/ jueves 13 de febrero de 2020

El lenguaje en nuestra vida

Cuando se analiza la historia de los grandes conglomerados humanos aparece de inmediato la importancia del lenguaje, fenómeno universal, dentro de la evolución del conjunto y se observa el progreso de todo un pueblo que está aliado con la lengua que habla, en particular el lenguaje; el cual constituye una sólida piedra dentro de los cimientos que fortifican un grupo social determinado.

El lenguaje se constituye en generador del pensamiento e interioriza la vida sociocultural del ser humano conduciéndolo hacia el desarrollo de las funciones superiores de la mente.

Los pueblos y sus lenguas se transforman de manera semejante. Forman un paralelo en su dinámica psico-social-cultural.

Según sus momentos históricos los pueblos, toman los vocablos que más les interesan, desechando los que ya no son útiles o crean voces para llenar los huecos existentes debidos a necesidades expresivas de reciente aparición por las tradiciones o modos de cultura que se va conformando.

La lengua es dinámica, los usuarios en su ir y venir la producen, la crean, la recrean y la van formando a las necesidades de las personas de la comunidad, la región o el país.

En esto, la gente culta únicamente rehace y reestructura el idioma porque la gente común, de modo inconsciente, lleva en sí misma la evolución, las trasmutaciones, la madurez, en fin los cambios diversos que la lengua sufre.

Los términos, el vocabulario, las ideas se reacomodan innovándose y, al igual que la vida, avanza en su manera de percibir y concebir el mundo circundante.

Las palabras ayudan al hombre a explicar su entorno y su interior. Sin embargo, esta misma mecánica se constituye en un problema de incomunicación generacional, pues, sin un control educativo, se corre el riesgo de destruir los logros culturales a través de una lengua, si quienes la utilizan no cultivan su estructura adecuada.

Por ejemplo, pensemos en el latín y su fragmentación; pluralidad de lenguas que produjo el divisionismo de la gente, de las áreas geográfica y la falta de una comprensión educadora que le diera solidez por muchos años más.

La variación lingüística afecta con frecuencia la comunicación y nuestra lengua el español, debe encontrarse alerta, no para impedir los cambios, sino para hacer reflexionar sobre sus motivos y dar opción a sus habitantes de elegir lo mejor para su expresión.

Hablar una lengua y escribir un idioma no es únicamente enlazar una serie de palabras para explicar o pedir algo, es más que eso.

Hablar y escribir equivale a establecer una serie de relaciones intelectuales y sensibles de la gente para obtener un fin de comunicación. Equivale a expresar un contenido psíquico con la buena expresión y eficacia que todo individuo, unos más que otros, puedan ser capaces de manifestar por medio de enunciados organizados en textos de diversas tipologías.

Hablar y escribir es saber recrear la capacidad lingüística, innata y características del ser humano conforme con la emoción que se experimenta, según los estímulos diversos de la vida nos presente para tomar contacto con los enunciados virtuales.

Escribir y hablar lleva consigo la idea de creación; renovación de cada instante vivido, fluir de vibraciones internas que transformen el mundo conocido en desconocido y un universo confuso, en transparencia.

En la lengua nos falta hace mucho por lograr, debemos conocer desde sus orígenes hasta la actualidad. Y por otro lado, como consecuencia, vemos también surgir problemas en la lectura, de la investigación y de la interpretación que fundamenta una sociedad letrada.

La solidez de nuestra lengua esta indudablemente que en las escuelas y en la sociedad que la genera, en ellas están los caminos.

Desde el jardín de niños hasta los planteles de educación superior, se ha establecido un conocimiento gradual de nuestra lengua, para utilizarla y cuidarla en su aplicación correcta.

Nuestra lengua no debe pasar inadvertida por la mayoría de las personas, deben de apoyarse todos los elementos y circunstancias para que se siga manteniendo, fortaleciendo y conociendo por muchos años más.

