/ jueves 17 de marzo de 2022

El periodismo de guerra y sus riesgos

Las muertes de diversos comunicadores en Ucrania han despertado diversas reacciones, pero antes de condenar o idealizar a algún rol, tenemos que saber en qué consiste esta riesgosa labor, cuya antigüedad data de miles de años, para así tener un juicio más fundado.


En primer lugar lamento totalmente la muerte de los comunicadores que están sujetos a las bombas, manifiesto mi reconocimiento a su labor y valentía para desempeñar esta gran profesión, en la más peligrosa de sus facetas. También manifiesto mis condolencias a los diversos compañeros caídos en nuestro país, pese a que no existe una guerra oficial como tal.

Alguna vez en una escuela de comunicación, un alumno me decía que le gustaría ser corresponsal de guerra, situación alentada seguramente por el espíritu aventurero propio de los veinteañeros, o quizá la historia de Hemingway, quien estuvo en Día D y en la liberación de París, gozando del mejor vino y la calidez de muchas francesas agradecidas, sin embargo, esa vocación implica un gran peligro, para lo cual hagamos un poco de historia para entender mejor el tema.

Un discípulo del filósofo griego Sócrates, Jenofonte, escribió una obra llamada la Anábasis o Expedición de los diez mil, relato que es un auténtico reportaje militar de la época.

También tenemos el caso de La guerra de las Galias, escrita por Julio César, cuyos textos eran enviados a Roma y reproducidos para aumentar la popularidad del conquistador.

Algunos de los periódicos neoyorquinos lograron consolidarse cuando mencionaban los hechos de la Guerra de Secesión, así como sucedió con la cadena televisiva CNN, la cual creció enormemente gracias a la cobertura que dio a la primera Guerra del Golfo.

No fue hasta el conflicto de Vietnam cuando se dio una cobertura más directa, ya que la televisión estuvo presente en escenas muy crudas, como la niña corriendo y quemándose con napalm, ejecuciones y hasta crímenes contra la humanidad realizados por los propios norteamericanos, además de la vergonzosa evacuación de la embajada norteamericana, representada por una larga fila y un helicóptero sobre ella. Todo esto contribuyó a la impopularidad del conflicto que causó tantas manifestaciones.

Fue en la Guerra de las Malvinas cuando Reino Unido autorizó a periodistas a ir a borde de las diversas embarcaciones de la Royal Navy, con fines publicitarios a favor del gobierno, sin embargo, la gran superioridad de los británicos no se manifestó en batalla, por lo que hubo que ocultar los hechos. El modelo inglés fue replicado en otras ocasiones como en la guerra vs Iraq, recuerdo perfectamente la transmisión en vivo del bombardeo a Bagdag y otros hechos vistos en tv abierta. Son épicas las veces que el maestro Zabludovsky le preguntó a Erika Vexler si su vida peligraba durante la Tormenta del Desierto y más todavía esa frase que asustó a todos cuando la corresponsal dijo: “nuclear Jacobo, nuclear”, aludiendo a la naturaleza de un ataque a Jerusalén que habría sido catastrófico para el mundo entero.

Este es un ejemplo de los riesgos que vive un periodista de guerra, quien evidentemente se mete al sitio del conflicto y está sometido a los mismos riesgos, recordemos que las balas y las bombas no distinguen entre soldados, civiles o reporteros. Evidentemente estos comunicadores llevan un chaleco antibalas y hasta un casco, además de un gran letrero que dice prensa o press, lo cual supuestamente evita que sean objetivos legítimos por parte del enemigo, así como pueden ser los servicios médicos, identificados con el símbolo de la Cruz Roja.

También hay que recalcar que un corresponsal también puede fungir como publicista de un gobierno, como ya lo mencionamos, además de que no se puede decir que es asesinado, como lo mencionan algunos titulares respecto al conflicto actual. Un homicidio es un acto directo y deliberado, pero este no puede existir en una guerra porque se da la causa excluyente de responsabilidad de la obediencia de una orden, propia de muchas leyes penales, como sucede en el ámbito castrense, además de que en el fuego cruzado y los bombardeos cualquier persona y hasta animal que esté ahí puede ver su existencia segada.

Ser corresponsal es algo muy peligroso, pero es algo voluntario, a diferencia de muchos soldados que van obligados por un reclutamiento y se enfrentan de forma directa con el enemigo.

Parece que al fin el presidente ucraniano entendió que fue mala idea querer integrarse a la Otan, así que esperemos que pronto acabe el conflicto para así evitar la muerte de soldados, civiles y compañeros comunicadores que se encuentran hoy en Ucrania. Hasta la próxima.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.


