Las campañas electorales por fin han terminado. Concluyeron dos meses de contienda entre candidatos a diputados federales y un mes entre aspirantes a un lugar en el Congreso del Estado y 217 presidencias municipales, entre ellas la de Puebla capital, como la cereza del pastel en estos comicios que prácticamente se han dividido en dos bloques: el que pugna por la permanencia de Morena en el poder y el que desea echarlo para retornar, como PAN y PRI.
Los abanderados a diputados federales van en una línea distinta.
Ellos compiten para ir a la cámara baja del Congreso de la Unión, donde se aprueban, se modifican o se rechazan las propuestas del presidente de la República en materia legislativa.
Como está conformado ahora el poder legislativo federal, Andrés Manuel López Obrador y Morena no han tenido ningún problema en sacar adelante las reformas que les han interesado en casi tres años de gobierno, enmarcadas en la cacareada cuarta transformación.
Eso es lo que han enarbolado ante los electores los candidatos de Morena, PT y Verde Ecologista en dos meses de campaña, la posibilidad de continuar como mayoría en el Congreso federal para apoyar hasta el final las iniciativas del presidente.
A diferencia de ellos, los aspirantes opositores, aquellos aglutinados a través de PAN, PRI y PRD, ofrecen un cambio de rumbo, la posibilidad de quitarle esa gran mayoría a López Obrador para impedir que siga haciendo lo que quiera sin obstáculos legislativos de por medio.
Eso se juega en la elección federal del domingo.
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A nivel local, donde se irá a las urnas para elegir diputados locales y presidentes municipales, la cosa es distinta.
Los candidatos que puedan ganar un sitio en el Congreso del Estado tendrán muy poco que ver con el mandatario mexicano, pero en cambio, desarrollarán un trabajo directamente involucrado con el gobernador Miguel Barbosa Huerta, quien necesitará de una mayoría de diputados afines a él para transitar sin mayores obstáculos, estrés y contratiempos hacia la recta final de su gestión.
Barbosa no pudo poner a todos los candidatos en Morena, pero gracias a sus oficios políticos y a las relaciones tejidas en el pasado, como líder del PRD en el estado y después como senador de la República en la capital del país, consiguió tener aspirantes afines en otros institutos políticos.
La disputa por el Congreso del Estado, en este caso, no es tan radical como la pelea por la cámara de diputados en el Congreso de la Unión.
Aquí no se trata de ganar la mayoría para Morena o quitársela para apoyar o frenar a Barbosa, pero de lo que ocurra en el recinto poblano dependerá en buena medida la tranquilidad con que el futuro exgobernador camine hacia la transición sin temor a padecer represalias políticas por parte de sus adversarios de la oposición.
Parece que, ya sea que Morena retenga la mayoría o no, el gobernador conseguirá hacerse de un Poder Legislativo suave, amigable a sus intereses.
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La última esfera de poder que se peleará en la urnas el próximo domingo es la más férrea de todas, porque compromete la conducción de los destinos públicos en las comunidades de los 217 municipios del estado.
Ahí sí, la competencia es, a veces, y literal, a muerte.
El control por los ayuntamientos se dirime con más fuerza que las curules del Congreso, y como prueba de ello basta ver lo que ocurrió en la capital, con batallas encarnizadas en los principales partidos para lograr la anhelada candidatura.
En el PAN, Eduardo Rivera Pérez sufrió los embates de su propia dirigente para llegar hasta donde está.
En Morena, Claudia Rivera Vivanco pasó por lo mismo y lo padeció hasta el final debido a un competidor, Gabriel Biestro Medinilla, que no quiso perdonarle nunca la derrota.
Todos, candidatos a diputados federales y locales y a alcaldes, velan armas a partir de hoy, preparándose para la jornada electoral con la esperanza puesta en lo que pudieron hacer y en lo que moverán ese día.
