/ lunes 16 de diciembre de 2019

El proteccionismo comercial de Donald Trump en el T-MEC pone en desventaja a México

Más allá de la euforia política del Presidente Andrés Manuel López Obrador por la ratificación en México del protocolo modificatorio del T-MEC que firmaron México, Estados Unidos y Canadá, quedaron insertos y en el contenido del nuevo tratado, los dictados narcisistas, las imposiciones hegemónicas, las ventajas e intereses comerciales, políticos y electorales de Donald Trump, quien se ha declarado abiertamente en contra del libre comercio, ha impuesto a Estados Unidos un modelo proteccionista que declaró la guerra comercial contra China, México, Japón y sus socios europeos.

El T-MEC es el mejor tratado comercial de la historia, como lo calificó Robert Lighthizer el principal negociador estadunidense, porque es producto de la voluntad y conveniencias del magnate que siempre condenó como nefasto, desequilibrado y desastroso el (TLCAN) porque favorecía la balanza comercial de México con un superávit entre 70 y 75 mil millones de dólares anuales; había provocado que las empresas estadunidenses se salieran a invertir en México a crear miles de empleos por su mano de obra eficiente y barata.

México estuvo sometido a las formidables presiones proteccionistas de Donald Trump hasta el último momento en que trató de establecer que el acero y el aluminio, componentes de las importaciones y exportaciones dentro del T-MEC, provinieran en un 70% de la región de América del Norte, una propuesta ventajosa e imperialista porque México no tiene el poderío acerero de sus dos socios, ni tiene bauxita, mineral esencial para fabricar el aluminio.

El Congreso norteamericano presionó a México, condicionando la aprobación del T-MEC, a que México aceptara dentro de su territorio, empresas y sindicatos a inspectores laborales de Estados Unidos y Canadá, (medida intervencionista, violatoria de nuestra soberanía), para supervisar la vigencia y aplicación de las reformas laborales que el poder legislativo mexicano tuvo que aprobar a principios de este año por exigencia de Estados Unidos. Presiones que el gobierno y la iniciativa privada rechazaron.

La reforma laboral fue promulgada, establece la democratización de los sindicatos, la sustitución de sus dirigentes vitalicios mediante el voto libre, universal y directo; la discusión y negociación, en asambleas sindicales, de los contratos colectivos. Medidas encaminadas a poner fin a la complicidad entre patrones y líderes sindicales que negociaban a espaldas y en contra de los derechos e intereses de los trabajadores.

Razones y ejemplos para no esperar con tanto optimismo la aprobación del T-MEC, aunque para López Obrador traerá estabilidad, mayor certidumbre a la economía nacional y atraerá nuevas inversiones extranjeras directas.

En contraste, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar Lomelin, declaró que en este tipo de convenios existen situaciones que no agradaron a la iniciativa privada del todo, y subrayó que hubieran preferido que no sucedieran, o que sucedieran de otra manera, pero se negó a mencionarlas. La reforma laboral no gusta a los empresarios porque devuelve a los trabajadores el poder de la negociación contractual que habían perdido.

Al sector industrial automotriz tampoco le gusta que el T-MEC le imponga, para exportar sus autos a Estados Unidos, que el 40% del contenido de un automóvil o camioneta debe fabricarse utilizando mano de obra pagada de 16 dólares o más por hora, ya que le restará competitividad. Quienes si salen ganando son cientos de miles de trabajadores.

También que el 75% del contenido de los vehículos deberá ser regional, producido en México, Estados Unidos o Canadá. Por ejemplo, a Volkswagen de México le afecta notablemente estas medidas pues una parte importante de los componentes de sus autos proviene de Alemania y filiales de otras partes del mundo. Volkswagen exporta el 80% de sus vehículos a Estados Unidos. La automotriz mexicana que no cumpla sufrirá las represalias de Donald Trump que le aplicará un arancel punitivo de 25% a los autos exportados a ese mercado.

México aceptó la dictadura comercial trumpista en materia agrícola, ya que no impondrá aranceles a las importaciones agrícolas estadunidenses, medidas ventajosas que favorecen a la agroindustria de ese país.. En contraste a México se le prohíbe utilizar subsidios o salvaguardas agrícolas en apoyo de sus campesinos. El Senado ratificó el T-MEC aceptando la eliminación del mecanismo de solución de controversias comerciales, dejó abierto el camino para que los juicios se trasladen a tribunales estadunidenses.

El T- MEC prohíbe a México negociar tratados de libre comercio con China Vietnam y Cuba, que no son considerados por Estados Unidos como economías de mercado. Otra rémora trumpista es que el T-MEC se extinguirá cada 5 años. Estas y otras medidas hegemónicas y proteccionistas contiene el T-MEC. Por eso Salazar Lomelín dijo que “hay cosas en el T-MEC que mejor no hubieran sucedido”. ESCUCHANOS DIARIAMENTE de 12 a 13 horas en ABC Radio 1280 de AM.

Más allá de la euforia política del Presidente Andrés Manuel López Obrador por la ratificación en México del protocolo modificatorio del T-MEC que firmaron México, Estados Unidos y Canadá, quedaron insertos y en el contenido del nuevo tratado, los dictados narcisistas, las imposiciones hegemónicas, las ventajas e intereses comerciales, políticos y electorales de Donald Trump, quien se ha declarado abiertamente en contra del libre comercio, ha impuesto a Estados Unidos un modelo proteccionista que declaró la guerra comercial contra China, México, Japón y sus socios europeos.

El T-MEC es el mejor tratado comercial de la historia, como lo calificó Robert Lighthizer el principal negociador estadunidense, porque es producto de la voluntad y conveniencias del magnate que siempre condenó como nefasto, desequilibrado y desastroso el (TLCAN) porque favorecía la balanza comercial de México con un superávit entre 70 y 75 mil millones de dólares anuales; había provocado que las empresas estadunidenses se salieran a invertir en México a crear miles de empleos por su mano de obra eficiente y barata.

México estuvo sometido a las formidables presiones proteccionistas de Donald Trump hasta el último momento en que trató de establecer que el acero y el aluminio, componentes de las importaciones y exportaciones dentro del T-MEC, provinieran en un 70% de la región de América del Norte, una propuesta ventajosa e imperialista porque México no tiene el poderío acerero de sus dos socios, ni tiene bauxita, mineral esencial para fabricar el aluminio.

El Congreso norteamericano presionó a México, condicionando la aprobación del T-MEC, a que México aceptara dentro de su territorio, empresas y sindicatos a inspectores laborales de Estados Unidos y Canadá, (medida intervencionista, violatoria de nuestra soberanía), para supervisar la vigencia y aplicación de las reformas laborales que el poder legislativo mexicano tuvo que aprobar a principios de este año por exigencia de Estados Unidos. Presiones que el gobierno y la iniciativa privada rechazaron.

La reforma laboral fue promulgada, establece la democratización de los sindicatos, la sustitución de sus dirigentes vitalicios mediante el voto libre, universal y directo; la discusión y negociación, en asambleas sindicales, de los contratos colectivos. Medidas encaminadas a poner fin a la complicidad entre patrones y líderes sindicales que negociaban a espaldas y en contra de los derechos e intereses de los trabajadores.

Razones y ejemplos para no esperar con tanto optimismo la aprobación del T-MEC, aunque para López Obrador traerá estabilidad, mayor certidumbre a la economía nacional y atraerá nuevas inversiones extranjeras directas.

En contraste, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar Lomelin, declaró que en este tipo de convenios existen situaciones que no agradaron a la iniciativa privada del todo, y subrayó que hubieran preferido que no sucedieran, o que sucedieran de otra manera, pero se negó a mencionarlas. La reforma laboral no gusta a los empresarios porque devuelve a los trabajadores el poder de la negociación contractual que habían perdido.

Al sector industrial automotriz tampoco le gusta que el T-MEC le imponga, para exportar sus autos a Estados Unidos, que el 40% del contenido de un automóvil o camioneta debe fabricarse utilizando mano de obra pagada de 16 dólares o más por hora, ya que le restará competitividad. Quienes si salen ganando son cientos de miles de trabajadores.

También que el 75% del contenido de los vehículos deberá ser regional, producido en México, Estados Unidos o Canadá. Por ejemplo, a Volkswagen de México le afecta notablemente estas medidas pues una parte importante de los componentes de sus autos proviene de Alemania y filiales de otras partes del mundo. Volkswagen exporta el 80% de sus vehículos a Estados Unidos. La automotriz mexicana que no cumpla sufrirá las represalias de Donald Trump que le aplicará un arancel punitivo de 25% a los autos exportados a ese mercado.

México aceptó la dictadura comercial trumpista en materia agrícola, ya que no impondrá aranceles a las importaciones agrícolas estadunidenses, medidas ventajosas que favorecen a la agroindustria de ese país.. En contraste a México se le prohíbe utilizar subsidios o salvaguardas agrícolas en apoyo de sus campesinos. El Senado ratificó el T-MEC aceptando la eliminación del mecanismo de solución de controversias comerciales, dejó abierto el camino para que los juicios se trasladen a tribunales estadunidenses.

El T- MEC prohíbe a México negociar tratados de libre comercio con China Vietnam y Cuba, que no son considerados por Estados Unidos como economías de mercado. Otra rémora trumpista es que el T-MEC se extinguirá cada 5 años. Estas y otras medidas hegemónicas y proteccionistas contiene el T-MEC. Por eso Salazar Lomelín dijo que “hay cosas en el T-MEC que mejor no hubieran sucedido”. ESCUCHANOS DIARIAMENTE de 12 a 13 horas en ABC Radio 1280 de AM.