/ viernes 21 de agosto de 2020

Distopía

Esta semana inicié mi curso de Derecho Individual de Trabajo en la escuela Libre de Derecho de Puebla a través de una plataforma digital, sumándome con ello a la “nueva normalidad” en materia educativa. Por primera vez en 35 años en la Escuela y 54 años ininterrumpidos en todo el sistema me enfrenté a las “clases en línea”, a control remoto desde mi casa, a través de una computadora, aunque ya había cerrado así el ciclo escolar pasado, con dos meses de clase y los exámenes ordinarios.

Es innegable que por muy avanzados que estén los sistemas de enseñanza virtual, nunca será lo mismo que las clases presenciales por no tener a los alumnos de frente en el salón de clases. En la pantalla de la computadora no se puede ver completo al grupo de alumnas y alumnos que conforman el curso, y como tienen apagada su pantalla hasta que participan no se puede apreciar su lenguaje corporal y se tiene que “individualizar” cada pregunta, sin contemplarse el escenario completo. Entiendo en principio y con gran esperanza, que esto será transitorio mientras volvemos a la real normalidad, pero mientras tanto tendremos que esforzarnos ambas partes, alumnos y maestros, en adaptarnos a estos sistemas y depender de ellos y de un deficiente internet (en el país).

Sin embargo, la tecnología está evolucionando a pasos agigantados. La inteligencia artificial ya está muy desarrollada y la robótica hace presencia en prácticamente todas las actividades laborales. La nueva tecnología 5G aumentará la velocidad de conexión y reducirá el tiempo de latencia; parte del mobiliario urbano de las grandes ciudades quedará permanentemente conectado entre sí y esta red móvil de quinta generación cambiará la manera de comunicarnos y posibilitará que objetos cotidianos, desde el refrigerador hasta los automóviles, con nosotros y entre sí, se enlacen en tiempo real, pudiéndose por ejemplo, realizar intervenciones quirúrgicas teleasistidas, dirigir vehículos autónomos y coordinar los trabajos agrícolas. Pero, ¿qué nos espera?, ¿será acaso que toda esta nueva realidad que ahora nos sorprende y nos emociona sea más tarde nuestro final? Ahora pienso en las palabras, quizá premonitorias, del gran físico Stephen Hawking, quien en una entrevista con la televisión británica dijo que “el desarrollo de una inteligencia artificial completa podría significar el fin de la raza humana”.

Mucho se ha hablado de los peligros de “la virtualidad” y de esta nueva tecnología 5G, que no solo es cancerígena en sus vibraciones energéticas, sino también nos puede “controlar” estratégicamente con fines diversos. Son insospechadas sus repercusiones que aún desconocemos, pero es incuestionable que su desarrollo ya no podrá detenerse, pese a lo dicho por Hawking. De ahí que el título de esta conversación sea “Distopía”, que es lo contrario a la Utopía, término acuñado por Tomás Moro en el siglo XVI en su libro “La Isla Utopía”. John Stuart Mill, pensador de la Escuela Clásica de fines del siglo XVIII introdujo este término para describir “una sociedad futura, hipertecnológica y totalitaria”.

En 1998, Ray Kurzweil escribió el libro “La era de las máquinas espirituales”, de contenido filosófico, tecnológico, informático y científico, salpicado de ciencia ficción, y entre otras cuestiones planteó la relación del hombre con la máquina informática, estableciendo la idea de que “la computadora será parte inalienable de la humanidad, para lograr el control del universo”. Ahora entiendo más el porqué de las palabras de Hawking, queremos jugar a ser dioses y nuestra soberbia indefectiblemente nos llevará a la destrucción. Cuidado, es tiempo de reaccionar.

Gracias Puebla, recuerda “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”

Esta semana inicié mi curso de Derecho Individual de Trabajo en la escuela Libre de Derecho de Puebla a través de una plataforma digital, sumándome con ello a la “nueva normalidad” en materia educativa. Por primera vez en 35 años en la Escuela y 54 años ininterrumpidos en todo el sistema me enfrenté a las “clases en línea”, a control remoto desde mi casa, a través de una computadora, aunque ya había cerrado así el ciclo escolar pasado, con dos meses de clase y los exámenes ordinarios.

Es innegable que por muy avanzados que estén los sistemas de enseñanza virtual, nunca será lo mismo que las clases presenciales por no tener a los alumnos de frente en el salón de clases. En la pantalla de la computadora no se puede ver completo al grupo de alumnas y alumnos que conforman el curso, y como tienen apagada su pantalla hasta que participan no se puede apreciar su lenguaje corporal y se tiene que “individualizar” cada pregunta, sin contemplarse el escenario completo. Entiendo en principio y con gran esperanza, que esto será transitorio mientras volvemos a la real normalidad, pero mientras tanto tendremos que esforzarnos ambas partes, alumnos y maestros, en adaptarnos a estos sistemas y depender de ellos y de un deficiente internet (en el país).

Sin embargo, la tecnología está evolucionando a pasos agigantados. La inteligencia artificial ya está muy desarrollada y la robótica hace presencia en prácticamente todas las actividades laborales. La nueva tecnología 5G aumentará la velocidad de conexión y reducirá el tiempo de latencia; parte del mobiliario urbano de las grandes ciudades quedará permanentemente conectado entre sí y esta red móvil de quinta generación cambiará la manera de comunicarnos y posibilitará que objetos cotidianos, desde el refrigerador hasta los automóviles, con nosotros y entre sí, se enlacen en tiempo real, pudiéndose por ejemplo, realizar intervenciones quirúrgicas teleasistidas, dirigir vehículos autónomos y coordinar los trabajos agrícolas. Pero, ¿qué nos espera?, ¿será acaso que toda esta nueva realidad que ahora nos sorprende y nos emociona sea más tarde nuestro final? Ahora pienso en las palabras, quizá premonitorias, del gran físico Stephen Hawking, quien en una entrevista con la televisión británica dijo que “el desarrollo de una inteligencia artificial completa podría significar el fin de la raza humana”.

Mucho se ha hablado de los peligros de “la virtualidad” y de esta nueva tecnología 5G, que no solo es cancerígena en sus vibraciones energéticas, sino también nos puede “controlar” estratégicamente con fines diversos. Son insospechadas sus repercusiones que aún desconocemos, pero es incuestionable que su desarrollo ya no podrá detenerse, pese a lo dicho por Hawking. De ahí que el título de esta conversación sea “Distopía”, que es lo contrario a la Utopía, término acuñado por Tomás Moro en el siglo XVI en su libro “La Isla Utopía”. John Stuart Mill, pensador de la Escuela Clásica de fines del siglo XVIII introdujo este término para describir “una sociedad futura, hipertecnológica y totalitaria”.

En 1998, Ray Kurzweil escribió el libro “La era de las máquinas espirituales”, de contenido filosófico, tecnológico, informático y científico, salpicado de ciencia ficción, y entre otras cuestiones planteó la relación del hombre con la máquina informática, estableciendo la idea de que “la computadora será parte inalienable de la humanidad, para lograr el control del universo”. Ahora entiendo más el porqué de las palabras de Hawking, queremos jugar a ser dioses y nuestra soberbia indefectiblemente nos llevará a la destrucción. Cuidado, es tiempo de reaccionar.

Gracias Puebla, recuerda “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”