“Si ustedes son ricos, tienen el riesgo. Si ustedes son pobres, no. Los pobres estamos inmunes.”
Así, con esta alarmante afirmación, el gobernador Miguel Barbosa enmarcó el mensaje sobre contagios de coronavirus registrados en el estado de Puebla que ofrece todas las mañanas en conferencia de prensa desde que dio inicio la contingencia.
Según el remate de sus palabras, las personas pobres, como las define, en las que él mismo se incluye, son inmunes ante el Covid-19, lo que significa que son invulnerables al virus y están exentas de contagio.
No fue una broma de mal gusto lo dicho por Barbosa, no.
Lo que hizo fue pronunciar una afirmación, completamente falsa por supuesto, que dada su jerarquía de jefe del Poder Ejecutivo y el contexto sanitario e histórico por el que atraviesa el mundo se convirtió en una declaración desafortunada, lamentable, que de inmediato hizo eco a nivel nacional y se ganó el descrédito generalizado.
La afirmación del mandatario estatal es grave por dos cosas.
La primera, porque alimentará la creencia de un sector de la población que piensa que, en efecto, el virus solo ataca a los ricos, por el hecho casual de que los primeros contagiados en el estado (los reconocidos de manera oficial) lo adquirieron fuera del país. La desinformación, propiciada por el servidor público de mayor rango en la entidad, hará que ese sector baje la guardia y se exponga mucho más a la enfermedad, con los riesgos que ello conlleva.
Y, la segunda, porque el principal responsable de dirigir los planes de contención y combate al virus en Puebla, el gobernador, posee información equivocada sobre la propagación del mismo, lo que obligará a cuestionar toda decisión que tome a partir de ahora en torno a ese problema, que, de verdad, será cuestión de vida o muerte para cientos o muy probablemente miles de poblanos en el futuro, sean del sector socioeconómico, político y religioso que sea.
El virus no es clasista, por más que algunos expresen lo contrario.
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A la par del coronavirus, en el estado hay otro tema importante que se ha venido cocinando en las últimas semanas: la disputa del gobierno del estado con el ayuntamiento de Puebla por el control de las tareas de seguridad pública en el municipio capital. Y ayer se dio un paso relevante en ese jaloneo.
El gobernador Miguel Barbosa publicó un decreto este miércoles para asumir el mando de la policía municipal, muy a pesar de la opinión y el deseo de la presidenta Claudia Rivera Vivanco.
“La seguridad de la Capital del Estado necesita rigidez en sus procesos, alejados de omisiones, políticas públicas inciertas y abandono de los mecanismos más básicos de control en las corporaciones, en donde se han presentado casos que exhiben la ausencia de valores y ética policial”, detalla el documento publicado en el Periódico Oficial del Estado en uno de sus considerandos, que representa la esencia de la argumentación jurídica de Barbosa para haber avanzado hasta este nivel, después de que no prosperara una presunta negociación política con la alcaldesa para que cediera el mando sin recursos legales de por medio.
Del lado de la presidenta municipal, sin embargo, guardan la esperanza de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación falle en su favor, para que la policía y la persona encargada de combatir al crimen en la ciudad esté bajo sus órdenes.
La disputa sigue.
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Entre los trabajadores sindicalizados del gobierno del estado hay caras largas y molestia contra la secretaria general del sindicato de burócratas, Virginia Meza Cruz, quien no ha hecho nada para ayudarlos en la contingencia del Covid-19.
Resulta que en algunas dependencias hicieron regresar a laborar a trabajadores a los que ya habían mandado a casa para asumir la cuarentena ordenada como estrategia de prevención contra el coronavirus. Y pues tuvieron que hacerlo.
