/ domingo 2 de febrero de 2020

Entendiendo la demagogia

Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros

Santo Tomás de Aquino

En términos políticos-filosóficos, es cierto que la humanidad sigue sin encontrar su estado de felicidad plena porque la vincula la satisfacción de sus demandas justas -personales-, casadas con un discurso de bien común, cargado de buenos propósitos; por lo que, de cierta manera, se abre una puerta para entender la demagogia política. Es así porque el propósito se queda en intenciones.

Desde mi visión, interpretando a Santo Tomás de Aquino, su mirada y sentimientos profundos del “bien común” lía el desprendimiento del yo, en tanto el valor fundamental es la comunidad en donde cada quien (yo) forma parte de ella como una parte toral.

Porque, en la creencia de la materialización de ello (“bien común”), cada quien creyéndose -consciente o inconscientemente- más importante, el bien común no pasa de ser más que una frase trillada incluso demagoga, sobre todo cuando se utiliza como ardid político.

Es muy recurrente escuchar acerca del bien común a modo de beneficio social. Algo así como: “tú ganas, yo gano, todos ganamos”. El “bien común” desde la sensibilidad humanista de Santo Tomás de Aquino implica más allá del ganar-ganar que es una postura pragmática; no digo del todo nociva, pero sí es oportunista. Simplemente porque ganar-ganar en este aspecto no se encamina sobre la plenitud, sino sobre lo temporal.

Parafraseando a Santo Tomás, planteaba que el ser humano está llamado a ser feliz, pero la felicidad no es parcial y menos individual, si bien como individuo, el ser humano está ordenado a encontrar la felicidad que debe ser común, que es el bien total. El bien de toda la comunidad no es un bien solo personal, por mucho que cada quien sea feliz de forma personal, en tanto esa felicidad personal deja de ser común.

Esta es la parte complicada de practicar el bien común desde la mirada tomista. Por lo mismo que queda sólo en propósitos de buena fe, si el planteamiento político actual es desear que todos seamos iguales cuando es un imposible objetivo.

En este sentido, Clive Staples Lewis, en “El diablo propone un brindis”, advierte que: "la creencia efectiva de que todos los hombres son iguales”, es diferente al “ideal político de que los hombres debieran ser tratados de forma igualitaria". Esta confusión, que todos debemos ser iguales, aleja la cristalización plena del bien común, si el “bien común” es el logro pleno de la felicidad comunitaria de forma igualitaria.

Esto es, pues, una utopía que ha buscado un desenlace desde la antigüedad y aún seguimos tras la pista como un objetivo trascendente de la política porque no somos felices, y no somos felices porque no vivimos para el “bien común” sino para el bien individual, contrario al pensamiento tomista que sostiene que cada persona individual es, con respecto a toda la comunidad.

Justamente, el académico Carlos Rodríguez García, refiere de Santo Tomás: “El bien común es el bien de la totalidad de la comunidad, puesto que el bien del todo es mayor que el bien de las partes, y el hombre forma parte de una comunidad, por lo tanto, es mejor el bien de la totalidad que el bien personal.”

Así, las luchas políticas, la existencia de una brazada de partidos políticos, de gremios de variados pensamientos e intereses, nos muestra que seguiremos en la búsqueda del bien común. ¿Le suena?

Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros

Santo Tomás de Aquino

En términos políticos-filosóficos, es cierto que la humanidad sigue sin encontrar su estado de felicidad plena porque la vincula la satisfacción de sus demandas justas -personales-, casadas con un discurso de bien común, cargado de buenos propósitos; por lo que, de cierta manera, se abre una puerta para entender la demagogia política. Es así porque el propósito se queda en intenciones.

Desde mi visión, interpretando a Santo Tomás de Aquino, su mirada y sentimientos profundos del “bien común” lía el desprendimiento del yo, en tanto el valor fundamental es la comunidad en donde cada quien (yo) forma parte de ella como una parte toral.

Porque, en la creencia de la materialización de ello (“bien común”), cada quien creyéndose -consciente o inconscientemente- más importante, el bien común no pasa de ser más que una frase trillada incluso demagoga, sobre todo cuando se utiliza como ardid político.

Es muy recurrente escuchar acerca del bien común a modo de beneficio social. Algo así como: “tú ganas, yo gano, todos ganamos”. El “bien común” desde la sensibilidad humanista de Santo Tomás de Aquino implica más allá del ganar-ganar que es una postura pragmática; no digo del todo nociva, pero sí es oportunista. Simplemente porque ganar-ganar en este aspecto no se encamina sobre la plenitud, sino sobre lo temporal.

Parafraseando a Santo Tomás, planteaba que el ser humano está llamado a ser feliz, pero la felicidad no es parcial y menos individual, si bien como individuo, el ser humano está ordenado a encontrar la felicidad que debe ser común, que es el bien total. El bien de toda la comunidad no es un bien solo personal, por mucho que cada quien sea feliz de forma personal, en tanto esa felicidad personal deja de ser común.

Esta es la parte complicada de practicar el bien común desde la mirada tomista. Por lo mismo que queda sólo en propósitos de buena fe, si el planteamiento político actual es desear que todos seamos iguales cuando es un imposible objetivo.

En este sentido, Clive Staples Lewis, en “El diablo propone un brindis”, advierte que: "la creencia efectiva de que todos los hombres son iguales”, es diferente al “ideal político de que los hombres debieran ser tratados de forma igualitaria". Esta confusión, que todos debemos ser iguales, aleja la cristalización plena del bien común, si el “bien común” es el logro pleno de la felicidad comunitaria de forma igualitaria.

Esto es, pues, una utopía que ha buscado un desenlace desde la antigüedad y aún seguimos tras la pista como un objetivo trascendente de la política porque no somos felices, y no somos felices porque no vivimos para el “bien común” sino para el bien individual, contrario al pensamiento tomista que sostiene que cada persona individual es, con respecto a toda la comunidad.

Justamente, el académico Carlos Rodríguez García, refiere de Santo Tomás: “El bien común es el bien de la totalidad de la comunidad, puesto que el bien del todo es mayor que el bien de las partes, y el hombre forma parte de una comunidad, por lo tanto, es mejor el bien de la totalidad que el bien personal.”

Así, las luchas políticas, la existencia de una brazada de partidos políticos, de gremios de variados pensamientos e intereses, nos muestra que seguiremos en la búsqueda del bien común. ¿Le suena?