/ domingo 8 de octubre de 2023

El mundo iluminado | Intelecto o suerte

elmundoiluminado.com

¿Qué se necesita para triunfar en la vida? La noción de triunfo es variada y subjetiva, cierto, pero aceptémosla en el sentido de poder satisfacer sin dificultad las necesidades básicas: alimento, vestido y vivienda. Cualquier persona que sin sufrimiento pueda garantizar a sí mismo y a los suyos esta triada esencial puede considerarse triunfadora. Sin embargo, todavía no hemos respondido a la pregunta: ¿qué se necesita para triunfar en la vida?

La noción de “triunfo” es compleja en tanto que el ser humano difícilmente se siente satisfecho con lo que tiene y por ello cubrir las necesidades básicas no es suficiente para la mayoría, sino que hace falta más: más comida, más ropa y una casa más grande; acompañado lo anterior, claro está, por su relación con el dinero: comida, ropa y casas más costosas, pues esto otorga “prestigio” ante la sociedad. Cuando los deseos de dinero y sobreabundancia se mezclan con los deseos de alimento, vestido y vivienda, podemos afirmar que la percepción del mundo (y la noción de triunfo) se ha corrompido y, por ende, envilecido, pues ya no es la subsistencia lo que empuja a la vida, sino el interés y la farsa.

Volvamos a la pregunta inicial, pues todavía sigue sin respuesta: ¿qué se necesita para triunfar en la vida? En la sociedad actual se postula la idea de que es mediante el estudio como el triunfo ante la vida se presenta. Se les dice a los jóvenes que si estudian, conseguirán empleos bien remunerados que les permitirán satisfacer sin dificultad sus necesidades de alimento, vestido y vivienda, y entonces los jóvenes se esmeran cada día por subir un peldaño más en la larga senda de la educación. En el pasado, la educación básica era suficiente para triunfar en la vida, posteriormente fue la media–superior, después dijeron que la licenciatura era el más alto escaño, hasta que se presentaron las maestrías y doctorados como nuevos requisitos para ser un triunfador. Hoy en día abundan los egresados de programas de posgrado que se enfrentan a una realidad económica en la que los salarios apenas y alcanzan para cumplir con dificultades con la satisfacción de las necesidades básicas, por lo que si no es mediante la educación como se triunfa en la vida, es decir, como se llega a satisfacer sin dificultad las necesidades básicas, ¿mediante qué otro camino puede ser?

La educación es necesaria en tanto que amplía los horizontes intelectuales de quienes se sirven de ella, pero es ingenuo creer que la educación es suficiente para triunfar en la vida, en el sentido de la palabra anteriormente mencionado. El sistema educativo, más que buscar la liberación de sus practicantes, persigue el sometimiento de los mismos. Todo sistema educativo impartido por el estado persigue un fin productivista, por lo que los estudiantes no son más que meros aprendices de obreros, entes subyugados en los que crece un ideal de libertad que nunca será alcanzado. El sistema educativo es, ante todo, adoctrinante y su objetivo no es realmente enseñar a pensar, sino, enseñar a obedecer. En este sentido, quien destaque en el cuadro de honor de una institución educativa será porque aprendió a obedecer a la perfección lo que se le indica.

Cuántos casos no conocemos de personas que han triunfado en la vida sin que hayan concluido con sus estudios; algunos de éstos, incluso, han conseguido tal estabilidad para satisfacer sus necesidades de alimento, vestido y vivienda que podrían también remediar sin problemas las necesidades de sus descendientes durante varias generaciones. Casos como los anteriores, es decir, de individuos que no “perdieron el tiempo estudiando” los hallamos en ámbitos en los que las relaciones políticas juegan un papel fundamental. De esto podría postularse la hipótesis de que el triunfo en la vida depende en gran medida de las “amistades estratégicas”, así como también de un golpe de suerte, pues a veces el que menos hace, es el que más tiene, y viceversa: el que más hace, es el que menos tiene.

