/ jueves 21 de febrero de 2019

El gran valor de la libre empresa (Primera de dos partes)

(…) Ahora bien, cuando el Estado armoniza la propiedad privada con las necesidades del bien común, no perjudica a los poseedores particulares, sino que, por el contrario, les presta un eficaz apoyo, en cuanto que de ese modo impide vigorosamente que la posesión privada de los bienes (…) para sustento de la vida humana, provoque daños intolerables y se precipite en la ruina: no destruye la propiedad privada, sino que la defiende; no debilita el dominio particular, sino que lo robustece.

- Pío XI-


La relación armónica entre Estado, Mercado y Sociedad, premisa y consecuencia del nuevo contrato social para el bienestar de nuestro país, que habrá de definir nuestra convivencia y rediseñar nuestro entramado institucional, así como el legal, se ofrece como una luminosa posibilidad en el contexto del cambio de régimen (más allá del de Gobierno) por el que más de 30 millones de electores apostaron el verano pasado.


En mi más reciente entrega compartía con mis amables lectores mis consideraciones sobre el inconmensurable valor de la Sociedad Civil organizada -en específico, a la de vocación pacífica, autónoma del gobierno, su financiamiento y sus estructuras políticas; no orientada a obtener cargos públicos ni a actividades lucrativas-.


En tanto promotora, desde su movilización independiente, de grandes transformaciones en la configuración actual del Estado Mexicano, la sociedad civil es el referente primordial y básico para encaminar nuestros esfuerzos para reparar y reconstituir nuestro tejido social, por lo que resulta deseable confiar en ella, darle su lugar y fortalecerla.


En esta ocasión, voy a hablar de la libre empresa, expresión del espíritu creador de las personas que genera empleos y detona el desarrollo económico de México. Es importante, ahora, reconocer que el Estado no es el que produce la riqueza, sino los particulares (vuelve a asomarse la sociedad civil) desde su vivencia del emprendimiento.


En un documento de noviembre de 2017, de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, se reconoce que Desde la firma del TLCAN, en la región, el número de empleos aumentó 23%, es decir, se crearon 39 millones de empleos en México, Estados Unidos de Norteamérica y Canadá. En ese mismo período, nuestras exportaciones manufactureras se multiplicaron por diez. Además, las empresas exportadoras o que cuentan con inversión extranjera directa pagan salarios 30% más altos que las que participan en el resto de la economía mexicana.


Añade: El modelo necesita cambiar, transformarse, actualizarse, pero no para eliminar los beneficios de la libre empresa sino para extenderlos, multiplicarlos y permearlos, en todas las ramas de la economía, hacia abajo. El foco no puede ser solamente el crecimiento económico, sino el desarrollo social compartido, a través de la creatividad y la generación de valor. La solución no está en varitas mágicas, sino en educar y capacitar para la productividad, creatividad e innovación; en generar un ecosistema que promueva la inversión; en ser más competitivos y creativos. El punto es desarrollar destrezas y herramientas que nos permitan agregar valor[1].


De lo anterior se desprende la urgente vinculación edificante entre lo social y lo económico, así como la necesidad que dicha relación genere bienestar a más personas. Mi próxima entrega abundará sobre la libre empresa y lo que nos toca esperar del Estado.


Secretario general de Gobierno.


[1].- https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/278259/I-CondicionesGenerales-noviembre2017.pdf. Consultado el 14 de febrero de 2019.

(…) Ahora bien, cuando el Estado armoniza la propiedad privada con las necesidades del bien común, no perjudica a los poseedores particulares, sino que, por el contrario, les presta un eficaz apoyo, en cuanto que de ese modo impide vigorosamente que la posesión privada de los bienes (…) para sustento de la vida humana, provoque daños intolerables y se precipite en la ruina: no destruye la propiedad privada, sino que la defiende; no debilita el dominio particular, sino que lo robustece.

- Pío XI-


La relación armónica entre Estado, Mercado y Sociedad, premisa y consecuencia del nuevo contrato social para el bienestar de nuestro país, que habrá de definir nuestra convivencia y rediseñar nuestro entramado institucional, así como el legal, se ofrece como una luminosa posibilidad en el contexto del cambio de régimen (más allá del de Gobierno) por el que más de 30 millones de electores apostaron el verano pasado.


En mi más reciente entrega compartía con mis amables lectores mis consideraciones sobre el inconmensurable valor de la Sociedad Civil organizada -en específico, a la de vocación pacífica, autónoma del gobierno, su financiamiento y sus estructuras políticas; no orientada a obtener cargos públicos ni a actividades lucrativas-.


En tanto promotora, desde su movilización independiente, de grandes transformaciones en la configuración actual del Estado Mexicano, la sociedad civil es el referente primordial y básico para encaminar nuestros esfuerzos para reparar y reconstituir nuestro tejido social, por lo que resulta deseable confiar en ella, darle su lugar y fortalecerla.


En esta ocasión, voy a hablar de la libre empresa, expresión del espíritu creador de las personas que genera empleos y detona el desarrollo económico de México. Es importante, ahora, reconocer que el Estado no es el que produce la riqueza, sino los particulares (vuelve a asomarse la sociedad civil) desde su vivencia del emprendimiento.


En un documento de noviembre de 2017, de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, se reconoce que Desde la firma del TLCAN, en la región, el número de empleos aumentó 23%, es decir, se crearon 39 millones de empleos en México, Estados Unidos de Norteamérica y Canadá. En ese mismo período, nuestras exportaciones manufactureras se multiplicaron por diez. Además, las empresas exportadoras o que cuentan con inversión extranjera directa pagan salarios 30% más altos que las que participan en el resto de la economía mexicana.


Añade: El modelo necesita cambiar, transformarse, actualizarse, pero no para eliminar los beneficios de la libre empresa sino para extenderlos, multiplicarlos y permearlos, en todas las ramas de la economía, hacia abajo. El foco no puede ser solamente el crecimiento económico, sino el desarrollo social compartido, a través de la creatividad y la generación de valor. La solución no está en varitas mágicas, sino en educar y capacitar para la productividad, creatividad e innovación; en generar un ecosistema que promueva la inversión; en ser más competitivos y creativos. El punto es desarrollar destrezas y herramientas que nos permitan agregar valor[1].


De lo anterior se desprende la urgente vinculación edificante entre lo social y lo económico, así como la necesidad que dicha relación genere bienestar a más personas. Mi próxima entrega abundará sobre la libre empresa y lo que nos toca esperar del Estado.


Secretario general de Gobierno.


[1].- https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/278259/I-CondicionesGenerales-noviembre2017.pdf. Consultado el 14 de febrero de 2019.

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