La ausencia pública suele ser desconcertante y a veces necesaria, pero entre sus bondades concede la oportunidad de apreciar con mucha más claridad los diferentes escenarios que nos rodean como individuos y como sociedad.
Nuestro México vive un escenario inimaginable hace apenas 10 años.
Hoy no guarda mayor importancia si la práctica de la política es local, regional o nacional. Nuestro país ha tomado ya rumbos inéditos en cuanto a la forma de ejercer el poder público y su interacción con la sociedad; la visión construida a lo largo de casi 25 años y su puesta en marcha en el último lustro han permeado mucho, pero mucho más profundo de lo que el colectivo imagina o quiere reconocer.
La llamada cuarta transformación es ya, la plataforma, la ruta por la que habrá de transitar un país que no supo o no quiso empoderar a su propia sociedad civil y que prefirió vivir esperanzado en “ese mejor futuro”, ofrecido por tres generaciones de políticos que repitieron perversamente la misma dosis de promesas incumplidas y saqueos bien consabidos por una sociedad que decidió instalarse en la comodidad del cinismo.
Hoy resulta extraordinariamente interesante y hasta inverosímil ver cómo es que el movimiento de un solo hombre esté transformando a una nación entera, desde la idiosincrasia de todo un pueblo, pasando por las convicciones, los ideales, la democracia, los valores, las instituciones, las aspiraciones y por supuesto, ese rancio sistema político que abrió la puerta al fenómeno que hoy se encumbra aceleradamente en el país.
La transformación, cualquiera que esta sea, está mucho más enraizada de lo que se creía hasta hace un par de meses y, más aún, la velocidad con la que avanza la hace prácticamente imparable.
Así es, no importa si hace apenas unos días una región del país quedó devastada por una de las peores catástrofes climáticas dejando a su gente literalmente despojada, no importa si la tragedia es aún mayor y radica en niveles de inseguridad nunca antes registrados en este México contemporáneo, incluso, no importa cualquier desmantelamiento institucional denunciado una y otra vez, y también parece no importar la tan anunciada transformación de un poder autónomo constitucionalmente como lo es el Judicial.
Nada detiene el empoderamiento y la potencia del hombre que cambió exitosamente (para su causa) la forma de gobernar esta nación. El uno de diciembre del 2018 Andrés Manuel López Obrador tomaba protesta como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos y en su mensaje al pueblo afirmó que el triunfo de Morena no era solo un cambio de gobierno, AMLO advirtió que ese día comenzaba en México un verdadero cambio de régimen. Muy pocos lo entendieron, pero así fue.
La transformación es incuestionable y, todo indica, incontenible. Lo registrado en los últimos días en materia política así lo confirma: López Obrador volvió a doblar a quienes apostaban por una posible fractura en su proyecto. En menos de 60 días, él decidió desde la mañanera que sería Xóchitl Gálvez la candidata de la oposición al destaparla; casi a la par legitimó a su candidata a la presidencia, Claudia Sheinbaum, sometiendo por enésima ocasión a un Marcelo Ebrard arrodillado desde hace muchos años.
Pero hay mucho más en este juego de ajedrez, donde hasta ahora está claro que solo uno decide, aunque otros muevan las piezas. El Ejecutivo logró la aprobación de iniciativas clave y un presupuesto determinante desde una incondicional Cámara de Diputados. Por si no fuera suficiente, en este lapso impuso a la candidata a la jefatura de gobierno de la CDMX en el 2024, dejando claro que el “bastón de mando” fue solo una quimera; observó con beneplácito el conveniente registro como precandidato a la presidencia del Gobernador con licencia Samuel García, y para cerrar este recuento, determinó bajo un mecanismo avalado por las propias autoridades electorales quiénes competirán por la gubernatura de ocho estados, garantizando la paridad de género.
En el estado, el hoy coordinador Alejandro Armenta no dejó de trabajar un instante y con números constantes demostró que es él quien garantiza la mejor opción de Morena para conquistar la gubernatura y llevar uno de los cinco padrones electorales más importantes del país a la causa de la Dra. Sheinbaum.
La pauta está marcada, el camino está ya también señalado, lo único que tendrán que hacer los seguidores y férreos defensores del Presidente es garantizar la unidad del movimiento para poner en marcha la segunda etapa de la cuarta transformación en México.
En casa, por lo pronto, el Gobernador Salomón Céspedes hábilmente ya mandó el muy claro mensaje de que Puebla está al 150 por ciento con el ejecutivo federal y con la coordinadora Claudia Sheinbaum y que, en el estado, nadie bajo su gobierno se puede equivocar.
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