/ lunes 20 de mayo de 2024

Entre “morenacos” y “mareas rosas”

De origen, el proceso electoral para elegir gobernador y alcaldes en el estado de Puebla estaba ya inclinado en materia de preferencias a favor de la coalición encabezada por Morena, sin embargo el ejercicio de intercambio de ideas, propuestas y cuestionamientos le dio una especie de segundo aire a la campaña del candidato Rivera quien se sintió ganador de un debate y de una posibilidad en la última etapa de las contiendas.

Pero como suele pasar, la falta de concentración o tal vez el exceso de confianza que provocan los aduladores que siempre rodean a los candidatos, provocó una muy desafortunada y despectiva expresión del candidato del PRI, PAN y PRD hacia simpatizantes e integrantes de la campaña de enfrente.

Llamarlos “morenacos” fue un error político que frena el impulso tomado por el buen desempeño del debate; el candidato Rivera nunca debió haber incurrido en el discurso de la discriminación que tanto le critica al presidente López Obrador.

La expresión utilizada para etiquetar a una corriente ideológica que gobierna 70 por ciento del territorio nacional, se extrapoló a una sociedad que por convicción o por interés, simpatiza con un movimiento que instalado desde el poder entiende de manera perfecta cómo funciona la teoría del 10 por ciento de eficiencia y 90 por ciento de lealtad.

Por supuesto, una pifia de este tamaño ha sido por mucho capitalizada por el equipo del candidato Alejandro Armenta, quien de inmediato se subió a la ola de oportunidad para afirmarse orgulloso de su origen mixteco, para reconocerse asimismo como “morenaco” y para descalificar el discurso racista de su oponente político.

Pasadas las horas, Eduardo Rivera ofreció una disculpa a las personas que se sintieron ofendidas por el calificativo, sin embargo y a pesar del intento por contener daños, el agravio alcanzó incluso a muchos que no son simpatizantes de Morena porque a Eduardo no se le había escuchado ese tono ni se le había visto en esa proyección.

Ayer, representantes de comunidades y pueblos indígenas aparecieron en la escena para manifestarse inconformes por la expresión en tono de agravio, y de paso, para explicar la etimología de la palabra “naco” y el significado al término “Totonaco” que en su lengua originaria el náhuatl, significa “tres corazones”.

Cuando faltan solo 13 días para acudir a las urnas, el término despectivo utilizado por el candidato a gobernador resultó desafortunado, innecesario pero sobre todo, contradictorio a la imagen que ha intentado construir en los últimos años.

La marea rosa poblana

Foto: Cortesía

La de ayer fue una expresión ciudadana copiosa, una concentración de hombres y mujeres adultos y de la tercera edad que ataviados con una o varias prendas rosas, salieron a caminar desde el Paseo Bravo hasta el zócalo de la ciudad para expresar un abierto apoyo a Xóchitl, a Eduardo y a Mario que busca ser alcalde de la capital.

Los colectivos que convocaban en un inicio por la defensa de la democracia y del INE, ahora lo hicieron para mostrar su músculo y expresar su abierta simpatía a los candidatos de la oposición de cara a las próximas elecciones del 2 de junio.

De manera indiscutible quienes ahí estuvieron lo hicieron por voluntad propia, por convicción y según pude escuchar, hasta por temor a un futuro más violento e incierto para sus hijos y nietos, el dilema es que esa voluntad y reflexión solo fue representada por los padres y los abuelos, porque los jóvenes no se presentaron.

La gran interrogante en torno a este gran movimiento social es: ¿cuánta legitimidad tendrá la “marea rosa” después de los resultados del próximo dos de junio, sin importar quién gane y quién pierda?

Y es que lo alcanzado de manera ciudadana tras seis años de descalificaciones y polarización presidencial, tiene el riesgo de diluirse si no se establece con claridad el propósito de un movimiento legítimo que buscó de origen la defensa de la democracia, las instituciones y el estado de derecho.

El crecimiento y madurez de la ciudadanía no consiste solo en salir a marchar y a expresar de manera pública el rechazo a un sistema o a un gobierno. Hoy como nunca, los mexicanos debemos comprender el momento histórico por el que atravesamos como nación y por qué surgió este movimiento rosa, de otra manera, las causas que le dieron vida pueden ser arrebatadas por la eterna voracidad de la clase política.

México y sus ciudadanos tienen derecho a crecer como sociedad, ¿habrá llegado nuestro momento?