Doctor en Educación.

Cuando se analiza la historia de los grandes conglomerados humanos aparece de inmediato la importancia del lenguaje, fenómeno universal, dentro de la evolución del conjunto y se observa el progreso de todo un pueblo que está aliado con la lengua que habla, en particular el lenguaje; el cual constituye una sólida piedra dentro de los cimientos que fortifican un grupo social determinado.

El lenguaje se constituye en generador del pensamiento e interioriza la vida sociocultural del ser humano conduciéndolo hacia el desarrollo de las funciones superiores de la mente.

Los pueblos y sus lenguas se transforman de manera semejante. Forman un paralelo en su dinámica psico-social-cultural.

Según sus momentos históricos los pueblos, toman los vocablos que más les interesan, desechando los que ya no son útiles o crean voces para llenar los huecos existentes debidos a necesidades expresivas de reciente aparición por las tradiciones o modos de cultura que se va conformando.

La lengua es dinámica, los usuarios en su ir y venir la producen, la crean, la recrean y la van formando a las necesidades de las personas de la comunidad, la región o el país.

En esto, la gente culta únicamente rehace y reestructura el idioma porque la gente común, de modo inconsciente, lleva en sí misma la evolución, las trasmutaciones, la madurez, en fin los cambios diversos que la lengua sufre.

Los términos, el vocabulario, las ideas se reacomodan innovándose y, al igual que la vida, avanza en su manera de percibir y concebir el mundo circundante.

Las palabras ayudan al hombre a explicar su entorno y su interior. Sin embargo, esta misma mecánica se constituye en un problema de incomunicación generacional, pues, sin un control educativo, se corre el riesgo de destruir los logros culturales a través de una lengua, si quienes la utilizan no cultivan su estructura adecuada.

Por ejemplo, pensemos en el latín y su fragmentación; pluralidad de lenguas que produjo el divisionismo de la gente, de las áreas geográfica y la falta de una comprensión educadora que le diera solidez por muchos años más.

La variación lingüística afecta con frecuencia la comunicación y nuestra lengua el español, debe encontrarse alerta, no para impedir los cambios, sino para hacer reflexionar sobre sus motivos y dar opción a sus habitantes de elegir lo mejor para su expresión.

Hablar una lengua y escribir un idioma no es únicamente enlazar una serie de palabras para explicar o pedir algo, es más que eso.

Hablar y escribir equivale a establecer una serie de relaciones intelectuales y sensibles de la gente para obtener un fin de comunicación. Equivale a expresar un contenido psíquico con la buena expresión y eficacia que todo individuo, unos más que otros, puedan ser capaces de manifestar por medio de enunciados organizados en textos de diversas tipologías.

Hablar y escribir es saber recrear la capacidad lingüística, innata y características del ser humano conforme con la emoción que se experimenta, según los estímulos diversos de la vida nos presente para tomar contacto con los enunciados virtuales.

Escribir y hablar lleva consigo la idea de creación; renovación de cada instante vivido, fluir de vibraciones internas que transformen el mundo conocido en desconocido y un universo confuso, en transparencia.

En la lengua nos falta hace mucho por lograr, debemos conocer desde sus orígenes hasta la actualidad. Y por otro lado, como consecuencia, vemos también surgir problemas en la lectura, de la investigación y de la interpretación que fundamenta una sociedad letrada.

La solidez de nuestra lengua esta indudablemente que en las escuelas y en la sociedad que la genera, en ellas están los caminos.

Desde el jardín de niños hasta los planteles de educación superior, se ha establecido un conocimiento gradual de nuestra lengua, para utilizarla y cuidarla en su aplicación correcta.

Nuestra lengua no debe pasar inadvertida por la mayoría de las personas, deben de apoyarse todos los elementos y circunstancias para que se siga manteniendo, fortaleciendo y conociendo por muchos años más.

Doctor en Educación.