¿Qué habrá llevado al panista Eduardo Rivera Pérez a decidirse por subir el tono de su precampaña a la presidencia municipal de Puebla, esa que, en efecto, ya había comenzado, pero de manera muy tímida, casi imperceptible?
¿Habrá sido la otra aparente precampaña, la de su homólogo, el empresario Eduardo Rivera Santamaría, que falta que aparezca hasta en la sopa para promocionar un programa de radio en el que la hace de conductor y que amenaza con convertirse en una piedra en el zapato si llegara a compartir con él un espacio en la boleta electoral?
¿Habrá tenido que ver el par de raspones que Claudia Rivera Vivanco le propinó desde palacio municipal hace una semana, en su segundo informe de gobierno, cuando le reprochó haber aceptado las órdenes del fallecido Rafael Moreno Valle sin chistar, en dos temas sensibles para los habitantes de la ciudad de Puebla, como el retiro de mil policías y la privatización del agua?
¿Habrá sido por los cuestionamientos a su lealtad con el panismo, con los militantes y los principios de ese partido, que insisten, y cada vez con más fuerza, en vincularlo política y amistosamente, en una presunta relación de perversa complicidad, con el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta, emanado del enemigo Movimiento de Regeneración Nacional?
En punto del medio día del domingo, Eduardo Rivera subió a sus redes sociales un video de un minuto de duración que la mayoría de los observadores interpretaron como el destape del ex presidente municipal de Puebla para ir a una tercera campaña en busca del mismo cargo de elección popular (ya lo hizo en 2010 y 2018, y quizá lo haga en 2021).
Aunque en realidad el panista ya había arrancado con una estrategia de promoción personal de bajo perfil, el mensaje del fin de semana le sirvió para marcar un antes y un después en esa estrategia que se ha trazado (porque ya debe tener alguna) para regresar al inmueble de Juan de Palafox y Mendoza una vez que Rivera Vivanco lo desocupe (si es que lo desocupa, dirán los seguidores de la edil y promotores de su reelección).
Esta vez, Rivera Pérez hizo una radiografía de las carencias que existen en el municipio, que son muchas, y lanzó un llamado a los distintos sectores de la sociedad para trabajar de manera unida y superar esos rezagos que no le permiten caminar hacia adelante, hacia un mejor futuro.
Al final del mensaje, a diferencia de los videos que publicó en otras ocasiones, en los que solamente puso su nombre en letras de colores lila y gris, agregó la frase “Juntos saldremos adelante”, lo que resulta sencillo interpretar como una prueba, quizá definitiva, de aquel que será su eslogan de campaña a partir de que obtenga, en un hipotético escenario, la candidatura del PAN.
La crítica inusual del mensaje, en un aspirante que ha optado por una cuestionada corrección política, y el cierre del video con una frase de manual, permiten comprender lo evidente, que fuerzas importantes se han movido en los últimos días para convencer a Eduardo Rivera de la necesidad de subirle la intensidad a su precampaña.
En privado, que no es lo mismo que en secreto, diversas voces panistas han criticado el estilo personal de Rivera Pérez para conducirse en esta etapa del proceso electoral.
Le han cuestionado falta de énfasis y de rudeza en el discurso, imprescindible en un político de oposición que aspira a derrotar en las urnas al partido en el poder, cosa que ha servido para alimentar esas historias que lo ligan, estrechamente, con Barbosa.
Por eso es bueno que, incluso con un video de 60 segundos, empiece a mostrar otras características y a hablar como un precandidato de oposición, para que sus propios compañeros de partido se la crean.
¿Qué sigue ahora?
Mantener y después subir el ritmo.
Twitter: @jrodriguezc