Las muertes de diversos comunicadores en Ucrania han despertado diversas reacciones, pero antes de condenar o idealizar a algún rol, tenemos que saber en qué consiste esta riesgosa labor, cuya antigüedad data de miles de años, para así tener un juicio más fundado.


En primer lugar lamento totalmente la muerte de los comunicadores que están sujetos a las bombas, manifiesto mi reconocimiento a su labor y valentía para desempeñar esta gran profesión, en la más peligrosa de sus facetas. También manifiesto mis condolencias a los diversos compañeros caídos en nuestro país, pese a que no existe una guerra oficial como tal.

Alguna vez en una escuela de comunicación, un alumno me decía que le gustaría ser corresponsal de guerra, situación alentada seguramente por el espíritu aventurero propio de los veinteañeros, o quizá la historia de Hemingway, quien estuvo en Día D y en la liberación de París, gozando del mejor vino y la calidez de muchas francesas agradecidas, sin embargo, esa vocación implica un gran peligro, para lo cual hagamos un poco de historia para entender mejor el tema.

Un discípulo del filósofo griego Sócrates, Jenofonte, escribió una obra llamada la Anábasis o Expedición de los diez mil, relato que es un auténtico reportaje militar de la época.

También tenemos el caso de La guerra de las Galias, escrita por Julio César, cuyos textos eran enviados a Roma y reproducidos para aumentar la popularidad del conquistador.

Algunos de los periódicos neoyorquinos lograron consolidarse cuando mencionaban los hechos de la Guerra de Secesión, así como sucedió con la cadena televisiva CNN, la cual creció enormemente gracias a la cobertura que dio a la primera Guerra del Golfo.

No fue hasta el conflicto de Vietnam cuando se dio una cobertura más directa, ya que la televisión estuvo presente en escenas muy crudas, como la niña corriendo y quemándose con napalm, ejecuciones y hasta crímenes contra la humanidad realizados por los propios norteamericanos, además de la vergonzosa evacuación de la embajada norteamericana, representada por una larga fila y un helicóptero sobre ella. Todo esto contribuyó a la impopularidad del conflicto que causó tantas manifestaciones.

Fue en la Guerra de las Malvinas cuando Reino Unido autorizó a periodistas a ir a borde de las diversas embarcaciones de la Royal Navy, con fines publicitarios a favor del gobierno, sin embargo, la gran superioridad de los británicos no se manifestó en batalla, por lo que hubo que ocultar los hechos. El modelo inglés fue replicado en otras ocasiones como en la guerra vs Iraq, recuerdo perfectamente la transmisión en vivo del bombardeo a Bagdag y otros hechos vistos en tv abierta. Son épicas las veces que el maestro Zabludovsky le preguntó a Erika Vexler si su vida peligraba durante la Tormenta del Desierto y más todavía esa frase que asustó a todos cuando la corresponsal dijo: “nuclear Jacobo, nuclear”, aludiendo a la naturaleza de un ataque a Jerusalén que habría sido catastrófico para el mundo entero.

Este es un ejemplo de los riesgos que vive un periodista de guerra, quien evidentemente se mete al sitio del conflicto y está sometido a los mismos riesgos, recordemos que las balas y las bombas no distinguen entre soldados, civiles o reporteros. Evidentemente estos comunicadores llevan un chaleco antibalas y hasta un casco, además de un gran letrero que dice prensa o press, lo cual supuestamente evita que sean objetivos legítimos por parte del enemigo, así como pueden ser los servicios médicos, identificados con el símbolo de la Cruz Roja.

También hay que recalcar que un corresponsal también puede fungir como publicista de un gobierno, como ya lo mencionamos, además de que no se puede decir que es asesinado, como lo mencionan algunos titulares respecto al conflicto actual. Un homicidio es un acto directo y deliberado, pero este no puede existir en una guerra porque se da la causa excluyente de responsabilidad de la obediencia de una orden, propia de muchas leyes penales, como sucede en el ámbito castrense, además de que en el fuego cruzado y los bombardeos cualquier persona y hasta animal que esté ahí puede ver su existencia segada.

Ser corresponsal es algo muy peligroso, pero es algo voluntario, a diferencia de muchos soldados que van obligados por un reclutamiento y se enfrentan de forma directa con el enemigo.

Parece que al fin el presidente ucraniano entendió que fue mala idea querer integrarse a la Otan, así que esperemos que pronto acabe el conflicto para así evitar la muerte de soldados, civiles y compañeros comunicadores que se encuentran hoy en Ucrania. Hasta la próxima.


Dudas o comentarios: 22 25 64 75 05; vicente_leopoldo@hotmail.com; síganme en facebook por mi nombre y en twitter: @vicente_aven.