/ domingo 9 de febrero de 2020

El batracio director de orquesta (fábula)

El músico es probablemente el más modesto de los animales, pero también el más orgullosoErik Satie

Fue un día en el teatro de la ciudad. Cuando la gente entraba se encontraba con una gran oscuridad. Al frente el telón estaba cerrado. En los palcos se veían series continuas de puntos brillantes en pares; luego espacios y otra vez un par de puntos brillantes como luciérnagas, y así toda la bóveda interior contenía pequeñas luces.

Con cierta parquedad se escuchaban susurros tras un disimulado silencio misterioso. Quizás en los pensamientos de todos rondaba una pregunta forzada. ꟷ¿Cómo podría ser que un batracio dirigiera la orquesta? Era la incógnita superlativa. El motivo justificaba aquellos canturreos.

ꟷ¡¿Un anfibio con batuta?! ¡Guao, eso sí que es sorprendente! Continuaban los cuchicheos: ꟷPongamos nuestra confianza en él. ꟷQuizás nos sorprenda y escuchemos algo diferente. ꟷYa todos estamos aburridos de la misma melodía y los mismos estribillos…

La sociedad había pasado por muchos desencantos esperando espectáculos de primera. Cada tiempo que llegaba la fiesta mayor, se hacían promociones y promesas de todo tipo aludiendo a presentar lo mejor.

Año tras año, llegado el momento, otra vez la decepción. Las promesas iban desde tener buenos asientos en los palcos, tranquilidad, buenos y seguros estacionamientos, buen sonido, lucidez, hasta lo que más importaba, una presentación sorprendente. Se prometía todo lo mejor. ¡El gran espectáculo!

De la forma en como se había vendido la función, en lo general convencía, pero también había dudas. Con todo y la apertura que la mayoría de los asistentes habían tenido, de darse la oportunidad de ver algo más allá que un entretenimiento, de escuchar algo diferente, nuevo y auténtico, para otros una duda les sacudía las ilusiones.

En lo que iniciaba la presentación algunos comentaban: ꟷPara ser director de orquesta no basta con saber de música, se necesita tener sensibilidad para darle gusto a los presentes. Otros decían: ꟷPero tampoco puede ser así, porque el director dejaría de ser el líder para ser un recadero de gustos.

Ante la espera ya empezaban a saltar los desacuerdos. No había forma de satisfacer plenamente a todas las partes.

Sin embargo, público y músicos estaban a la espera de la apertura; todos nerviosos. Los puntos brillantes habrían cobrado más vida. Un moderado seseo sonada anónimo solapado tras la esotérica oscuridad.

Exactamente en el centro del telón, donde se unían las dos partes, repentinamente, asomó una discreta luz bajo el telón. Era una forma de avisar que el momento esperado estaba a punto de iniciar. El silencio envolvió el teatro.

En ese instante, al tiempo en que se corrió el telón, sorprendió a los oídos un ritmo "in crescendo" de un discurso musical esperanzador. El asombro no se hizo esperar. Todos quedaron pasmados. No sólo se trataba de un batracio director de la orquesta (que lucía soberbio sobre una pequeña tarima y su batuta), sino de un hato de animales interpretando musicalmente una fábula en forma de ópera. Todo empezó a tener sentido porque era una referencia a los propios músicos.

En un orden sin igual lucían con su vestimenta de gala una serpiente que tocaba el corno francés, tres cerdos en los trompetas, seis ratas en los violines y tres ratones en las violas; un caimán los timbales, dos hienas en los chelos; cuatro monos en los clarinetes, una tortuga en el piano; un conejo, una guacamaya y un loro formaban el coro. El director, como si fuera poco, también era la voz cantante. La presentación fue magistral.

Sin embargo, aunque la velada fue un gran acontecimiento, no hubo total satisfacción de quienes creyeron que sería algo diferente porque no había armonía. Incluso se cuenta que hubo músicos que, enojados en tanto no fueron tomados con seriedad, se salieron de la orquesta. Lo que indica que no siempre en toda orquesta hay concordia si cada maestro toca su propia melodía.

