/ domingo 10 de mayo de 2020

El Gran Confinamiento, crisis y fiestas

Desde el 15 de abril del 2020, el Fondo Monetario Internacional (FMI) denominó a la crisis ocasionada por el COVID-19 El Gran Confinamiento (obligado), haciendo referencia directa al momento histórico de la peor recesión económica de la Gran Depresión (1929-1920). El fenómeno deja en suspenso toda actividad económica de 170 países, con recesión y desplome económico futuro. Pero, el tiempo no se puede detener, así que llegan las fechas de fiestas y celebraciones, como la Semana Santa en el mundo cristiano y ahora, el día de la Madre, en México.

Relacionada con el nacimiento y la vida, la madre es un ser casi de culto para los mexicanos, o al menos simbólicamente. El 10 de mayo, de hecho, es una fiesta que cubre de regocijo todos los espacios nacionales; la algarabía se desborda porque, verdad de Perogrullo, todos tenemos progenitora. Antes del COVID-19, el consumismo hacía de las suyas para concentrar a miles de personas en restaurantes, florerías, tiendas de regalos, departamentales, pastelerías, y un largo etcétera, con el respectivo flujo de dinero, efectivo o a crédito. Ahora, entramos a una dimensión nueva, pero que poco a poco y después de 7 semanas de confinamiento obligado, se va recomponiendo.

Es imposible dejar de consumir, esa es nuestra naturaleza como seres vivos, aunque también lo es la racionalidad que obliga a no consumir absurdos. Bueno, esa discusión se generó en el siglo XIX y con mayor énfasis en el siglo XX por parte de quienes condenaron al liberalismo más desencarnado y deshumanizante. Sin embargo, históricamente el mercado se recompone y el consumo también.

La pobreza, resultado de ese libre mercado, es el padecimiento que se magnifica ahora con el efecto de la pandemia. Además, la pobreza está adquiriendo una nueva fisonomía, al igual que el mercado y el consumo.

La virtualidad en el mercado ya es una realidad cada vez más extendida y el mercado se diversifica cada vez más porque está adecuándose a nuevas formas sociales. Es lo que vamos a presenciar en el México del 73.3%, 48 millones de mujeres de 15 años y más que han sido madres, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2019.

“Para las mujeres de 30 años y más, la proporción de quienes han tenido al menos un hijo nacido es de 90.2%, lo que nos indica que el ser madres es un hecho que forma parte de la gran mayoría de las mujeres en nuestro país. De ellas, 38.0% tienen de uno a dos hijos e hijas; casi la mitad (47.1%) entre tres y cinco hijas e hijos, y 14.9% de ellas tienen seis o más” (ENOE, 2019). Así pues, la celebración se generaliza y se profundiza.

Compras en línea, para quienes medianamente tienen recursos y plásticos bancarios de débito o crédito, acceso a datos, y un trabajo (o sin él), pueden ser los requisitos para que el consumismo adquiera una nueva fisonomía postcovid-19.

De cualquier forma, como servicios esenciales se privilegiará la comida, aunque en realidad el consumo está sujeto únicamente a la subjetividad, ese espacio de conciencia que determina la “necesidad” del producto para su consumo. El llamado a la racionalidad, tal vez quede al margen, pero no perdemos nada con seguir llamando a la cordura, como el mismo confinamiento nos está obligando a vivir. Feliz día a las mamás (me incluyo) en el Gran Confinamiento, aún si ya no están físicamente.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

Desde el 15 de abril del 2020, el Fondo Monetario Internacional (FMI) denominó a la crisis ocasionada por el COVID-19 El Gran Confinamiento (obligado), haciendo referencia directa al momento histórico de la peor recesión económica de la Gran Depresión (1929-1920). El fenómeno deja en suspenso toda actividad económica de 170 países, con recesión y desplome económico futuro. Pero, el tiempo no se puede detener, así que llegan las fechas de fiestas y celebraciones, como la Semana Santa en el mundo cristiano y ahora, el día de la Madre, en México.

Relacionada con el nacimiento y la vida, la madre es un ser casi de culto para los mexicanos, o al menos simbólicamente. El 10 de mayo, de hecho, es una fiesta que cubre de regocijo todos los espacios nacionales; la algarabía se desborda porque, verdad de Perogrullo, todos tenemos progenitora. Antes del COVID-19, el consumismo hacía de las suyas para concentrar a miles de personas en restaurantes, florerías, tiendas de regalos, departamentales, pastelerías, y un largo etcétera, con el respectivo flujo de dinero, efectivo o a crédito. Ahora, entramos a una dimensión nueva, pero que poco a poco y después de 7 semanas de confinamiento obligado, se va recomponiendo.

Es imposible dejar de consumir, esa es nuestra naturaleza como seres vivos, aunque también lo es la racionalidad que obliga a no consumir absurdos. Bueno, esa discusión se generó en el siglo XIX y con mayor énfasis en el siglo XX por parte de quienes condenaron al liberalismo más desencarnado y deshumanizante. Sin embargo, históricamente el mercado se recompone y el consumo también.

La pobreza, resultado de ese libre mercado, es el padecimiento que se magnifica ahora con el efecto de la pandemia. Además, la pobreza está adquiriendo una nueva fisonomía, al igual que el mercado y el consumo.

La virtualidad en el mercado ya es una realidad cada vez más extendida y el mercado se diversifica cada vez más porque está adecuándose a nuevas formas sociales. Es lo que vamos a presenciar en el México del 73.3%, 48 millones de mujeres de 15 años y más que han sido madres, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2019.

“Para las mujeres de 30 años y más, la proporción de quienes han tenido al menos un hijo nacido es de 90.2%, lo que nos indica que el ser madres es un hecho que forma parte de la gran mayoría de las mujeres en nuestro país. De ellas, 38.0% tienen de uno a dos hijos e hijas; casi la mitad (47.1%) entre tres y cinco hijas e hijos, y 14.9% de ellas tienen seis o más” (ENOE, 2019). Así pues, la celebración se generaliza y se profundiza.

Compras en línea, para quienes medianamente tienen recursos y plásticos bancarios de débito o crédito, acceso a datos, y un trabajo (o sin él), pueden ser los requisitos para que el consumismo adquiera una nueva fisonomía postcovid-19.

De cualquier forma, como servicios esenciales se privilegiará la comida, aunque en realidad el consumo está sujeto únicamente a la subjetividad, ese espacio de conciencia que determina la “necesidad” del producto para su consumo. El llamado a la racionalidad, tal vez quede al margen, pero no perdemos nada con seguir llamando a la cordura, como el mismo confinamiento nos está obligando a vivir. Feliz día a las mamás (me incluyo) en el Gran Confinamiento, aún si ya no están físicamente.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com