/ martes 25 de febrero de 2020

Hartazgo social alía a dos universidades antagónicas en el pasado

Una desgracia derivada de la violencia y la impunidad con que se suceden los hechos delictivos en el estado sirvió para juntar el agua y el aceite. La BUAP y la UPAEP, instituciones de educación superior contrastantes entre sí, confrontadas en su origen, sumaron fuerzas para protestar por el crimen de tres estudiantes y un conductor de Uber y exigirle al gobierno de Luis Miguel Barbosa una solución al fenómeno, ya desbordado, de la inseguridad.

Ximena, Antonio, Francisco y Josué Emanuel, víctimas de homicidio en Huejotzingo, fueron el motor de una marcha estudiantil que aglutinó a más de cuatro mil jóvenes de esas dos universidades, quienes dispusieron de apenas unas horas, a partir de que se dio a conocer que los cuerpos encontrados en ese municipio correspondían a los muchachos desaparecidos, para plantear una protesta masiva, organizarse y tomar las calles de la ciudad de Puebla.

Las nuevas generaciones de maestros y estudiantes de esas dos instituciones no lo saben, pero 46 años atrás la UPAEP nació de una escisión de la entonces Universidad Autónoma de Puebla.

Peleado con los miembros radicales del entonces Partido Comunista, que se hizo del control de la máxima casa de estudios en 1972, con el rectorado de Sergio Flores, un bloque de docentes que no comulgaba con los ideales del nuevo grupo en el poder se marchó para fundar una institución privada, también autónoma, que se rigiera con principios políticos e ideológicos opuestos.

El antecedente estaba en el Frente Universitario Anticomunista.

Así nació la UPAEP, en mayo de 1973, asociada a la extrema derecha y de la mano de exprofesores de la UAP (todavía no era benemérita) como Manuel Rodríguez Concha, Manuel Díaz Cid, Mario Iglesias García Teruel (su primer rector), Eduardo García Suárez, Francisco Fraile García, José Antonio Arrubarrena y, el más influyente de todos, José Antonio Quintana Fernández.

Otro de los protagonistas de aquella época de radicalismo universitario fue Jorge Méndez Spíndola, papá del secretario de Gobernación de la administración estatal, David Méndez Márquez, quien jugó un papel relevante para los comunistas de pensamiento y acciones más extremas.

Las siguientes décadas sirvieron para acentuar más las diferencias entre ambas universidades.

Muerto el comunismo, los rectores de la BUAP se inclinaron por el PRI, mientras que los de la UPAEP lo hicieron por el PAN.

Solo en el pasado reciente volvieron a compartir causas a través del Consorcio Universitario de Puebla, donde cohabitaron, además, con la UDLAP, la Ibero, la Anáhuac, la Madero y el Tecnológico de Monterrey, así como con los hombres de negocios representados en el Consejo Coordinador Empresarial.

Lo que ocurrió este martes, sin embargo, fue completamente novedoso. Alumnos de esas dos universidades se unieron en torno a un mismo objetivo. Un hecho circunstancial para la vida política del estado, trágico para cuatro familias que ahora mismo deben estar sumidas en el dolor, dos de ellas extranjeras, mostró que una causa social común es más importante que la lucha ideológica.

El repudio, la frustración y el terror frente a la vulnerabilidad de la vida humana movió a esos jóvenes a las calles, y los volverá a mover cada vez que haga falta. El mensaje de la manifestación va directo para quienes buscan culpables en el neoliberalismo y acusan la presencia de manos negras detrás de los movimientos sociales. No siempre es así. Esta vez no es así.

Jóvenes de universidades que en otra época fueron el agua y el aceite levantaron la voz en Puebla. ¡Bien por ellos!

Viene el paro generalizado que realizarán las mujeres el 9 de marzo, en un reclamo que está más que justificado por la rampante impunidad que impera en torno a los hechos de violencia de género que ocurren en el país, y que tienen en los feminicidios su punto más deleznable. Las movilizaciones sociales están en curso.

Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Una desgracia derivada de la violencia y la impunidad con que se suceden los hechos delictivos en el estado sirvió para juntar el agua y el aceite. La BUAP y la UPAEP, instituciones de educación superior contrastantes entre sí, confrontadas en su origen, sumaron fuerzas para protestar por el crimen de tres estudiantes y un conductor de Uber y exigirle al gobierno de Luis Miguel Barbosa una solución al fenómeno, ya desbordado, de la inseguridad.

Ximena, Antonio, Francisco y Josué Emanuel, víctimas de homicidio en Huejotzingo, fueron el motor de una marcha estudiantil que aglutinó a más de cuatro mil jóvenes de esas dos universidades, quienes dispusieron de apenas unas horas, a partir de que se dio a conocer que los cuerpos encontrados en ese municipio correspondían a los muchachos desaparecidos, para plantear una protesta masiva, organizarse y tomar las calles de la ciudad de Puebla.

Las nuevas generaciones de maestros y estudiantes de esas dos instituciones no lo saben, pero 46 años atrás la UPAEP nació de una escisión de la entonces Universidad Autónoma de Puebla.

Peleado con los miembros radicales del entonces Partido Comunista, que se hizo del control de la máxima casa de estudios en 1972, con el rectorado de Sergio Flores, un bloque de docentes que no comulgaba con los ideales del nuevo grupo en el poder se marchó para fundar una institución privada, también autónoma, que se rigiera con principios políticos e ideológicos opuestos.

El antecedente estaba en el Frente Universitario Anticomunista.

Así nació la UPAEP, en mayo de 1973, asociada a la extrema derecha y de la mano de exprofesores de la UAP (todavía no era benemérita) como Manuel Rodríguez Concha, Manuel Díaz Cid, Mario Iglesias García Teruel (su primer rector), Eduardo García Suárez, Francisco Fraile García, José Antonio Arrubarrena y, el más influyente de todos, José Antonio Quintana Fernández.

Otro de los protagonistas de aquella época de radicalismo universitario fue Jorge Méndez Spíndola, papá del secretario de Gobernación de la administración estatal, David Méndez Márquez, quien jugó un papel relevante para los comunistas de pensamiento y acciones más extremas.

Las siguientes décadas sirvieron para acentuar más las diferencias entre ambas universidades.

Muerto el comunismo, los rectores de la BUAP se inclinaron por el PRI, mientras que los de la UPAEP lo hicieron por el PAN.

Solo en el pasado reciente volvieron a compartir causas a través del Consorcio Universitario de Puebla, donde cohabitaron, además, con la UDLAP, la Ibero, la Anáhuac, la Madero y el Tecnológico de Monterrey, así como con los hombres de negocios representados en el Consejo Coordinador Empresarial.

Lo que ocurrió este martes, sin embargo, fue completamente novedoso. Alumnos de esas dos universidades se unieron en torno a un mismo objetivo. Un hecho circunstancial para la vida política del estado, trágico para cuatro familias que ahora mismo deben estar sumidas en el dolor, dos de ellas extranjeras, mostró que una causa social común es más importante que la lucha ideológica.

El repudio, la frustración y el terror frente a la vulnerabilidad de la vida humana movió a esos jóvenes a las calles, y los volverá a mover cada vez que haga falta. El mensaje de la manifestación va directo para quienes buscan culpables en el neoliberalismo y acusan la presencia de manos negras detrás de los movimientos sociales. No siempre es así. Esta vez no es así.

Jóvenes de universidades que en otra época fueron el agua y el aceite levantaron la voz en Puebla. ¡Bien por ellos!

Viene el paro generalizado que realizarán las mujeres el 9 de marzo, en un reclamo que está más que justificado por la rampante impunidad que impera en torno a los hechos de violencia de género que ocurren en el país, y que tienen en los feminicidios su punto más deleznable. Las movilizaciones sociales están en curso.

Twitter: @jorgerdzc

jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx