Como pocas veces en los 11 meses que lleva al frente de la administración estatal, el gobernador Miguel Barbosa fue virtuoso en el sarcasmo que utilizó para referirse al conflicto interno que parecen protagonizar la dirigente del PAN, Genoveva Huerta, y el aspirante a presidente municipal de Puebla por ese mismo partido, Eduardo Rivera.
Que Barbosa dedicara unos minutos de su mañanera para exonerar a Rivera de cualquier tipo de relación con Morena y que, además, le deseara la protección de Dios, y que le saliera tan bien, tendría que preocupar al presidente nacional de ese panismo, Marko Cortés, que no atina a poner paz entre sus correligionarios de Puebla, cuando se encuentra en la antesala de la contienda electoral que podría definir, por adelantado, la supervivencia del blanquiazul para después del 2024.
Miguel Barbosa tiene un estilo muy peculiar para expresarse a la hora de contestar las preguntas de los reporteros, lo que ha quedado claro a través de las conferencias de prensa mañaneras que realiza a partir de que llegara al estado la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus.
Cuando no se irrita por los cuestionamientos, cuando no se enoja frente a una interrogante que considera incómoda o realizada “de mala fe”, como varias veces ha acusado, intenta valerse de las bromas y el sarcasmo, de la chorcha, para tratar de tener una mejor comunicación con sus interlocutores.
Incluso ese tipo de respuestas, aparentemente bien intencionadas, le ha metido en problemas por el perfil hosco, áspero, que imprime en su tono de voz, en sus gestos y en sus ademanes.
Con el tema del PAN, Genoveva Huerta y Eduardo Rivera, sin embargo, eso no ocurrió.
El gobernador fue fluido para responder acerca de la aparente disputa que sostienen esos dos personajes dentro del blanquiazul y que tiene que ver con la selección del candidato a presidente municipal de Puebla para los comicios de 2021.
Uno que otro panista podrá mirar el hecho de manera superficial y exclamar que lo que opine o deje de opinar el gobernador, emanado de Morena, sobre lo que sucede en el blanquiazul, es absolutamente irrelevante para la vida interna de ese partido, y que le tiene sin cuidado, pero no debe ser así.
Hay que observar más allá.
Con un dominio particular sobre la expresión de sus palabras y el control de sus gestos, Barbosa demostró seguridad y confianza al abordar ese asunto, elementos que podrían tener su origen en el conocimiento pleno de que el rival más fuerte de Morena para las elecciones intermedias se está resquebrajando, antes siquiera de que arranque la contienda.
Genoveva Huerta es presidenta del Comité Directivo Estatal, lo que no es poca cosa.
Eduardo Rivera es el aspirante a edil de Puebla más aventajado de los panistas, con todo y que José Antonio Gali ande merodeando con la idea, todavía no cristalizada, de levantar la mano una vez que crea estar a salvo de los sabuesos anticorrupción que posee Barbosa a su servicio.
Eso tampoco es poca cosa.
Dos personajes de ese tamaño, Genoveva y Eduardo, exhibiendo sus desavenencias en público, en el único partido político que puede meter en verdaderos aprietos electorales a Morena, principalmente en zonas del estado como el municipio de Puebla y el área metropolitana, debe tener de buen ánimo al gobernador, que tiene que saber que la intención de voto en favor de Morena va en picada por motivos de sobra conocidos.
Justo por eso deberían estar preocupados los panistas; y aquellos con capacidad de interlocución con su dirigente nacional tendrían que estar ocupados en irle a avisar que urge poner paz en Puebla, antes que plantear con soberbia y arrogancia que la plaza ha sido ganada por anticipado.
Nada pueden dar por sentado aún.
Ni el desastre de los gobiernos emanados de Morena, ni la inexperiencia de los operadores electorales del barbosismo pueden garantizarle el triunfo a ningún panista, antes de ir a las urnas.
Esa es la lección que tienen que aprender después de ver y escuchar al gobernador, que, aunque con cierta elegancia, se atrevió a burlarse de ellos.
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A propósito de los cambios en el gobierno de Barbosa.
La designación de Fabiana Briseño como secretaria de Turismo había sido tan desafortunada para el sector empresarial que vive de la derrama económica que deja el turismo en el estado, que su relevo por Vanessa Barahona –concretado ayer—ni ruido hizo.
La elección de ambas servidoras públicas, por parte de Barbosa, le ha dejado claro a los hoteleros, restauranteros y demás prestadores de servicios turísticos que este no es un sector de la economía prioritario para el mandatario.
Si lo fuera, no la pensaría dos veces para poner en esa dependencia a un personaje probado y respetado por sus conocimientos en la materia.
Por ahí anda un tal Alejandro Cañedo.
Quizá para el siguiente relevo lo tome en cuenta.
La actividad turística no se recuperará sola después del huracán económico que le ha representado la cuarentena extendida.
Twitter: @jorgerdzc