/ miércoles 16 de enero de 2019

En efecto, el morenovallismo agoniza

La presumible partida de Eukid Castañón Herrera de la vida pública y política del estado, que implica saltar del barco morenovallista en los momentos previos a su hundimiento final, es una muestra inequívoca de las dificultades que enfrentará el PAN para tratar de sortear la crisis en que se encuentra.

Su retiro, que fue dado a conocer a través de una carta dirigida a la opinión pública, evidencia la incapacidad de los huérfanos políticos del exgobernador Rafael Moreno Valle para reorganizarse en torno a un objetivo común: la supervivencia del equipo que nació por allá de 1999 bajo el membrete de “Grupo Finanzas”.

Ese era el reto principal de los morenovallistas tras la muerte de su mentor y de la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo.

Cohesionados en el pasado por la fuerza dominante de Moreno Valle, que los administraba a conveniencia, según la coyuntura y sus intereses, debían establecer un cuerpo colegiado que les permitiera armar una estrategia para encarar primero al dirigente nacional de su partido, Marko Cortés Mendoza, y después a Morena y al Presidente Andrés Manuel López Obrador, en términos estrictamente políticos y de competencia electoral.

Los pronósticos fueron negativos desde un principio para el morenovallismo.

Se veía difícil que personajes de enormes egos y amplio protagonismo pudieran hacer un equipo en el que imperaran el consenso en la toma de decisiones y el reconocimiento a las opiniones de los demás.

Con Moreno Valle eso no era necesario porque todos acataban lo que él decía.

Roberto Moya, Cabalán Macari, Jorge Aguilar, Luis Banck, Patricia Leal, Víctor Carrancá, Roberto Flores, Diódoro Carrasco, Marcelo García, Luis Maldonado, Eduardo Tovilla, el propio Castañón y en su momento el exgobernador José Antonio Gali, todos.

Convencidos o no, aun con expresiones de inconformidad entre dientes asumían las indicaciones del jefe.

La única excepción evidente fue la de Fernando Manzanilla, hoy actor importante del lopezobradorismo en el estado, que protagonizó varios desencuentros con el entonces mandatario y fue exiliado del grupo después de coordinar la campaña de Gali para presidente municipal de Puebla, en las elecciones de 2013.

El anuncio de Castañón Herrera refleja una fractura interna, ocurrida más pronto de lo esperado, incluso en las previsiones más pesimistas.

Dentro del PAN habrá quienes celebren su aparente jubilación temprana y afirmen que estarán mejor sin él, sin sus conocidos y poco ortodoxos métodos de operación política.

También habrá quienes lamenten su ausencia de la próxima contienda de gobernador, en caso de que el retiro sea definitivo y de que no vaya a respaldar al ejército panista en la guerra contra Morena y el aparato presidencial.

Su partida provocará reacciones encontradas y mucha polémica.

Pero ese es otro asunto.

Lo que hay que destacar es la división al interior del grupo que gobernó Puebla durante ocho años y que se organizaba para hacerlo otros seis, después de un angustioso conflicto poselectoral.

Eukid Castañón decidió hacer pública su decisión y expresar que se dedicará a otras actividades profesionales por así convenir a sus intereses.

Hay quienes creen que se trata de una reacción coyuntural y que el personaje podría cambiar de parecer en el futuro.

Ya se verá.

Mientras tanto, y ese es el mensaje que deja este hecho, existen condiciones para pensar que hay otros tripulantes, muchos más, colocados a la orilla de la embarcación, preparándose para saltar.

La puerta se abre entonces para otros actores.

Panistas como Eduardo Rivera y el exgobernador José Antonio Gali, que no milita en el blanquiazul pero que tiene buena relación con los viejos liderazgos de ese partido y que terminó su administración de 22 meses enfrentado con algunos miembros del morenovallismo, podrían concretar una alianza para proponer un candidato en común.