En la españa medieval del siglo XIII, el rey Alfonso X, conocido como “El sabio”, publicó el Libro de los juegos, en el que se narra lo siguiente: «Según cuenta una historia antigua, en la India hubo un rey que estimaba mucho a los sabios y los tenía siempre consigo, haciéndolos a menudo razonar sobre los hechos de las cosas. De estos sabios, había tres que destacaban más. El primer sabio decía que valía más la inteligencia que la suerte porque el que vive por el intelecto tiene una vida ordenada y aunque pierda no siente culpa, pues hace lo que le corresponde. El segundo sabio dijo que más valía la suerte que el intelecto, porque uno siempre va a perder o a ganar, y por mucho intelecto que se tenga, no podrá cambiarse la suerte. El tercero dijo que es mejor vivir tomando de lo uno y de lo otro, pues esto es vivir con cordura. El intelecto, cuanto mejor sea, permitirá hacer algo con mayor cuidado y cumplidamente. Mientras que cuanto mayor sea la suerte, más peligro habrá porque no existirá certeza de nada. En cambio la cordura ayuda a tomar del intelecto lo que sirve, mientras que en la suerte la cordura ayuda a cuidarse del daño y a tomar de ella lo que sea prudente.»

La leyenda anterior sirve de preámbulo para explicar tres tipos de juegos: el ajedrez, que simboliza al intelecto; los dados, que representan a la suerte; y las tablas, que sintetizan a la cordura. Mucho se nos ha insistido en que mediante la educación uno triunfa en la vida, es decir, uno adquiere lo necesario para satisfacer sin dificultad sus necesidades básicas, sin embargo, la realidad nos demuestra que no es así y que todo más bien parece funcionar mediante amistades estratégicas y golpes de suerte que hay que saber aprovechar, en eso consiste la cordura. El juego del ajedrez llegó a España durante el siglo XII, aproximadamente, sin embargo, su origen es más antiguo, pero lo que importa no es tanto cuándo se inventó, sino lo que representa: una sociedad gobernada por pocos y trabajada por muchos. ¿Como peones de este juego sabemos apelar a la cordura, o nos conformamos con pensar que el triunfo se debe al intelecto o a la suerte?


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¿Qué se necesita para triunfar en la vida? La noción de triunfo es variada y subjetiva, cierto, pero aceptémosla en el sentido de poder satisfacer sin dificultad las necesidades básicas: alimento, vestido y vivienda. Cualquier persona que sin sufrimiento pueda garantizar a sí mismo y a los suyos esta triada esencial puede considerarse triunfadora. Sin embargo, todavía no hemos respondido a la pregunta: ¿qué se necesita para triunfar en la vida?

La noción de “triunfo” es compleja en tanto que el ser humano difícilmente se siente satisfecho con lo que tiene y por ello cubrir las necesidades básicas no es suficiente para la mayoría, sino que hace falta más: más comida, más ropa y una casa más grande; acompañado lo anterior, claro está, por su relación con el dinero: comida, ropa y casas más costosas, pues esto otorga “prestigio” ante la sociedad. Cuando los deseos de dinero y sobreabundancia se mezclan con los deseos de alimento, vestido y vivienda, podemos afirmar que la percepción del mundo (y la noción de triunfo) se ha corrompido y, por ende, envilecido, pues ya no es la subsistencia lo que empuja a la vida, sino el interés y la farsa.

Volvamos a la pregunta inicial, pues todavía sigue sin respuesta: ¿qué se necesita para triunfar en la vida? En la sociedad actual se postula la idea de que es mediante el estudio como el triunfo ante la vida se presenta. Se les dice a los jóvenes que si estudian, conseguirán empleos bien remunerados que les permitirán satisfacer sin dificultad sus necesidades de alimento, vestido y vivienda, y entonces los jóvenes se esmeran cada día por subir un peldaño más en la larga senda de la educación. En el pasado, la educación básica era suficiente para triunfar en la vida, posteriormente fue la media–superior, después dijeron que la licenciatura era el más alto escaño, hasta que se presentaron las maestrías y doctorados como nuevos requisitos para ser un triunfador. Hoy en día abundan los egresados de programas de posgrado que se enfrentan a una realidad económica en la que los salarios apenas y alcanzan para cumplir con dificultades con la satisfacción de las necesidades básicas, por lo que si no es mediante la educación como se triunfa en la vida, es decir, como se llega a satisfacer sin dificultad las necesidades básicas, ¿mediante qué otro camino puede ser?

La educación es necesaria en tanto que amplía los horizontes intelectuales de quienes se sirven de ella, pero es ingenuo creer que la educación es suficiente para triunfar en la vida, en el sentido de la palabra anteriormente mencionado. El sistema educativo, más que buscar la liberación de sus practicantes, persigue el sometimiento de los mismos. Todo sistema educativo impartido por el estado persigue un fin productivista, por lo que los estudiantes no son más que meros aprendices de obreros, entes subyugados en los que crece un ideal de libertad que nunca será alcanzado. El sistema educativo es, ante todo, adoctrinante y su objetivo no es realmente enseñar a pensar, sino, enseñar a obedecer. En este sentido, quien destaque en el cuadro de honor de una institución educativa será porque aprendió a obedecer a la perfección lo que se le indica.

Cuántos casos no conocemos de personas que han triunfado en la vida sin que hayan concluido con sus estudios; algunos de éstos, incluso, han conseguido tal estabilidad para satisfacer sus necesidades de alimento, vestido y vivienda que podrían también remediar sin problemas las necesidades de sus descendientes durante varias generaciones. Casos como los anteriores, es decir, de individuos que no “perdieron el tiempo estudiando” los hallamos en ámbitos en los que las relaciones políticas juegan un papel fundamental. De esto podría postularse la hipótesis de que el triunfo en la vida depende en gran medida de las “amistades estratégicas”, así como también de un golpe de suerte, pues a veces el que menos hace, es el que más tiene, y viceversa: el que más hace, es el que menos tiene.

En la españa medieval del siglo XIII, el rey Alfonso X, conocido como “El sabio”, publicó el Libro de los juegos, en el que se narra lo siguiente: «Según cuenta una historia antigua, en la India hubo un rey que estimaba mucho a los sabios y los tenía siempre consigo, haciéndolos a menudo razonar sobre los hechos de las cosas. De estos sabios, había tres que destacaban más. El primer sabio decía que valía más la inteligencia que la suerte porque el que vive por el intelecto tiene una vida ordenada y aunque pierda no siente culpa, pues hace lo que le corresponde. El segundo sabio dijo que más valía la suerte que el intelecto, porque uno siempre va a perder o a ganar, y por mucho intelecto que se tenga, no podrá cambiarse la suerte. El tercero dijo que es mejor vivir tomando de lo uno y de lo otro, pues esto es vivir con cordura. El intelecto, cuanto mejor sea, permitirá hacer algo con mayor cuidado y cumplidamente. Mientras que cuanto mayor sea la suerte, más peligro habrá porque no existirá certeza de nada. En cambio la cordura ayuda a tomar del intelecto lo que sirve, mientras que en la suerte la cordura ayuda a cuidarse del daño y a tomar de ella lo que sea prudente.»

La leyenda anterior sirve de preámbulo para explicar tres tipos de juegos: el ajedrez, que simboliza al intelecto; los dados, que representan a la suerte; y las tablas, que sintetizan a la cordura. Mucho se nos ha insistido en que mediante la educación uno triunfa en la vida, es decir, uno adquiere lo necesario para satisfacer sin dificultad sus necesidades básicas, sin embargo, la realidad nos demuestra que no es así y que todo más bien parece funcionar mediante amistades estratégicas y golpes de suerte que hay que saber aprovechar, en eso consiste la cordura. El juego del ajedrez llegó a España durante el siglo XII, aproximadamente, sin embargo, su origen es más antiguo, pero lo que importa no es tanto cuándo se inventó, sino lo que representa: una sociedad gobernada por pocos y trabajada por muchos. ¿Como peones de este juego sabemos apelar a la cordura, o nos conformamos con pensar que el triunfo se debe al intelecto o a la suerte?