Después de un tiempo viviendo en los gobiernos que nos dimos a través de las urnas ¿Qué valor o principio se vuelve más relevante en nuestro día a día? Sé que puede parecer una pregunta abstracta, pero no lo es, la voy a reformular en los siguientes términos, ¿Qué expectativa tenemos de nuestro gobierno municipal, estatal o federal una vez electos? Simple, que gobiernen lo mejor posible, y de preferencia, que el ejercicio del poder público no sea usado en nuestra contra, porque obviamente nadie vota por su verdugo ¿O sí?
Concluyentemente podemos afirmar que se trata de justicia, esperamos que quien gobierne lo haga siendo justo con la distribución de los apoyos, becas, o subsidios; con la construcción de obra pública, con la proporcionalidad en el cobro de impuestos y en un aspecto político, también esperamos que quien gobierne escuche incluso a quienes no le votaron, es decir, garantizando los derechos de las minorías, y ¿si no lo hace? ¿Dependemos únicamente de la buena fe? La respuesta es no.
La Constitución General establece instrumentos cuyo propósito es la defensa de los derechos fundamentales frente al ejercicio desmedido del poder, el más representativo es el juicio de amparo, aunque existen otros juicios de carácter administrativo, lo cierto es que si para los poderosos nuestros derechos son letra muerta, para el amparo están llenos de vida, por eso, desde una perspectiva romántica hay quienes hablan del espíritu de la ley.
Interpretar la ley espiritualmente es superar la literalidad sin abandonar la legalidad, y es que después de todo, la ley cristaliza todos los derechos que provoca la libertad: debido proceso, propiedad privada, asociación o manifestación, son garantías vigentes gracias a que existen jueces que ven en la ley un ente vivo que riñe con el poder en turno una y otra vez.
Por eso, los tiranos son seres viejos, que entran a una batalla que está perdida desde los tiempos de Montesquieu, nada más anacrónico que aspirar a tener un espejo en la ley, porque como dije, la ley es un ente que habla pero también que juzga desde la historia, se parece a muchos y a nadie, y como garantía unánime, hace de la justicia un principio inamovible de nuestro sistema que existe para no depositar los derechos de la mayoría en la buena fe del poderoso.
Nosotros tenemos una parte importante de la responsabilidad en todo esto, porque la vigencia de nuestros derechos, siempre depende de la intensidad con que estemos dispuestos a defenderlos, defender la ley, es defendernos a nosotros mismos. Mi solidaridad con las y los trabajadores del Poder Judicial de la Federación, les toca a ellos demostrar que la justicia se puede imponer una vez más.