/ domingo 2 de junio de 2019

El domingo de don paco (cuento)

“La moda es la que hace posible que, por un momento, lo fantástico se convierta en cotidiano.”

Oscar Wilde

Ese fue el día. Otra vez la excusa para el festejo; algo así como la víspera quinquenal donde alguien levantaría los brazos en señal de triunfo. El más feliz era don Paco que había sido solicitado para amenizar la rumba, estaba como pez en el agua.

En el pueblo la rutina del domingo era desde el saludo mañanero hasta salir a caminar un poco para ver a los vecinos aún vivos. Antes había que ir por los insumos para el desayuno; todo dependía de los gustos, del dinero y del hambre.

En la casa de doña Victoria hacían un pan de huevo delicioso; se decía que era el mejor pan de la región. En la casa de los Medina vendían los huevos porque producían gallinas ponedoras que comían maíz y bichos de la tierra. Los huevos tenían la yema color naranja, que según eran más nutritivos.

Los Herrera eran dueños de muchas vacas. Regularmente tenían unas preñadas y otras paridas porque se dedicaban a vender leche a la transnacional. Tenían dos toros muy trabajadores que no los juntaban. Cuando crecían las crías, ya novillada, las vacas eran llamadas a su misión final para alimentar al pueblo.

En el campo cada quien andaba en lo suyo. Unas familias se dedicaban al ganado (vacuno o porcino), otras a las aves (patos, pavos, pollos o gansos). Los patos y los pollos eran más integradores, tenían la sangre más dulce para las relaciones; los pavos reales estaban en su mundo, eran celosos con sus espacios. Los que sorprendían era los gansos; eran aves muy ariscas sobre todo cuando tenían críos. Prácticamente se adueñaban del corral.

Algunas familias, por el bien y paz del corral decidían separar las aves porque era difícil poner a compartir en el mismo espacio a pavos reales con los gansos. Se decía que esos animales no sabían convivir, que tarde o temprano se peleaban; unos por soberbios y otros por envidiosos. Si uno caminaba cerca de ellos tendían a corretear a la gente por puro gusto.

Don Paco criaba palomas de castilla. Era un hombre muy versátil, hacía muchas cosas. Estudio estilismo, zapatería y música en la escuela de Artes y Oficios. Los fines de semana, juntaba un grupo de amigos que tocaban música folklórica. A la gente le gustaba mucho el ritmo alegre que le impregnaban a su estilo.

Precisamente, ese domingo tenían una actividad especial en la tarde. Amenizar un encuentro político. Esto ocurría cada cierto tiempo cuando los políticos se acordaban que había una forma de endulzar las almas a cambio de su preferencia electoral. Ya sabían que unos iban por convicción y la mayoría por diversión. Otros se molestaban cuando aquellos llegan a prometer. Era gente trabajadora, como para qué engañarlos, comentaban; pero así sucedía, era la costumbre.

Don Paco llegó a la casa temprano. Cuando entró lucía un poco asustado, aunque con la paga completa. La abuela le preguntó: -¿Y qué le pasa Francisco? Se trataban de usted. Él le contó cómo había estado el asunto. Al principio todo bien; primero hubo gritos y porras para meter en calor a la gente, después un poco de música para soltar los cuerpos y liberar preocupaciones; al rato llegó el político que aguardaban. Empezó el discurso y al final, que imaginaban algo contundente, les empezó cantar una improvisación algo así: “Sé, ustedes quienes son, por eso ofrezco este son; y traigo lo mejor, aunque digan lo peor; contraté un violín para repartirnos el botín. ¡Muchas Gracias!

Entonces la gente se molestó mucho, hubo chiflidos y tiraron huevos. Don Paco y su gente corriendo, pero logró cobrar su contrato.

Moraleja: No todo lo que brilla es oro.

*Consultor y Asesor en Comunicación Política y Organizacional; jdelrsf@gmail.com; twiter: @jdelrsf

“La moda es la que hace posible que, por un momento, lo fantástico se convierta en cotidiano.”

Oscar Wilde

Ese fue el día. Otra vez la excusa para el festejo; algo así como la víspera quinquenal donde alguien levantaría los brazos en señal de triunfo. El más feliz era don Paco que había sido solicitado para amenizar la rumba, estaba como pez en el agua.

En el pueblo la rutina del domingo era desde el saludo mañanero hasta salir a caminar un poco para ver a los vecinos aún vivos. Antes había que ir por los insumos para el desayuno; todo dependía de los gustos, del dinero y del hambre.

En la casa de doña Victoria hacían un pan de huevo delicioso; se decía que era el mejor pan de la región. En la casa de los Medina vendían los huevos porque producían gallinas ponedoras que comían maíz y bichos de la tierra. Los huevos tenían la yema color naranja, que según eran más nutritivos.

Los Herrera eran dueños de muchas vacas. Regularmente tenían unas preñadas y otras paridas porque se dedicaban a vender leche a la transnacional. Tenían dos toros muy trabajadores que no los juntaban. Cuando crecían las crías, ya novillada, las vacas eran llamadas a su misión final para alimentar al pueblo.

En el campo cada quien andaba en lo suyo. Unas familias se dedicaban al ganado (vacuno o porcino), otras a las aves (patos, pavos, pollos o gansos). Los patos y los pollos eran más integradores, tenían la sangre más dulce para las relaciones; los pavos reales estaban en su mundo, eran celosos con sus espacios. Los que sorprendían era los gansos; eran aves muy ariscas sobre todo cuando tenían críos. Prácticamente se adueñaban del corral.

Algunas familias, por el bien y paz del corral decidían separar las aves porque era difícil poner a compartir en el mismo espacio a pavos reales con los gansos. Se decía que esos animales no sabían convivir, que tarde o temprano se peleaban; unos por soberbios y otros por envidiosos. Si uno caminaba cerca de ellos tendían a corretear a la gente por puro gusto.

Don Paco criaba palomas de castilla. Era un hombre muy versátil, hacía muchas cosas. Estudio estilismo, zapatería y música en la escuela de Artes y Oficios. Los fines de semana, juntaba un grupo de amigos que tocaban música folklórica. A la gente le gustaba mucho el ritmo alegre que le impregnaban a su estilo.

Precisamente, ese domingo tenían una actividad especial en la tarde. Amenizar un encuentro político. Esto ocurría cada cierto tiempo cuando los políticos se acordaban que había una forma de endulzar las almas a cambio de su preferencia electoral. Ya sabían que unos iban por convicción y la mayoría por diversión. Otros se molestaban cuando aquellos llegan a prometer. Era gente trabajadora, como para qué engañarlos, comentaban; pero así sucedía, era la costumbre.

Don Paco llegó a la casa temprano. Cuando entró lucía un poco asustado, aunque con la paga completa. La abuela le preguntó: -¿Y qué le pasa Francisco? Se trataban de usted. Él le contó cómo había estado el asunto. Al principio todo bien; primero hubo gritos y porras para meter en calor a la gente, después un poco de música para soltar los cuerpos y liberar preocupaciones; al rato llegó el político que aguardaban. Empezó el discurso y al final, que imaginaban algo contundente, les empezó cantar una improvisación algo así: “Sé, ustedes quienes son, por eso ofrezco este son; y traigo lo mejor, aunque digan lo peor; contraté un violín para repartirnos el botín. ¡Muchas Gracias!

Entonces la gente se molestó mucho, hubo chiflidos y tiraron huevos. Don Paco y su gente corriendo, pero logró cobrar su contrato.

Moraleja: No todo lo que brilla es oro.

*Consultor y Asesor en Comunicación Política y Organizacional; jdelrsf@gmail.com; twiter: @jdelrsf