Tocará a Marko Cortés resolver la encrucijada.


@jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

La presumible partida de Eukid Castañón Herrera de la vida pública y política del estado, que implica saltar del barco morenovallista en los momentos previos a su hundimiento final, es una muestra inequívoca de las dificultades que enfrentará el PAN para tratar de sortear la crisis en que se encuentra.

Su retiro, que fue dado a conocer a través de una carta dirigida a la opinión pública, evidencia la incapacidad de los huérfanos políticos del exgobernador Rafael Moreno Valle para reorganizarse en torno a un objetivo común: la supervivencia del equipo que nació por allá de 1999 bajo el membrete de “Grupo Finanzas”.

Ese era el reto principal de los morenovallistas tras la muerte de su mentor y de la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo.

Cohesionados en el pasado por la fuerza dominante de Moreno Valle, que los administraba a conveniencia, según la coyuntura y sus intereses, debían establecer un cuerpo colegiado que les permitiera armar una estrategia para encarar primero al dirigente nacional de su partido, Marko Cortés Mendoza, y después a Morena y al Presidente Andrés Manuel López Obrador, en términos estrictamente políticos y de competencia electoral.

Los pronósticos fueron negativos desde un principio para el morenovallismo.

Se veía difícil que personajes de enormes egos y amplio protagonismo pudieran hacer un equipo en el que imperaran el consenso en la toma de decisiones y el reconocimiento a las opiniones de los demás.

Con Moreno Valle eso no era necesario porque todos acataban lo que él decía.

Roberto Moya, Cabalán Macari, Jorge Aguilar, Luis Banck, Patricia Leal, Víctor Carrancá, Roberto Flores, Diódoro Carrasco, Marcelo García, Luis Maldonado, Eduardo Tovilla, el propio Castañón y en su momento el exgobernador José Antonio Gali, todos.

Convencidos o no, aun con expresiones de inconformidad entre dientes asumían las indicaciones del jefe.

La única excepción evidente fue la de Fernando Manzanilla, hoy actor importante del lopezobradorismo en el estado, que protagonizó varios desencuentros con el entonces mandatario y fue exiliado del grupo después de coordinar la campaña de Gali para presidente municipal de Puebla, en las elecciones de 2013.

El anuncio de Castañón Herrera refleja una fractura interna, ocurrida más pronto de lo esperado, incluso en las previsiones más pesimistas.

Dentro del PAN habrá quienes celebren su aparente jubilación temprana y afirmen que estarán mejor sin él, sin sus conocidos y poco ortodoxos métodos de operación política.

También habrá quienes lamenten su ausencia de la próxima contienda de gobernador, en caso de que el retiro sea definitivo y de que no vaya a respaldar al ejército panista en la guerra contra Morena y el aparato presidencial.

Su partida provocará reacciones encontradas y mucha polémica.

Pero ese es otro asunto.

Lo que hay que destacar es la división al interior del grupo que gobernó Puebla durante ocho años y que se organizaba para hacerlo otros seis, después de un angustioso conflicto poselectoral.

Eukid Castañón decidió hacer pública su decisión y expresar que se dedicará a otras actividades profesionales por así convenir a sus intereses.

Hay quienes creen que se trata de una reacción coyuntural y que el personaje podría cambiar de parecer en el futuro.

Ya se verá.

Mientras tanto, y ese es el mensaje que deja este hecho, existen condiciones para pensar que hay otros tripulantes, muchos más, colocados a la orilla de la embarcación, preparándose para saltar.

La puerta se abre entonces para otros actores.

Panistas como Eduardo Rivera y el exgobernador José Antonio Gali, que no milita en el blanquiazul pero que tiene buena relación con los viejos liderazgos de ese partido y que terminó su administración de 22 meses enfrentado con algunos miembros del morenovallismo, podrían concretar una alianza para proponer un candidato en común.

Tocará a Marko Cortés resolver la encrucijada.


@jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx