/ viernes 14 de agosto de 2020

El sistema educativo enfrenta la nueva realidad

La pandemia por el coronavirus, en primera instancia, ha dejado al descubierto las deficiencias y carencias del sector salud.

Ante el elevado número de decesos, se ha visto rebasado, debido a que su principal misión es la de mejorar y por supuesto preservar la vida, en condiciones críticas como la que hoy padecemos.

También ha impactado el desarrollo económico, los siguientes datos muestran que, la economía mexicana para el 2020 “tendría una caída de aproximadamente 11.2%; Citibanamex, estima que estados como Coahuila, Quintana Roo y Baja California Sur serían las más afectadas, con caídas de más de 14%”.

Banco de México destaca en su última encuesta, el pasado 3 de agosto, que se calcula la pérdida de un millón 184 mil puestos de trabajo en 2020 y que, para el cierre de 2021, se prevé la creación de 350 mil plazas. Lo cual implica que solo se podrán recuperar tres de cada 10 empleos que se estima perder en este año.

Por su parte el INEGI en su último reporte, señala que “la inversión fija bruta tuvo una caída de 38.4 por ciento para mayo pasado, lo cual representa un índice de 63.4 puntos, el más bajo desde junio de 1997 (63.6 puntos). Y es la mayor caída desde agosto de 1995 cuando se desplomó en 40.1 por ciento anual, y superó la de abril pasado que bajó en 37.1 por ciento anual”.

Es decir, la inversión en la actividad económica, ha acumulado 17 meses de contracción y, si a ello sumamos la incontrolable inseguridad, lamentablemente crecerá la desconfianza, al grado de provocar una depresión económica.

A este sombrío escenario por la pandemia se suma otro que es de alta relevancia, la educación, pues el próximo ciclo escolar que en breve dará inicio, se apoyará con clases no presenciales que se impartirán a través de diversas televisoras.

Y ante el cierre de escuelas públicas y privadas, en primera instancia, se vulnera la seguridad y protección de los estudiantes, afectando a los menos favorecidos, al grado de que no solo la calidad educativa y los aprendizajes disminuyan, sino que se incremente la deserción.

Ahora bien, debemos tener presente que el desarrollo humano, va ligado al proceso de aprendizaje y de aplicación para mejorar la calidad de vida y, su eje de crecimiento, se sustenta en la vinculación con la educación, además de ser una condición indispensable, aunque no suficiente, para el desarrollo económico, social y cultural.

Por lo cual, cuando existe una estructura social que permite la movilidad ascendente y un contexto económico favorable, la educación produce un capital humano más rico, al tiempo que reduce las desigualdades sociales y potencia el desarrollo de las regiones.

Por ello, la configuración del sistema educativo debe resolver las disfunciones que, ante esta nueva realidad, en especial, en la educación básica y en la secundaria, se mejore su calidad, defina políticas y estrategias para la ejecución de reformas curriculares; es decir, revisar y actualizar contenidos y metodologías de la enseñanza de las asignaturas básicas; contar con propuestas alternativas para la formación y capacitación docente en didácticas especiales y para el diseño y producción de materiales, al tiempo de establecer sistemas de información sobre recursos institucionales, humanos y logísticos.

La pandemia por el coronavirus, en primera instancia, ha dejado al descubierto las deficiencias y carencias del sector salud.

Ante el elevado número de decesos, se ha visto rebasado, debido a que su principal misión es la de mejorar y por supuesto preservar la vida, en condiciones críticas como la que hoy padecemos.

También ha impactado el desarrollo económico, los siguientes datos muestran que, la economía mexicana para el 2020 “tendría una caída de aproximadamente 11.2%; Citibanamex, estima que estados como Coahuila, Quintana Roo y Baja California Sur serían las más afectadas, con caídas de más de 14%”.

Banco de México destaca en su última encuesta, el pasado 3 de agosto, que se calcula la pérdida de un millón 184 mil puestos de trabajo en 2020 y que, para el cierre de 2021, se prevé la creación de 350 mil plazas. Lo cual implica que solo se podrán recuperar tres de cada 10 empleos que se estima perder en este año.

Por su parte el INEGI en su último reporte, señala que “la inversión fija bruta tuvo una caída de 38.4 por ciento para mayo pasado, lo cual representa un índice de 63.4 puntos, el más bajo desde junio de 1997 (63.6 puntos). Y es la mayor caída desde agosto de 1995 cuando se desplomó en 40.1 por ciento anual, y superó la de abril pasado que bajó en 37.1 por ciento anual”.

Es decir, la inversión en la actividad económica, ha acumulado 17 meses de contracción y, si a ello sumamos la incontrolable inseguridad, lamentablemente crecerá la desconfianza, al grado de provocar una depresión económica.

A este sombrío escenario por la pandemia se suma otro que es de alta relevancia, la educación, pues el próximo ciclo escolar que en breve dará inicio, se apoyará con clases no presenciales que se impartirán a través de diversas televisoras.

Y ante el cierre de escuelas públicas y privadas, en primera instancia, se vulnera la seguridad y protección de los estudiantes, afectando a los menos favorecidos, al grado de que no solo la calidad educativa y los aprendizajes disminuyan, sino que se incremente la deserción.

Ahora bien, debemos tener presente que el desarrollo humano, va ligado al proceso de aprendizaje y de aplicación para mejorar la calidad de vida y, su eje de crecimiento, se sustenta en la vinculación con la educación, además de ser una condición indispensable, aunque no suficiente, para el desarrollo económico, social y cultural.

Por lo cual, cuando existe una estructura social que permite la movilidad ascendente y un contexto económico favorable, la educación produce un capital humano más rico, al tiempo que reduce las desigualdades sociales y potencia el desarrollo de las regiones.

Por ello, la configuración del sistema educativo debe resolver las disfunciones que, ante esta nueva realidad, en especial, en la educación básica y en la secundaria, se mejore su calidad, defina políticas y estrategias para la ejecución de reformas curriculares; es decir, revisar y actualizar contenidos y metodologías de la enseñanza de las asignaturas básicas; contar con propuestas alternativas para la formación y capacitación docente en didácticas especiales y para el diseño y producción de materiales, al tiempo de establecer sistemas de información sobre recursos institucionales, humanos y logísticos.