/ sábado 8 de septiembre de 2018

El couching como práctica de enajenación

Todos necesitamos creer en algo para poder sentirnos bien: la religión, el dinero, la posición social, la apariencia física y algunas otras cosas pueden llegar a ser determinantes para alcanzar una seguridad emocional. El problema es cuando se llega a caer en una dependencia que puede llegar a una devoción nociva.

Hace algunos años tuve una novia sumamente guapa, de una familia con calidad humana y de buenos recursos, sin embargo, esta dama se ponía nerviosa con facilidad, lloraba intensamente y necesitaba marcarle a su couch prácticamente para cualquier cosa, elementos que echaban por tierra todas las características positivas que, en el papel, la hacían muy atractiva.

Este es uno de tantos casos de gente que posee trastornos mentales, los cuales son más comunes de lo que parece, originados por ideas negativas que deben ser extinguidas rápidamente, ya que de lo contrario pueden expandirse como el fuego en un bosque, al grado de convertirse en incontrolables.

La figura del couch puede ser positiva cuando se trata de un profesional que tiene entrenamiento para ello y que realiza su práctica con la intención de resolver un conflicto, no queriendo agendar más citas que le redundarán en dinero.

Técnicamente un couch debe ser una especie de guía que se orienta al ser y da cauce al individuo, con base en sus propias características y teniendo objetivos claros, para esto existe la programación neurolingüística y otros recursos.

En este sentido nos estamos remitiendo a una ciencia sumamente antigua, pero a la vez muy vigente: me refiero a la ontología o teoría del ser, la cual aparece prácticamente en toda doctrina filosófica. Ante esto también surgen dudas como la referente a qué es un hombre, pregunta que han querido responder muchísimos filósofos, pero sin que haya una respuesta satisfactoria, es más, creo que entre más se estudia ese cuestionamiento la respuesta es cada vez menos clara.

Es entonces que debemos entender que puede haber muchas alternativas a la solución de los problemas y no depositar ciegamente la confianza en alguien que puede resultar un charlatán, más todavía cuando el supuesto couch se presenta con argumentos más parecidos a los que tendría un gurú o un sacerdote.

Michael Foucault, quizá el mejor filósofo del último cuarto del siglo XX, criticaba el poder pastoral ejercido por los ministros de culto y alguna otra figura semejante. Evidentemente el ser humano necesita orientación y opiniones de terceros, pero el creer en algún iluminado y en soluciones mágicas nos remite a épocas muy primitivas de la humanidad.

Cada quien tiene el derecho de profesar la religión que sea, pero creo que estar confiados a los designios de un ser superior también ha ocasionado grandes problemas y matanzas.

Yo aspiro a ser un intelectual y pienso que la meditación y el diálogo son formas muy efectivas para lograr una paz mental y/o espiritual. La primera como un ejercicio de respiración y pensamiento, tomando como base argumentos fundados. No dudo que algunas ideas de Paulo Coelho u Odín Dupeyron puedan ser positiva para alguien, inclusive lo lleve a ser exitoso, pero, bajo un análisis serio, las obras del brasileño y el mexicano no resisten un rigor filosófico de verdad. Ahora bien, si es cuestión de autosugestionarse y alcanzar cierta felicidad, pues hay muchas cosas en qué creer en algo llamativo sin necesidad de gastar, como la Iglesia Maradoniana, la cual tiene como objeto de culto al legendario 10 de la zurda inmortal, Diego Armando Maradona, quien por cierto será el técnico de los Dorados.

Personalmente me quedo con los textos de los grandes autores, teniendo siempre la idea de que vivir, en sí mismo, ya es positivo y que los problemas son importantes en la medida que nosotros los consideramos así, sin necesidad que un couch o quien sea me “ilumine” con una supuesta fuerza divina o mística. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; @vicente_aven.


Todos necesitamos creer en algo para poder sentirnos bien: la religión, el dinero, la posición social, la apariencia física y algunas otras cosas pueden llegar a ser determinantes para alcanzar una seguridad emocional. El problema es cuando se llega a caer en una dependencia que puede llegar a una devoción nociva.

Hace algunos años tuve una novia sumamente guapa, de una familia con calidad humana y de buenos recursos, sin embargo, esta dama se ponía nerviosa con facilidad, lloraba intensamente y necesitaba marcarle a su couch prácticamente para cualquier cosa, elementos que echaban por tierra todas las características positivas que, en el papel, la hacían muy atractiva.

Este es uno de tantos casos de gente que posee trastornos mentales, los cuales son más comunes de lo que parece, originados por ideas negativas que deben ser extinguidas rápidamente, ya que de lo contrario pueden expandirse como el fuego en un bosque, al grado de convertirse en incontrolables.

La figura del couch puede ser positiva cuando se trata de un profesional que tiene entrenamiento para ello y que realiza su práctica con la intención de resolver un conflicto, no queriendo agendar más citas que le redundarán en dinero.

Técnicamente un couch debe ser una especie de guía que se orienta al ser y da cauce al individuo, con base en sus propias características y teniendo objetivos claros, para esto existe la programación neurolingüística y otros recursos.

En este sentido nos estamos remitiendo a una ciencia sumamente antigua, pero a la vez muy vigente: me refiero a la ontología o teoría del ser, la cual aparece prácticamente en toda doctrina filosófica. Ante esto también surgen dudas como la referente a qué es un hombre, pregunta que han querido responder muchísimos filósofos, pero sin que haya una respuesta satisfactoria, es más, creo que entre más se estudia ese cuestionamiento la respuesta es cada vez menos clara.

Es entonces que debemos entender que puede haber muchas alternativas a la solución de los problemas y no depositar ciegamente la confianza en alguien que puede resultar un charlatán, más todavía cuando el supuesto couch se presenta con argumentos más parecidos a los que tendría un gurú o un sacerdote.

Michael Foucault, quizá el mejor filósofo del último cuarto del siglo XX, criticaba el poder pastoral ejercido por los ministros de culto y alguna otra figura semejante. Evidentemente el ser humano necesita orientación y opiniones de terceros, pero el creer en algún iluminado y en soluciones mágicas nos remite a épocas muy primitivas de la humanidad.

Cada quien tiene el derecho de profesar la religión que sea, pero creo que estar confiados a los designios de un ser superior también ha ocasionado grandes problemas y matanzas.

Yo aspiro a ser un intelectual y pienso que la meditación y el diálogo son formas muy efectivas para lograr una paz mental y/o espiritual. La primera como un ejercicio de respiración y pensamiento, tomando como base argumentos fundados. No dudo que algunas ideas de Paulo Coelho u Odín Dupeyron puedan ser positiva para alguien, inclusive lo lleve a ser exitoso, pero, bajo un análisis serio, las obras del brasileño y el mexicano no resisten un rigor filosófico de verdad. Ahora bien, si es cuestión de autosugestionarse y alcanzar cierta felicidad, pues hay muchas cosas en qué creer en algo llamativo sin necesidad de gastar, como la Iglesia Maradoniana, la cual tiene como objeto de culto al legendario 10 de la zurda inmortal, Diego Armando Maradona, quien por cierto será el técnico de los Dorados.

Personalmente me quedo con los textos de los grandes autores, teniendo siempre la idea de que vivir, en sí mismo, ya es positivo y que los problemas son importantes en la medida que nosotros los consideramos así, sin necesidad que un couch o quien sea me “ilumine” con una supuesta fuerza divina o mística. Hasta la próxima.

Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; @vicente_aven.