/ lunes 17 de agosto de 2020

El fuero y la corrección política

“Ir en contra del pensamiento dominante de la mayoría de la gente es tal vez el acto de heroísmo más difícil del que podemos ser capaces” Isaac Newton


Secuestrados ante lo políticamente correcto, el ‘deber ser’ rige la opinión pública de los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales. Nadie quiere ser llamado conservador, así que los pocos que se atreven a desafiar las convenciones sociales son linchados en la arena pública.

Y así leyes, programas y políticas públicas que debieran ser reformados previo análisis, son simplemente derogados, con el único fin de adoptar medidas políticamente rentables y acallar las críticas.

La lista es interminable: prohibir animales en los circos, recortar presupuesto en todas las dependencias sin distingo, reducir salarios a funcionarios y recientemente eliminar el fuero en Puebla y otros estados como Jalisco, Campeche, Guanajuato, Ciudad de México, Baja California y Querétaro.

Temas polémicos que si bien era necesario reformar y acotarlos de acuerdo a las circunstancias del país, la solución merecía un estudio exhaustivo con distintas alternativas, aunque las conclusiones fueran impopulares.

Por citar un ejemplo, el fuero. Su sentido original era evitar abusos del poder y generar contrapesos en el Congreso, es decir, que el legislador como representante de los ciudadanos pudiera expresarse libremente en tribuna, sin ser enjuiciado o perseguido por sus ideas. Su origen data del siglo XIV en el Parlamento inglés y actualmente, la mayoría de las democracias modernas contemplan la figura de la inmunidad legislativa o fuero como es popularmente conocido en México.

En México existe esta figura jurídica desde la Constitución de Cádiz (1812). En 1913 el Senador Belisario Domínguez pronunció el célebre discurso contra el Presidente Victoriano Huerta que le costó la vida, de ahí su importancia. Así de 1917 a la fecha, ha sido retirado únicamente en ocho ocasiones.

El fuero no es una licencia para delinquir, se pervirtió el sentido y se convirtió en un privilegio para la persona y no una protección de la labor parlamentaria. Inmunidad no es equivalente a impunidad.

¿Quién podría estar a favor de la impunidad ante los excesos de algunos legisladores? Y en el otro extremo, ¿Quién podría avalar que los legisladores puedan ser perseguidos y encarcelados por expresar ideas en tribuna contrarias al Poder ejecutivo o algún otro poder fáctico?

Una reforma ideal que conservara lo mejor de los 2 mundos, hubiese sido recuperar el sentido original del fuero, dignificarlo y resignificarlo, que es el de proteger la función legislativa y no a la persona, acotarlo en su cobertura y agilizar el proceso de desafuero por delitos en flagrancia o graves.

¿Quiénes se atreverán a ir contra la dictadura de la mayoría? ¿Quiénes serán los valientes que propongan regresar el fuero? Hoy más que nunca, es sano para nuestra democracia que las voces de la oposición en los Congresos se expresen libremente, que funcione el equilibrio de poderes donde sea necesario el diálogo y no la imposición de una dictadura que se disfraza de mayoría parlamentaria.

“Ir en contra del pensamiento dominante de la mayoría de la gente es tal vez el acto de heroísmo más difícil del que podemos ser capaces” Isaac Newton


Secuestrados ante lo políticamente correcto, el ‘deber ser’ rige la opinión pública de los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales. Nadie quiere ser llamado conservador, así que los pocos que se atreven a desafiar las convenciones sociales son linchados en la arena pública.

Y así leyes, programas y políticas públicas que debieran ser reformados previo análisis, son simplemente derogados, con el único fin de adoptar medidas políticamente rentables y acallar las críticas.

La lista es interminable: prohibir animales en los circos, recortar presupuesto en todas las dependencias sin distingo, reducir salarios a funcionarios y recientemente eliminar el fuero en Puebla y otros estados como Jalisco, Campeche, Guanajuato, Ciudad de México, Baja California y Querétaro.

Temas polémicos que si bien era necesario reformar y acotarlos de acuerdo a las circunstancias del país, la solución merecía un estudio exhaustivo con distintas alternativas, aunque las conclusiones fueran impopulares.

Por citar un ejemplo, el fuero. Su sentido original era evitar abusos del poder y generar contrapesos en el Congreso, es decir, que el legislador como representante de los ciudadanos pudiera expresarse libremente en tribuna, sin ser enjuiciado o perseguido por sus ideas. Su origen data del siglo XIV en el Parlamento inglés y actualmente, la mayoría de las democracias modernas contemplan la figura de la inmunidad legislativa o fuero como es popularmente conocido en México.

En México existe esta figura jurídica desde la Constitución de Cádiz (1812). En 1913 el Senador Belisario Domínguez pronunció el célebre discurso contra el Presidente Victoriano Huerta que le costó la vida, de ahí su importancia. Así de 1917 a la fecha, ha sido retirado únicamente en ocho ocasiones.

El fuero no es una licencia para delinquir, se pervirtió el sentido y se convirtió en un privilegio para la persona y no una protección de la labor parlamentaria. Inmunidad no es equivalente a impunidad.

¿Quién podría estar a favor de la impunidad ante los excesos de algunos legisladores? Y en el otro extremo, ¿Quién podría avalar que los legisladores puedan ser perseguidos y encarcelados por expresar ideas en tribuna contrarias al Poder ejecutivo o algún otro poder fáctico?

Una reforma ideal que conservara lo mejor de los 2 mundos, hubiese sido recuperar el sentido original del fuero, dignificarlo y resignificarlo, que es el de proteger la función legislativa y no a la persona, acotarlo en su cobertura y agilizar el proceso de desafuero por delitos en flagrancia o graves.

¿Quiénes se atreverán a ir contra la dictadura de la mayoría? ¿Quiénes serán los valientes que propongan regresar el fuero? Hoy más que nunca, es sano para nuestra democracia que las voces de la oposición en los Congresos se expresen libremente, que funcione el equilibrio de poderes donde sea necesario el diálogo y no la imposición de una dictadura que se disfraza de mayoría parlamentaria.