/ domingo 27 de octubre de 2019

El engaño de las ideologías

“Las ideologías nos separan, los sueños y la angustia nos unen.”

EUGÈNE IONESCO


La humanidad, a lo largo de su historia, en el afán de buscar explicaciones del porqué de su existencia y entorno, se ha visto esclavizada de su propia ignorancia; porque, en efecto, desconocemos casi todo; apenas si sabemos algo de nosotros mismos.

Creemos que, porque hemos vivido unos años (nada comparado con el universo), creyendo que porque hemos leído algo o conocido algunas cosas y lugares; que, por nuestra experiencia de vida, por la relación con personas -quizás- famosas, con eso y otras actividades adicionales, es suficiente para decir cuál es la verdad.

En mi muy corta existencia (casi 63 años), he escuchado un sin número de veces (y yo mismo he afirmado) que “la verdad del asunto es ésta…”. Evidentemente, como estimé arriba, basado en mi propia vida. O sea, mi verdad. Y esa vedad no sólo está envuelta en mi existencia vivencial sino en mi biología (que es diferente a la de otros), mi historia personal (que también es diferente a la de otros), y mi cultura, que en lo general es lo único que puede acercarse a los demás, pero en lo particular no es igual a la de otros, incluso puede ser muy diferente.

Porque, aunque todos estamos influidos por otros (los padres, los familiares, los maestros, los vecinos…) en aspectos como las costumbres, las tradiciones, el idioma, el folclore, gastronomía, la artesanía, etc., que son aspectos que definen una cultura (pese a todo ello y más), no somos iguales. Por lo tanto, no hay una única verdad social.

No obstante, lo que se considera como una verdad social genera criterios encontrados entre grupos antagónicos que viven en el mismo lugar. En los pueblos, por ejemplo, lugares pequeños, hay criterios diferentes acerca de lo mismo.

Uno de los factores obedece la capacidad de recursos financieros y económicos, otro al nivel de educación; donde es usual que quien más tiene y quien que más preparado esté se dice dueño de la verdad. De manera que una persona con más recursos y más preparación académica impone su verdad ante quien no tiene recursos y no tiene educación.

En un abanico de escenarios, a partir de este esquema, es que se promueven las ideologías. La ideología es el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona. Es decir, lo que uno cree lo promueve y lo siembra en los demás, con la intención principal de que los demás sigan el patrón con el fin de mantener o modificar el sistema social, económico, político o cultural existente.

Utilizando este esquema simple de sembrar en la mente los pensamientos que a cada quien le conviene difundir, los interesados se enquistan en grupos que representan sectores sociales y luego con ello presentan los discurso a programas políticos con el fin de producir el efecto de interés en el que envuelven a quien se deje.

En otras palabras, la ideología es una ruta de capitalización de ideas de unas personas sobre otras para lograr un fin aludiendo que es para el bien común.

De esta manera, otra vez -hoy- América Latina está en manos de todo tipo de farsantes. De derecha y de izquierda. Ya hemos tenido de las dos aguas y los apuros siguen. No hay soluciones que duren mucho porque los mismos que las proponen, incluso las imponen con su poder legal o de hecho (porque ha habido los dos mecanismos y de uno como del otro lado), son medidas tipo parches.

Ambas partes juran fórmulas nobles, beneficiosas, sanas y con el tiempo la vedad se impone. Los “ideológicos” de uno y otro aluden al discurso reiterado de: “Aquel es peor que nosotros, hay que elegir al menos malo.” ¿Le suena eso?


*Consultor y Asesor en Comunicación Política y Organizacional; jdelrsf@gmail.com; twiter: @jdelrsf

“Las ideologías nos separan, los sueños y la angustia nos unen.”

EUGÈNE IONESCO


La humanidad, a lo largo de su historia, en el afán de buscar explicaciones del porqué de su existencia y entorno, se ha visto esclavizada de su propia ignorancia; porque, en efecto, desconocemos casi todo; apenas si sabemos algo de nosotros mismos.

Creemos que, porque hemos vivido unos años (nada comparado con el universo), creyendo que porque hemos leído algo o conocido algunas cosas y lugares; que, por nuestra experiencia de vida, por la relación con personas -quizás- famosas, con eso y otras actividades adicionales, es suficiente para decir cuál es la verdad.

En mi muy corta existencia (casi 63 años), he escuchado un sin número de veces (y yo mismo he afirmado) que “la verdad del asunto es ésta…”. Evidentemente, como estimé arriba, basado en mi propia vida. O sea, mi verdad. Y esa vedad no sólo está envuelta en mi existencia vivencial sino en mi biología (que es diferente a la de otros), mi historia personal (que también es diferente a la de otros), y mi cultura, que en lo general es lo único que puede acercarse a los demás, pero en lo particular no es igual a la de otros, incluso puede ser muy diferente.

Porque, aunque todos estamos influidos por otros (los padres, los familiares, los maestros, los vecinos…) en aspectos como las costumbres, las tradiciones, el idioma, el folclore, gastronomía, la artesanía, etc., que son aspectos que definen una cultura (pese a todo ello y más), no somos iguales. Por lo tanto, no hay una única verdad social.

No obstante, lo que se considera como una verdad social genera criterios encontrados entre grupos antagónicos que viven en el mismo lugar. En los pueblos, por ejemplo, lugares pequeños, hay criterios diferentes acerca de lo mismo.

Uno de los factores obedece la capacidad de recursos financieros y económicos, otro al nivel de educación; donde es usual que quien más tiene y quien que más preparado esté se dice dueño de la verdad. De manera que una persona con más recursos y más preparación académica impone su verdad ante quien no tiene recursos y no tiene educación.

En un abanico de escenarios, a partir de este esquema, es que se promueven las ideologías. La ideología es el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona. Es decir, lo que uno cree lo promueve y lo siembra en los demás, con la intención principal de que los demás sigan el patrón con el fin de mantener o modificar el sistema social, económico, político o cultural existente.

Utilizando este esquema simple de sembrar en la mente los pensamientos que a cada quien le conviene difundir, los interesados se enquistan en grupos que representan sectores sociales y luego con ello presentan los discurso a programas políticos con el fin de producir el efecto de interés en el que envuelven a quien se deje.

En otras palabras, la ideología es una ruta de capitalización de ideas de unas personas sobre otras para lograr un fin aludiendo que es para el bien común.

De esta manera, otra vez -hoy- América Latina está en manos de todo tipo de farsantes. De derecha y de izquierda. Ya hemos tenido de las dos aguas y los apuros siguen. No hay soluciones que duren mucho porque los mismos que las proponen, incluso las imponen con su poder legal o de hecho (porque ha habido los dos mecanismos y de uno como del otro lado), son medidas tipo parches.

Ambas partes juran fórmulas nobles, beneficiosas, sanas y con el tiempo la vedad se impone. Los “ideológicos” de uno y otro aluden al discurso reiterado de: “Aquel es peor que nosotros, hay que elegir al menos malo.” ¿Le suena eso?


*Consultor y Asesor en Comunicación Política y Organizacional; jdelrsf@gmail.com; twiter: @jdelrsf