Moraleja: No todo el que dice saber de música es buen músico. ¿Le suena?

El músico es probablemente el más modesto de los animales, pero también el más orgullosoErik Satie

Fue un día en el teatro de la ciudad. Cuando la gente entraba se encontraba con una gran oscuridad. Al frente el telón estaba cerrado. En los palcos se veían series continuas de puntos brillantes en pares; luego espacios y otra vez un par de puntos brillantes como luciérnagas, y así toda la bóveda interior contenía pequeñas luces.

Con cierta parquedad se escuchaban susurros tras un disimulado silencio misterioso. Quizás en los pensamientos de todos rondaba una pregunta forzada. ꟷ¿Cómo podría ser que un batracio dirigiera la orquesta? Era la incógnita superlativa. El motivo justificaba aquellos canturreos.

ꟷ¡¿Un anfibio con batuta?! ¡Guao, eso sí que es sorprendente! Continuaban los cuchicheos: ꟷPongamos nuestra confianza en él. ꟷQuizás nos sorprenda y escuchemos algo diferente. ꟷYa todos estamos aburridos de la misma melodía y los mismos estribillos…

La sociedad había pasado por muchos desencantos esperando espectáculos de primera. Cada tiempo que llegaba la fiesta mayor, se hacían promociones y promesas de todo tipo aludiendo a presentar lo mejor.

Año tras año, llegado el momento, otra vez la decepción. Las promesas iban desde tener buenos asientos en los palcos, tranquilidad, buenos y seguros estacionamientos, buen sonido, lucidez, hasta lo que más importaba, una presentación sorprendente. Se prometía todo lo mejor. ¡El gran espectáculo!

De la forma en como se había vendido la función, en lo general convencía, pero también había dudas. Con todo y la apertura que la mayoría de los asistentes habían tenido, de darse la oportunidad de ver algo más allá que un entretenimiento, de escuchar algo diferente, nuevo y auténtico, para otros una duda les sacudía las ilusiones.

En lo que iniciaba la presentación algunos comentaban: ꟷPara ser director de orquesta no basta con saber de música, se necesita tener sensibilidad para darle gusto a los presentes. Otros decían: ꟷPero tampoco puede ser así, porque el director dejaría de ser el líder para ser un recadero de gustos.

Ante la espera ya empezaban a saltar los desacuerdos. No había forma de satisfacer plenamente a todas las partes.

Sin embargo, público y músicos estaban a la espera de la apertura; todos nerviosos. Los puntos brillantes habrían cobrado más vida. Un moderado seseo sonada anónimo solapado tras la esotérica oscuridad.

Exactamente en el centro del telón, donde se unían las dos partes, repentinamente, asomó una discreta luz bajo el telón. Era una forma de avisar que el momento esperado estaba a punto de iniciar. El silencio envolvió el teatro.

En ese instante, al tiempo en que se corrió el telón, sorprendió a los oídos un ritmo "in crescendo" de un discurso musical esperanzador. El asombro no se hizo esperar. Todos quedaron pasmados. No sólo se trataba de un batracio director de la orquesta (que lucía soberbio sobre una pequeña tarima y su batuta), sino de un hato de animales interpretando musicalmente una fábula en forma de ópera. Todo empezó a tener sentido porque era una referencia a los propios músicos.

En un orden sin igual lucían con su vestimenta de gala una serpiente que tocaba el corno francés, tres cerdos en los trompetas, seis ratas en los violines y tres ratones en las violas; un caimán los timbales, dos hienas en los chelos; cuatro monos en los clarinetes, una tortuga en el piano; un conejo, una guacamaya y un loro formaban el coro. El director, como si fuera poco, también era la voz cantante. La presentación fue magistral.

Sin embargo, aunque la velada fue un gran acontecimiento, no hubo total satisfacción de quienes creyeron que sería algo diferente porque no había armonía. Incluso se cuenta que hubo músicos que, enojados en tanto no fueron tomados con seriedad, se salieron de la orquesta. Lo que indica que no siempre en toda orquesta hay concordia si cada maestro toca su propia melodía.

Moraleja: No todo el que dice saber de música es buen músico. ¿Le suena?