De origen, el proceso electoral para elegir gobernador y alcaldes en el estado de Puebla estaba ya inclinado en materia de preferencias a favor de la coalición encabezada por Morena, sin embargo el ejercicio de intercambio de ideas, propuestas y cuestionamientos le dio una especie de segundo aire a la campaña del candidato Rivera quien se sintió ganador de un debate y de una posibilidad en la última etapa de las contiendas.

Pero como suele pasar, la falta de concentración o tal vez el exceso de confianza que provocan los aduladores que siempre rodean a los candidatos, provocó una muy desafortunada y despectiva expresión del candidato del PRI, PAN y PRD hacia simpatizantes e integrantes de la campaña de enfrente.

Llamarlos “morenacos” fue un error político que frena el impulso tomado por el buen desempeño del debate; el candidato Rivera nunca debió haber incurrido en el discurso de la discriminación que tanto le critica al presidente López Obrador.

La expresión utilizada para etiquetar a una corriente ideológica que gobierna 70 por ciento del territorio nacional, se extrapoló a una sociedad que por convicción o por interés, simpatiza con un movimiento que instalado desde el poder entiende de manera perfecta cómo funciona la teoría del 10 por ciento de eficiencia y 90 por ciento de lealtad.

Por supuesto, una pifia de este tamaño ha sido por mucho capitalizada por el equipo del candidato Alejandro Armenta, quien de inmediato se subió a la ola de oportunidad para afirmarse orgulloso de su origen mixteco, para reconocerse asimismo como “morenaco” y para descalificar el discurso racista de su oponente político.

Pasadas las horas, Eduardo Rivera ofreció una disculpa a las personas que se sintieron ofendidas por el calificativo, sin embargo y a pesar del intento por contener daños, el agravio alcanzó incluso a muchos que no son simpatizantes de Morena porque a Eduardo no se le había escuchado ese tono ni se le había visto en esa proyección.

Ayer, representantes de comunidades y pueblos indígenas aparecieron en la escena para manifestarse inconformes por la expresión en tono de agravio, y de paso, para explicar la etimología de la palabra “naco” y el significado al término “Totonaco” que en su lengua originaria el náhuatl, significa “tres corazones”.

Cuando faltan solo 13 días para acudir a las urnas, el término despectivo utilizado por el candidato a gobernador resultó desafortunado, innecesario pero sobre todo, contradictorio a la imagen que ha intentado construir en los últimos años.

La marea rosa poblana

Foto: Cortesía

La de ayer fue una expresión ciudadana copiosa, una concentración de hombres y mujeres adultos y de la tercera edad que ataviados con una o varias prendas rosas, salieron a caminar desde el Paseo Bravo hasta el zócalo de la ciudad para expresar un abierto apoyo a Xóchitl, a Eduardo y a Mario que busca ser alcalde de la capital.

Los colectivos que convocaban en un inicio por la defensa de la democracia y del INE, ahora lo hicieron para mostrar su músculo y expresar su abierta simpatía a los candidatos de la oposición de cara a las próximas elecciones del 2 de junio.

De manera indiscutible quienes ahí estuvieron lo hicieron por voluntad propia, por convicción y según pude escuchar, hasta por temor a un futuro más violento e incierto para sus hijos y nietos, el dilema es que esa voluntad y reflexión solo fue representada por los padres y los abuelos, porque los jóvenes no se presentaron.

La gran interrogante en torno a este gran movimiento social es: ¿cuánta legitimidad tendrá la “marea rosa” después de los resultados del próximo dos de junio, sin importar quién gane y quién pierda?

Y es que lo alcanzado de manera ciudadana tras seis años de descalificaciones y polarización presidencial, tiene el riesgo de diluirse si no se establece con claridad el propósito de un movimiento legítimo que buscó de origen la defensa de la democracia, las instituciones y el estado de derecho.

El crecimiento y madurez de la ciudadanía no consiste solo en salir a marchar y a expresar de manera pública el rechazo a un sistema o a un gobierno. Hoy como nunca, los mexicanos debemos comprender el momento histórico por el que atravesamos como nación y por qué surgió este movimiento rosa, de otra manera, las causas que le dieron vida pueden ser arrebatadas por la eterna voracidad de la clase política.

México y sus ciudadanos tienen derecho a crecer como sociedad, ¿habrá llegado nuestro momento?