecho humano fundamental en el siglo XX, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada en 1948 en París, uno entre los 30 que se declararon entonces. Todos los indicadores de desarrollo socioeconómico en América Latina han sufrido algún tipo de retroceso, entre ellos la educación. Los sistemas educativos al descubierto muestran sus padecimientos más sensibles, sin materiales versión en línea, sin accesos a internet, sin profesores ni capacitados en medios digitales, y sin presencialidad. No por nada los especialistas consideran que 2020 fue el año perdido para menores de edad, habilidades básicas perdidas (lectura, escritura y matemáticas). Un dilema que nos hace repensar en el derecho y la libertad.

En la Declaración aparece el Artículo 26) “1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos. 2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz. 3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.” Es evidente que efectivamente redunda en libertad ¿cómo conciliarla ahora en pandemia?

¿Cómo están nuestros niveles educativos? en 1997 7 1999 28 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) iniciaron el Programa de Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es evaluar la formación de los alumnos cuando llegan al final de la etapa de enseñanza obligatoria a los 15 años. En México se aplicó por primera vez en el año 2000 y la última fue en el 2018 cuyo resultado arrojó el penúltimo lugar de 32, con 420 puntos; el puntaje más alto es Estonia con 523 puntos.

A reserva de la discusión que ha despertado esta evaluación -como todas las evaluaciones-, la realidad es que solo indican ciertos criterios orientativos para que los países dirijan sus políticas educativas. Si bien para 2021 estaba programada para aplicarse nuevamente, las condiciones no se dispusieron y se pospuso para 2022. Ahora, la discusión se mueve en torno al regreso presencial en el contexto de la tercera ola de contagios, sumada a las variantes de la COVID-19.

Ante decesos por COVID-19 que han incrementado y frente a una educación rezagada de por sí, el dilema en general está en regresar a las aulas o continuar a distancia. Ante la disyuntiva es importante considerar algunos aspectos pedagógicos: la educación presencial de alguna manera garantiza que el alumno esté concentrado, en un ambiente dispuesto para su enseñanza, con un profesor a cargo de sus avances; mientras que el hogar tiene un entorno doméstico, donde no todos los niños mexicanos tienen disponible un espacio con las condiciones para estudiar. Además, con educación presencial se refuerzan las habilidades sociales. Sí, los valores se enseñan en casa, pero se practican con los otros.

¿Es posible enseñar otras habilidades a los niños aprovechando que están en casa? Definitivamente sí, también con un programa bien definido, pero necesitarán siempre de tutores y muchos padres tampoco suelen acompañarlos, además. La gran pregunta es si los padres están dispuestos a llevar a sus hijos a la escuela y reanudar de alguna forma sus labores; o decidirán dejarlos en casa, con la consabida consecuencia de las pérdidas que esto representa, incluida la estabilidad emocional pero con su vida “más asegurada”. Más allá de responsivas inútiles, ya se verá.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

La educación es un tema que causó revuelo hasta que se reconoció como derecho humano fundamental en el siglo XX, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada en 1948 en París, uno entre los 30 que se declararon entonces. Todos los indicadores de desarrollo socioeconómico en América Latina han sufrido algún tipo de retroceso, entre ellos la educación. Los sistemas educativos al descubierto muestran sus padecimientos más sensibles, sin materiales versión en línea, sin accesos a internet, sin profesores ni capacitados en medios digitales, y sin presencialidad. No por nada los especialistas consideran que 2020 fue el año perdido para menores de edad, habilidades básicas perdidas (lectura, escritura y matemáticas). Un dilema que nos hace repensar en el derecho y la libertad.

En la Declaración aparece el Artículo 26) “1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos. 2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz. 3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.” Es evidente que efectivamente redunda en libertad ¿cómo conciliarla ahora en pandemia?

¿Cómo están nuestros niveles educativos? en 1997 7 1999 28 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) iniciaron el Programa de Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es evaluar la formación de los alumnos cuando llegan al final de la etapa de enseñanza obligatoria a los 15 años. En México se aplicó por primera vez en el año 2000 y la última fue en el 2018 cuyo resultado arrojó el penúltimo lugar de 32, con 420 puntos; el puntaje más alto es Estonia con 523 puntos.

A reserva de la discusión que ha despertado esta evaluación -como todas las evaluaciones-, la realidad es que solo indican ciertos criterios orientativos para que los países dirijan sus políticas educativas. Si bien para 2021 estaba programada para aplicarse nuevamente, las condiciones no se dispusieron y se pospuso para 2022. Ahora, la discusión se mueve en torno al regreso presencial en el contexto de la tercera ola de contagios, sumada a las variantes de la COVID-19.

Ante decesos por COVID-19 que han incrementado y frente a una educación rezagada de por sí, el dilema en general está en regresar a las aulas o continuar a distancia. Ante la disyuntiva es importante considerar algunos aspectos pedagógicos: la educación presencial de alguna manera garantiza que el alumno esté concentrado, en un ambiente dispuesto para su enseñanza, con un profesor a cargo de sus avances; mientras que el hogar tiene un entorno doméstico, donde no todos los niños mexicanos tienen disponible un espacio con las condiciones para estudiar. Además, con educación presencial se refuerzan las habilidades sociales. Sí, los valores se enseñan en casa, pero se practican con los otros.

¿Es posible enseñar otras habilidades a los niños aprovechando que están en casa? Definitivamente sí, también con un programa bien definido, pero necesitarán siempre de tutores y muchos padres tampoco suelen acompañarlos, además. La gran pregunta es si los padres están dispuestos a llevar a sus hijos a la escuela y reanudar de alguna forma sus labores; o decidirán dejarlos en casa, con la consabida consecuencia de las pérdidas que esto representa, incluida la estabilidad emocional pero con su vida “más asegurada”. Más allá de responsivas inútiles, ya se verá.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com